Aquella sería una mañana normal, o al menos eso pensaba él.
Sus pensamientos eran erróneos, pues el despiadado y cruel destino le tenía deparado cruzarse por el camino de aquella chica, víctima de dos profecías.
En la actualidad, aún podía recordar a la perfección aquel día.
Conocer a Lily Snape había sido una experiencia poco convencional para él. Definitivamente era un suceso para recordar. Y ni siquiera se imaginaba lo que pasaría.
O lo que pasaría después.
Ignorando aquello, se podía decir que era una mañana encantadora.
Dumbledore había despertado en la mañana del siete de agosto, como de costumbre. Se colocó sus pantuflas de conejito y con pereza se levantó de la cama.
Se dirigió a las cocinas de Hogwarts, y pidió amablemente a los elfos domésticos el desayuno. Constaba en pan de trigo, caramelos de limón y su acostumbrado café.
Una sonido a la distancia. Un ulular que lo cambiaría todo. Una lechuza que traía consigo el paquete del destino titilando en una crujiente cuerda floja. O, para ser más específicos, la entrega mensual del diario el profeta.
El ave alzó la pata con cautela. Parecía asustada, como si ella misma percibiera lo que estaba a punto de suceder. Dumbledore le desató rápidamente el contenido y le pagó unos cuantos galeones. La lechuza extendió las alas y dio vuelo, lo más rápido que le las leyes de la naturaleza le permitían ir.
Albus Dumbledore sostuvo entre manos, y sin mucho interés el diario. Entonces, al alzar la vista de su desayuno, se encontró con la locura misma. La personificación de la hiperactividad, la ironía y el egocentrismo: Hablamos, sin más rodeos, de Lily. No podría decirte con exactitud su apellido, pero puedo asegurarte que pronto lo descubrirás.
A Albus, por algún motivo que en aquel momento desconocía, la llamo la atención que el rostro de una niña pequeña formara parte de la portada principal del periódico más famoso en el mundo mágico.
En la primera plana, mostraba a una pequeña chica con una mirada divertida, traviesa, penetrante, amable y cautivadora. Tenía un destello maligno, como si estuviera preparándose par el ataque.
Todo al mismo tiempo.
Su sonrisa pícara, te hacía saber de antemano que no era buena idea dejar objetos filosos a su alcance. Todo el desastre a su alrededor —la pintura, chispas locas y demás— te hacían creer que tenía ganas de meterse en líos. Algo que deberías saber, mi buen lector, es que así era. Claro, no podíamos esperar nada más de una niña como ella, más adelante descubrirás porqué.
Tenía una bendita en su rodilla. Y traía puesto un desteñido vestido amarillo, unos sucios y raídos zapatos, y le faltaban los dientes delanteros.
La fotografía, que se movía ya que hablamos del mundo mágico, mostraba cómo sacaba el dedo medio a quien capturaba la imagen. Cualquiera diría que tenía problemas de conducta, y nuevamente: así era.
Si hacíamos caso omiso a su dedo corazón, se podía decir que lucia adorable. Si la vieras en la calle dirías un «Awww, qué linda nena. ¿Quieres un dulce?» y ella no dudaría en responderte, con mucho parloteo, como solía hacer «Diría que mis padres me enseñaron a no aceptar dulces de extraños, pero no tengo padres así que...¿porqué no? Quizá enfade al sapo feo de Umbridge, la directora del orfanato en que vivo. ¿Le conté que ella envidia mi belleza? Claro, tiene sus motivos, pero...no es lindo tratar así a las personas. En fin, ¿tiene algún bombón de menta por ahí?.»
Unos ojos color marrón acompañaban su mirada, piel pálida protegía su pequeño cuerpo, unas cuantas pecas acompañaban su rostro y adornando su cabeza había un liso y enmarañado cabello que se definía entre el negro y castaño. Te preguntarás, ¿cómo se puede tener el pelo lacio y degreñado? Pregúntaselo a Lily.
Dumbledore se acomodó las gafas en forma de luna, y sus pequeños ojos azules comenzaron a moverse velozmente. El artículo decía así;
»Gran catástrofe en el callejón diagon
Echo por Rita Skeeter.
"Hoy mientras iba pasando por el callejón Diagon pude apreciar, que
había un gran revuelo a lo largo de todo el lugar:
Gente danzando sin control de sus piernas,
En el Caldero Chorreante las personas estaban vomitando su desayuno, mientras que toda la calle se volvía de un intenso verde moco.
A una cuadra de distancia,
pude divisar a una niña sobre el tejado de Ollivander's, riendo sin control
y con unas horribles fachas. Muchos se acercaron hacia ella con confusión, quizá pensaban que se había extraviado, y entre ellos estaba yo. Sin darnos cuenta empezó
a lanzar unas especie de chispas rosadas a la gente que se encontraba cerca, los que estaban allí comenzaron a gritar. Y al principio yo no comprendí el porqué, hasta que eche un vistazo a los cabellos de la gente; eran rosados.
Tomé un mechón del mío, y ¡Casi me desmayó! ¡Era del color del chicle!
Y en ese mismo instante entendí que esa niña con vestimenta pordiosera era la causante de toda está conmoción, ¡Esa mocosa me las pagará!"
»Nos había contado la señora Murphy al profeta ayer por la noche, que fue
donde ocurrió todo esto. Y cuando intentamos entrevistar a la pequeña traviesa, fue extremadamente grosera:
"He echo bromas más grandes, así que no entiendo porque tanto drama.
Y ahora, Skeeter, si vas a seguir haciendo preguntas estúpidas, mejor vete ya,
porque no responderé a ninguna".
»Sin embargo, con un poco de investigación logramos averiguar más sobre esta niña.
Queremos agradecer a la señorita Dolores de cabeza...(disculpa lector, Dumbledore leyó mal. Continúa con tu lectura)