No podía ver nada, sólo sentir y oír su alrededor.
No sabía donde estaba, y eso la hacía morderse el labio con nervios y desesperación. Se tragaba los sollozos que amenazaban con salir de su boca presa del pánico y terror que estaba sintiendo.
¿Quién hubiera dicho que a la salida del instituto iba a ser secuestrada?
Nunca se le pasó por la cabeza, jamás, y cuando veía las noticias sobre el tema sólo sentía empatía por aquellas chicas. Ahora sentía todo eso en carne propia, y finalmente entendía el trauma que muchas sobrevivientes padecían. Era horrible, sólo quería volver a casa.
La venda en sus ojos no la dejaban ver nada, sus manos atadas frente a ella dolían y sentía cierta presión debido al amarre fuerte que habían hecho, cortándole un poco la circulación. Sus piernas estaban atadas por la rodilla y luego otra soga se situaba en sus tobillos impidiendo cualquier intento de escape.
Se removió incómoda cuando oyó pasos acercándose, supo enseguida que era un hombre porqué los pasos eran pesados y se le vino a la cabeza la imagen de unas botas masculinas, pisando fuerte y lento, causándole la desesperación silenciosa.
—Te estás portando muy bien —susurró el sujeto acariciando su mejilla. Ella sólo tembló y pasó saliva, temiendo por su vida —. Eres hermosa, aunque sólo seas una cría —declaró riendo bajo. Sus dedos dejaron de tocar su mejilla y ahora jugaban con uno de los mechones rebeldes de su cabello.
—Por favor... —musitó ella sin dejar de temblar.
No le habían cubierto la boca, pero tampoco había intentado gritar porqué la vigilaban y sabía que estaban armados. Además, le aseguraron no hacerle daño si se mantenía en silencio.
Suni obedeció, sólo por estar aterrada.
—¡No la toques! —gritó otro sujeto desde la lejanía. En ese momento, la chica apretó sus labios aliviada pues el tipo se había alejado de ella mientras soltaba maldiciones —. El jefe nos ordenó vigilarla, nada más —insistió el otro ya cerca.
—¡Bah! Que aburrido eres, sólo quería divertirme un momento —comentó divertido.
Suni no aguantó y soltó un jadeo, llamando la atención de ambos hombres.
—¡No llores! —gritó sin paciencia.
Ella se calló enseguida y asintió asustada.
Sintió como los mismos pasos de antes de alejaban y se dejó suspirar más tranquila, sin embargo, aún sentía al otro enfrente, muy cerca.
Se alarmó, pero no lloró ni dijo nada, sólo mantuvo la cabeza baja.
—Sigue así, te estás portando bien —avisó él, apacible. Se acuclilló enfrente de ella y al ver que se encogía no hizo más que suspirar —. No te haré nada.
—¿Por qué... por qué estoy a-aquí? —preguntó en voz baja, tímida.
—Por tu padre. Mi jefe sólo quiere que pague algo, y sabe que lo hará si te tiene aquí.
Su padre... no pudo evitar sentir la decepción otra vez. Ese hombre le había dado y daba todo, la cuidaba y amaba, sin embargo ella sabía que era un mafioso, de los más peligrosos.
Mafioso, narco, estafador... la peor mierda del mundo estaba reunida en un hombre, y ese era su padre.
Nunca iba a entender como alguien dulce, cálida y amorosa como lo era su mamá se había enamorado de él, que era todo lo contrario.
Sintió su garganta seca, así que se armó de valor y habló:
—Tengo sed —susurró.
Él la oyó perfectamente, así que se levantó enseguida y fue hasta una mesa algo alejada y agarró la botella de agua. Volvió con ella y le movió el envase enfrente de su rostro vendado para que supiera lo que tenía.
Suni asintió y abrió la boca, recibiendo el liquido de forma calmada mientras él lo mantenía sobre sus labios. Ella echó la cabeza hacia atrás y la botella se alejó inmediatamente de su rostro.
—Gracias —volvió a susurrar. Se sentía más tranquila y la tensión se había alejado bastante de su cuerpo, pues no parecía que fuera a hacerle daño, tal como le dijo.
El sujeto no dijo nada, sólo tomó las manos de ella y abrió sus dedos con cuidado por las ataduras, y terminó depositando la botella entre sus manos.
Se levantó y caminó lejos viendo de reojo como ella tanteaba a ciegas el envase y volvía a beber con esfuerzo.
Sonrió de lado saliendo de la habitación, cerró con seguro y guardó la llave en su bolsillo. No se fiaba de ninguno de sus compañeros, así que no se alejó mucho sólo para mantener vigilada la entrada y evitar cualquier incidente no autorizado.
Después de todo, le estaban pagando para mantenerla a salvo.
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