"Primer incidente"
Hyunjin había hablado con el director y, gracias a su forma clara y concisa de hablar, el hombre le había permitido su presencia en el lugar, además que no sabía nada sobre el secuestro y ese hecho lo había preocupado, así que aquello ayudó para su permiso.
Eso había sido hace horas y ahora mismo estaba sentado en una silla de piernas cruzadas, muy tranquilo y apacible mientras veía a algunos profesores y otras personas pasar por el gran salón de entrada. Los miraba a todos con atención, de cierta forma estudiando a cada persona, repasando mentalmente todo el informe con los datos personales de los ciento cincuenta trabajadores… Sí, se sabía ciento cincuenta fichas personales.
Tenía cubierto todo el entorno de Suni; casa, instituto, y hasta sus clases de tenis. De esa forma, podía cumplir mejor su trabajo, sin sorpresas ni imprevistos.
Miró su reloj, y en segundos el timbre sonó dando inicio al primer receso. Se quedó en su lugar con la vista fija en la escalera, y cuando vio bajar a la chica, su tensión se esfumó y se permitió estar tranquilo al tenerla a la vista. Ella caminó de forma tranquila por el salón de entrada y, cuando lo vio, se desvió para acercarse.
— ¿Estás bien? —le preguntó ella, refiriéndose al hecho de haber estado dos horas ahí sin hacer nada. Se preguntaba cómo hacía para no morir de aburrimiento ahí mismo pues al verlo, supo que él le había dicho la verdad al decirle que no se podía aburrir.
El morocho la miró y se preguntó por qué le preguntaba si estaba bien, cuando se supone que él debía decir aquello. Él debe cuidarla, preguntarle si está bien o si necesita algo, pero no, Suni se preocupaba demasiado por él, y no lo entendía del todo.
— Claro que sí —respondió enseguida.
— ¿Quieres qué te compre algo? —interrogó nuevamente.
— Suni, no tienes que preocuparte por mi ni por lo que siento, ese es mi trabajo —aseguró con cierto reproche.
— No tiene nada de malo, tampoco te trates como si fueras nada… no me gusta —declaró frunciendo los labios.
¿Cómo no hacerlo? Toda su vida había trabajado bajo órdenes, y toda su vida también había hecho lo que quería, porqué entrar al ejército, ser el mejor y matar a cientos y cientos de personas era lo que él quería hacer.
“Hyunjin, mata a éste…” y él lo hacía.
“Tortúralo hasta que suelte la verdad, luego lo matas…” y él estaba horas y horas torturando a alguien.
Y así, obedeciendo cualquier tipo de ordenes. Y ahora, obedecía las ordenes de una adolescente de dieciséis años que prácticamente apenas le ordenaba y encima se preocupaba por él. ¿Cómo reaccionar a eso? La única persona que se había preocupado fue Jiso, pues lo había salvado de una muerte segura. Quizá al sentirse en deuda con él, una enorme deuda, ahora se veía en la necesidad de dejarse manejar por su hija.
Lo estúpido e irracional era que no le molestaba, al contrario… le estaba gustando. Le estaba agarrando el gusto a ser manejado por esa cría, y se dijo a si mismo que iba a obedecer cualquier cosa que le pidiera.
¿Tan jodido estaba? Con las cosas que había hecho, visto y experimentado, se aseguró que ser controlado y manipulado por una adolescente no era tanto en comparación, pero sí que tenía su lado enfermizo.
No dijo nada, por primera vez se había quedado sin respuesta. Suni lo miró y suspiró.
— Iré al patio a terminar un trabajo —avisó. Él asintió en silencio y la vio alejarse.
Ella se sentó en una mesa que justo le quedaba a la vista, así que le agradeció internamente porqué podía verla desde ahí. La vio sentarse, abrir el libro que llevaba y empezar a escribir, hasta que repentinamente, un balón apareció de la nada y rebotó sobre la mesa, tirando algunas hojas. Por poco y no la golpeó a ella.
Suni dio un salto por el repentino golpe, estaba concentrada escribiendo cuando de la nada un balón de fútbol golpeó en su mesa, tirándole algunas hojas en blanco. Enseguida miró al responsable, pero él la ignoró y fue en busca del balón, ni siquiera le había pedido disculpas por el pequeño incidente. Se levantó del banco y se agachó para juntar las hojas sin poder mirar al chico.
En ese momento, Hyunjin apareció y se le adelantó al chico rubio que estaba a punto de recuperar su objeto de atención. Lo agarró, y cuando el adolescente se plantó enfrente de él para pedírselo, rápidamente sacó una navaja del bolsillo y lo clavó en el balón, destrozándolo al instante.
— ¡¿Cuál es tu problema?! —bramó el chico con rabia viendo como su pertenencia se quedaba sin aire en las manos de ese loco.
Suni los miró enseguida, preocupada. ¿Qué demonios hacía Hyunjin?
— Hyunjin, ¿qué…
— Pide disculpas —demandó. Esta vez no lo pedía como lo hacía con ella, no, esta vez era una orden palpable.
— ¿Qué? ¿Estás de broma? —indagó entre risas cargadas de burla. Volteó a verla y se mofó —. No tengo ganas.
A ella le dolió, ciertamente. ¿La consideraban tan poca cosa cómo para ni siquiera disculparse?
Hyunjin al ver esto, soltó el balón ya sin aire y guardó su arma blanca. Sin previo aviso, y de un ágil movimiento, lo agarró del brazo y ejerció una llave tan brutal, que causó que las piernas del mocoso temblaban y terminara arrodillado en el suelo, frente a ella.
— Pide disculpas —repitió entre dientes. El chico soltó un quejido —. ¡Hazlo!
— ¡L-lo siento! —gritó al borde de las lágrimas. Un poco más de fuerza, y su brazo se saldría, o hasta terminaría roto.
En ese instante, Suni salió de su impresión y se acercó a ambos, casi desesperada y temerosa.
— Hyunjin, suéltalo. ¿Qué haces? Maldición, déjalo, lo estás lastimando —pidió insistente.
Al oírla, lo soltó enseguida y el crío cayó hacia adelante, agarrando su brazo y soltando quejas.
— ¡¿Estás loca?! ¡Casi me saca el brazo! —gritó viéndola con odio y rencor.
— Lo siento, él… —intentó acercarse, pero la apartó de un manotazo.