"Alivio y tranquilidad"
La mujer no podía dejar el espanto y la incredulidad que sentía, aquella escena la había tomado por sorpresa. Demasiado. Nunca pensó ver a Suni así con ese chico, ya sentía ella que algo raro había. Siempre notó los cambios de él cuando hablaba con la adolescente.
— Mari —pronunció la chica nerviosa mientras se bajaba del taburete.
La mujer no la dejó decir nada más porque se acercó a grandes zancadas al morocho y de una fuerte cachetada le dio vuelta la cara, dejándole la mejilla roja.
— ¡Degenerado! —acusó entre dientes.
— ¡Nana, espera! —detuvo Suni rápidamente, colocándose entre ambos.
Hyunjin pasó saliva y respiró hondo para mantenerse tranquilo. Esa mujer no era nada para él, pero no podía hacerle daño ya que Suni la amaba. Debía mantenerse calmado y dejar que ella hable, porque sino él empeoraría todo con sus palabras.
— Suni, ¿qué demonios te pasa? ¿Sabes lo qué haces? —indagó la mujer totalmente furiosa.
— Te lo explicaré, pero por favor cálmate —pidió la adolescente con los ojos brillantes, suplicando con la mirada que se mantuviera tranquila.
— ¿A mi? No, se lo explicarás a tu padre —sentenció. La tomó del brazo y comenzó a tirar de la chica para sacarla de la cocina mientras ella se quejaba y negaba a ir, sin embargo no pudo seguir con su accionar porqué algo no le dejaba mover a Suni.
Hyunjin agarró el otro brazo de la castaña y miró fijamente a la mayor, enfrentándola.
— Con todo respeto, usted ni nadie puede separarme de ella, así que no pierda su tiempo —declaró sin soltar a la menor, en un agarre totalmente posesivo.
Mari lo miró un momento y terminó por soltar a la chica, pero se acercó a Hyunjin con la intención de golpearlo otra vez pero Suni se interpuso nuevamente.
— ¡Lo quiero! —bramó protegiéndolo. La mayor la miró con los ojos bien abiertos, deteniéndose frente a ella —. Nana, lo quiero, así que por favor déjame explicarte, puedo hacerlo —soltó rápidamente.
— Suni… —susurró ella sorprendida por lo decidida que estaba la menor. Retrocedió unos pasos y los miró.
— No le digas a papá, por favor —suplicó ella.
Si Jiso se enteraba, sería el fin, estaba segura que incluso olvidaría la confianza hacia Hyunjin y lo mataría. No, no podía saberlo.
— Hija, esto está mal, debe saberlo —aclaró ella con pesar, le daba pena ver a la adolescente a punto de llorar.
— No, no, tú lo conoces, va a matarlo. Por favor, no le digas, te lo puedo explicar —insistió mientras lloraba en silencio, temerosa y preocupada.
El morocho no decía nada, pero no le quitaba la vista de encima a Mari. ¿Iba a tener que matarla por interponerse? Seguramente Suni lo odiaría, pero si la mujer no cooperaba entonces no le dejaba alternativa.
Ni ella, ni Jiso, ni nadie iba a separarlo de Suni... ni siquiera ella misma.
Mari al verla llorar con tanta preocupación, terminó asintiendo en silencio.
Suni se limpió el rostro rápidamente y volteó a verlo, causando que él la mirara con angustia al verla en ese estado. Odiaba verla llorar, algo dentro de él se retorcía… como si pudiera sentir el dolor de ella.
— Por favor vete, hablaré con ella —dijo la chica viéndolo.
— ¿Estás segura? Esto es algo que debemos hacer ambos —opinó.
— No, puedo hacerlo sola, tranquilo.
Hyunjin suspiró rendido y no volvió a insistir, no quería alterarla más de lo que ya estaba. Depositó un beso en la frente de la chica ignorando por completo la cara de la mujer al ver aquello y sólo se fue, dedicándole una mirada de advertencia que Mari no pasó por alto.
En ese momento lo decidió; si la mujer no cerraba la boca, él mismo iba a matarla.
El morocho salió de ahí y Suni, con manos temblorosas, se sentó nuevamente en el taburete de antes. Su nana fue hasta el otro lado del desayunador y se arrimó para verla con atención, esperando que comenzara a hablar.
— Yo... —sonrió nerviosa mientras jugaba con sus manos algo ansiosa sobre la madera —, la verdad n-no sé como empezar —admitió con la mirada baja.
— ¿Tú sabes lo qué es ese chico? ¡Es un adulto! ¡Un asesino! ¿Crees qué no sé sobre él? Claro que sí, sé lo que ha hecho, sé la inestabilidad que tiene y sé que es demasiado grande para tí. Por Dios, hija, ¿qué estás haciendo? —soltó alzando un poco la voz, reclamando.
— Lo sé, sé todo eso —declaró con voz débil la castaña —, pero lo quiero.
— ¡Ya basta Suni! No lo quieres, sólo que te sientes protegida, pero no lo quieres —señaló exasperada.
— Lo quiero —repitió levantando la mirada, segura y firme —. Nana, tú sabes bien lo que he pasado, lo sola que siempre estuve, ¿cuándo traje una amiga a la casa? ¿Cuándo tuviste que hacer la merienda para qué yo comparta con alguien? Nunca, porque jamás tuve amigos, todos tienen miedo de relacionarse conmigo porque ya saben quien es papá. ¿Sabes lo difícil qué es recibir miradas de rechazo y repelús de mis propios compañeros? ¿Lo sabes? —recriminó ya molesta, no podía evitar molestarse o alterarse cuando mencionaba aquello pues la hacía sentir horrible —. Sé que Hyunjin es mucho mayor que yo, sé que ha matado gente, sé que es algo inestable y difícil de tratar, pero él me hace olvidar la soledad, me hace sentir bien, cuida de mi y me da cariño. Joder, ¿qué no es suficiente?
— ¿Y si te hace daño? ¿Y si un día lo haces enojar y te hace daño? ¿Qué pasará entonces, Suni? Dime —exigió mientras hacía un gesto con las manos, insistente.
— Él no me hará daño, lo sé —aseguró ella.
— ¿Te lo ha dicho y por eso ya le crees? No seas ingenua, pequeña, él puede decirte muchas cosas —declaró riendo sin humor —. Tienes dieciséis años, ¿recuerdas? ¡Dieciséis! Aún eres inocente y crees todo, pero un día...
— Hyunjin me ama, y sé que no me hará daño, le creo —dijo entre dientes.
— Por Dios, no puedo creerlo —masculló frustrada. Se alejó de la madera y caminó un poco —. Suni, por favor, piensa bien lo que haces. No es algo para tomarse a la ligera, es serio.