"El llamado"
Durante el viaje de vuelta Suni no le había vuelto hablar al morocho, cosa que lo hacía sentir peor, sabía que había metido la pata.
Había intentando tomar la mano de ella durante el viaje de regreso, pero la adolescente apartaba la mano y la dejaba sobre su regazo sin decirle nada.
Al llegar a casa, Suni se bajó rápidamente del vehículo y sin decir nada a nadie se adentró a la casa, dejando algo desconcertados a sus padres.
Hyunjin la miró desde la entrada, aguantando las ganas de subir corriendo detrás de ella, pero no podía porqué sus padres seguían ahí.
— ¿Necesita algo más? —preguntó ansioso viendo al mayor.
— No, ve a descansar tranquilo —cedió Jiso mientras se quitaba el saco.
Hyunjin asintió y subió a pasos rápidos. Se dirigió directo al cuarto de Suni, pero cuando quiso abrir la puerta esta no cedió gracias a que estaba cerrada con llave.
— Suni, abre la puerta —pidió pegado a la madera.
— Voy a dormir, vete —oyó desde el interior.
— ¿De verdad vas hacer esto? Por favor amor, habla conmigo —suplicó.
Sin embargo, no hubo respuesta. Suspiró frustrado y se alejó de la puerta. Arrastrando los pasos caminó por el pasillo hasta entrar a su habitación, se quitó el saco de mala forma y lo tiró a un lado lleno de frustración.
Fue hasta la cama y se sentó a los pies mientras sostenía su cabeza, comenzaba a dolerle un poco y no sabía si aquello era por lo acontecido hace un momento, o por lo mucho que estaba temiendo justo ahora.
¿Y si Suni por despecho lo dejaba?
Negó con la cabeza sonriendo levemente; sabía que ella estaba molesta, pero no podía pensar en ella de esa forma. La chica no era así, solía ser más madura que eso así que Hyunjin se dio cuenta, con mucho pesar, que sus palabras ciertamente la habían lastimado.
— Idiota —susurró tirándose hacia atrás viendo el techo. Cerró los ojos un momento y se quedó ahí, pensando que iba a tener que disculparse de mil maneras con ella por su estupidez.
Al día siguiente Suni se despertó algo tarde, le había costado dormirse así que estuvo dando vueltas durante un buen rato.
Se removió en la cama todavía algo somnolienta y se quedó ahí de costado, haciendo nada en realidad, sólo viendo la pared algo ida.
Suspiró y se levantó desganada. Se metió al baño y duchó para terminar de despertarse completamente. Salió al poco tiempo y sin preocuparse mucho por su apariencia salió del cuarto.
Comenzó a bajar las escaleras mientras cubría su boca gracias al bostezo, teniendo cuidado de no tropezar y rodar hasta la sala.
— Suni —llamó Hyunjin levantándose del sofá como un resorte cuando la vio aparecer.
Había estado las últimas dos horas haciéndole guardia para hablar con ella, pero no pensó que la chica simplemente pasaría de largo y lo ignoraría olímpicamente. Eso había dolido.
La castaña entró a la cocina y se dirigió a la nevera para sacar la leche y desayunar sola, ya que eran casi las once de la mañana y Mari ya no estaba en la cocina.
Hyunjin entró rápidamente y cerró la puerta, dispuesto a hablar con ella y arreglar las cosas.
— ¿Vas a ignorarme por más tiempo? Intento arreglar las cosas —reclamó él con molestia.
— Intento comer, ¿puedo? —indagó la voz femenina cargada de fastidio mientras revolvía los cereales dentro del tazón. Realmente le gustaba desayunar tranquila y en paz.
El morocho bajó la vista al recipiente y de un rápido movimiento lo alejó de ella.
— Oye, ¿qué haces? —cuestionó frunciendo el ceño. Estiró ambas manos e intentó recuperar su comida, pero Hyunjin lo alejó nuevamente —. No seas pesado, Hyunjin.
— Yo lo haré —declaró con amago de sonrisa.
Suni iba a preguntarle a qué se refería, pero lo vio levantar la cuchara y dejarla en el aire apuntándole. Hyunjin la miró con ambas cejas elevadas, insistiendo de forma silenciosa para que accediera. No podía evitar sentirse como un infante, pero fue lo primero que se le ocurrió para tener la atención de ella porque estaba seguro que no iba a tomarlo en cuenta.
Y ella sabía muy bien que Hyunjin odiaba que lo ignorara, puesto que él quería que ella siempre estuviera prestándole atención, como si fuera un nene pequeño que hace travesuras al mínimo descuido.
Suni no sonrió ni cambió su rostro inexpresivo, seguía dolida con él. No era enojo lo que sentía, no podía enojarse por oír la verdad porqué ella tenía muy presente su edad.
Sabía que era una niña, bueno, ahora ya no tanto teniendo en cuenta lo que había pasado con él, pero fue eso mismo lo que la ofendió tanto.
Si Hyunjin la veía cómo una niña, ¿por qué simplemente no la trataba cómo tal? Y eso significaba, de forma obvia, ya no seguir con aquello. Y por mucho que le doliera, quizá ella había perdido por completo la razón al permitir que todo se haya descontrolado.
No sabía si era una buena idea recuperar justo ahora la razón, porque ciertamente sentía algo fuerte por él.
Lo miró con la insistencia plasmada en el rostro, incluso vio algo de suplica así que suspiró y abrió la boca echando la cabeza levemente hacia el frente.
El morocho sonrió alegre y llevó la cuchara hasta la boca de ella, teniendo cuidado de no golpear sus dientes en el camino.
El silencio reinaba entre los dos, él estaba muriendo de nervios. Joder, que aunque Suni ya era suya no podía evitar ponerse en ese estado de adolescente enamorado, y ahora que debía arreglar su estúpido error todo era peor. Tenía un caos dentro suyo…
— Lamento lo que dije, no quise lastimarte —soltó cohibido, desviando la vista a cada tanto.
— Hyunjin —llamó ella manteniendo su expresión neutral. Él la miró al instante —, si tú de verdad me ves de esa forma, entonces no le veo el sentido a seguir con esto —sentenció.
— ¿Qué? ¿D-de qué hablas? —balbuceó nervioso. Dejó la cuchara dentro de los cereales a medio terminar y miró con más atención a la castaña.