"El vídeo"
Suni llevaba media hora sentada en el sofá sin decir nada. Abrazaba sus piernas y mantenía la vista baja, pero no era por depresión o angustia aunque aún estuviera afectada por lo sucedido hacia una semana atrás.
Ahora vivía con Hyunjin en su departamento y todo seguía igual.
Hyunjin comenzaba a dejar de lado la culpa por la decisión de hacer lo posible para que Suni mejorara su estado de ánimo, cosa que estaba funcionando un tanto ya que ella se notaba un poco mejor.
Lo que él desconocía, era que la chica había decidido no dejarse vencer por la depresión, era doloroso todo y le iba a costar salir, pero iba a ser lo posible para mantenerse en alto. Eso hubieran querido sus padres, ¿no? Y ella siempre fue una buena hija que los obedecía, y esta no sería la excepción... aunque ellos ya no estuvieran con ella.
En el momento que el morocho salió de su ducha y la vio encogida sobre si misma, rápidamente pensó que estaba teniendo otra crisis de tristeza, pero no, ella estaba más pensativa que otra cosa.
Se sentó frente a una silenciosa e inmutable adolescente, la miró con atención y se quedó en silencio un momento.
— ¿Estás bien? —preguntó luego de unos minutos.
Suni levantó la cabeza y lo vio ahí; con el torso desnudo y el cabello negro todavía húmedo. En otro momento se le hubiera tirado encima para revolcarse en el sofá sin miedo, pero ahora mismo su apetito sexual se había ido de vacaciones y no sabía cuando iba a volver.
— Estaba pensando —comunicó ella viéndolo. Se llevó un dedo al labio inferior y lo movió de un lado a otro con duda —, las cámaras de la mansión nunca se apagaban, ¿verdad? —indagó.
Al instante Hyunjin se tensó horriblemente. No pudo evitar voltearse hacia el frente y agarrarse la cabeza con las manos totalmente alterado, sin embargo no levantó ninguna sospecha en la chica cuando susurró que le había dolido la cabeza de golpe. Joder, que era cierto, pero no por algo natural sino que el terrible temor y alteración hicieron mella en él y ahora estaba a punto de entrar en la desesperación.
Demonios, olvidé las cámaras. ¿Cómo demonios pasó?
— ¿Seguro qué sólo es un dolor de cabeza? Estás pálido, ¿deberíamos ir al hospital? —preguntó preocupada mientras se aproximaba a él y tocaba su mejilla con ternura.
Hyunjin al instante, por mero impulso, se colocó de pie y dejó algo confundida a la castaña.
— Estoy bien —aseguró sonriendo. Se sobó las sienes y balbuceó por lo bajo —. Tienes razón, debería ir a buscar las grabaciones para saber que fue lo que pasó —agregó.
— Iré contigo.
— ¡No! —Suni lo miró con ambas cejas alzadas, expectante. Él rápidamente carraspeó nervioso y sonrió de la misma forma —, no hace falta. Puedo ir solo, vendré apenas las tenga.
— Pero...
No la dejó hablar porque corrió al cuarto y se colocó rápidamente una camiseta azul marino junto a su calzado. Agarró las llaves del coche y besó castamente a Suni en los labios, asegurándole volver enseguida. Ella asintió todavía algo desubicada y lo vio irse del departamento luego de cerrar con llave la puerta.
Hyunjin corrió por el pasillo del edificio hasta llegar a las escaleras, no estaba dispuesto a esperar el ascensor así que corrió escaleras abajo. Llegó al portal y abrió la gran puerta que daba al estacionamiento trasero. Fue hasta su auto rápidamente y se subió, arrancó y en sólo segundos ya estaba yendo de regreso a la mansión Kang.
Era sabido que todo estaría cerrado ya que hace varios días atrás vio en las noticias que la policía había estado en el lugar. Sólo esperaba que los investigadores fueran unos grandísimos idiotas como para olvidarse de revisar la sala de seguridad.
— Joder, si el único idiota soy yo —murmuró mientras le daba un golpe al volante —, ¿cómo mierda olvidé las cámaras? ¡Mierda! —bramó frustrado consigo mismo.
Debía deshacerse de esas grabaciones, no podía arriesgarse a que llegaran a manos de Suni. Destruiría todo y luego diría que simplemente estaba todo destruido, después de todo, ella no fue a la sala de seguridad y no tiene cómo contradecir aquello.
Se obligó a retomar la calma mientras conducía.
Pasados unos diez minutos, llegó a la mansión, pero el portón principal estaba con cadena, seguramente la policía quería asegurarse de que nadie entrara. Bufó, tuvo que rodear la propiedad y detenerse en la entrada del patio trasero.
Se bajó del coche y se acercó al portón. Estaba cerrado también, pero era más fácil y accesible para saltarlo, así que se subió y lo escaló un poco hasta poder subirse y cruzar.
Sus pies chocaron contra el suelo con un sonido seco y fuerte al aterrizar, pues no era precisamente un portón pequeño y no le quedaba de otra que tirarse.
Ignoró el ligero dolor en la planta de sus pies, se quedó contra uno de los árboles cercanos a él y se fijó que no hubiera nadie. Todo estaba desolado, así que rápidamente corrió a la puerta corredera de la cocina, sin embargo estaba cerrada desde el interior así que sin dudar le dio un codazo con la suficiente fuerza como para romper el vidrio, pasar el brazo y quitar el seguro.
Entró haciendo crujir los pedazos de vidrio debajo de sus pies y sin perder tiempo fue hasta la sala de seguridad.
Comenzó a buscar como loco las grabaciones, pero se dio cuenta enseguida que ahí no estaban.
No le costó llegar a la sencilla conclusión de que alguien se le había adelantado y se las había llevado.
Dio vueltas por el lugar comenzando a perder la compostura. Eso no podía ser, ¿quién se las llevó? Debía ser la policía, no se le ocurría otra.
— No fueron tan idiotas, después de todo —dijo sonriendo con mofa, pero enseguida le dio una patada al armario frente a él intentando desquitarse un poco.
No le quedaba de otra que ir a buscar esas putas grabaciones.
[...]