Limerencia

Capítulo 1

Christian.

Llegué a California a las 8:30 de la mañana, y a casa de mis padres 30 minutos después.

No tenía mucho que hacer ahí, había terminado el bachillerato hace tres años y desde entonces no había caminado por las calles de esta ciudad. Pero quería hacerlo, esperaba a poder desempacar mis cosas para salir a caminar.

Mientras tanto no tenía más opción que permanecer en casa y observar la molesta actitud de mi hermano; Javier.

El cual podíamos identificar perfectamente con la palabra mujeriego.

-¡Javier! – Gritó una voz aguda desde la puerta, había llegado hace menos de una hora, y del cuello de mi hermano ya colgada una rubia que no paraba de decir cuan emocionada estaba de verlo.

-Christian - Me llamó mi madre instantes después, bajando las escaleras con una sonrisa que fue desapareciendo conforme la imagen de su hijo menor se visualizaba frente a ella – quizá quieras subir a tu habitación, la arreglé antes de que vinieras – Me sonrió y yo agradecí, tomé las maletas con ambas manos mientras subía los escalones y escuchaba como mamá preguntaba por la chica junto a mi hermano, quien suponía nunca antes había visto.

Abrí la puerta y dejé a las mochilas caer en la cama, pasaron 15 minutos guardando ropa cuando Javier subió a su habitación, que estaba justo frente a la mía.

En realidad no había llevado demasiada ropa, estaría en California un mes y después regresaría a Seattle para terminar con el último año de universidad.

Coloqué las mochilas a un lado dando por concluida mi labor, me daría una ducha y después me iría.

Pero antes de que pudiera hacer algo; llamaron a la puerta.

-¡Javier!, ¿Puedes abrir? – Exclamó mamá desde la cocina, pero mi hermano estaba demasiado absorto en sus audífonos como para escucharla.

Rodee los ojos y bajé hasta la puerta para abrir, podía asegurar que se trataría de otra chica buscando a mi hermano.

Y no me equivoqué.

Era una chica.

Pero de todas... la única que no quería ver en el porche.

No esperó a nada y se lanzó a mis brazos, dejándome sin palabras.

 Era Natalia Marquez, una chica que había conocido en bachillerato y dudaba que se encontrara en ese lugar por mi. 

¿Acaso ella era otra más de sus conquistas?

Se separó al percatarse de su error, y abrió sus ojos con sorpresa al reconocerme.

-¿Christian? – Preguntó.

Sus mejillas estaban sonrojadas gracias a su impulso, lo que me hacía comprobar que Natalia era completamente diferente a las demás chicas con las que Javier salía.

La había conocido hace tiempo, lo suficiente como para saber que no merecía ser lastimada por nadie.



 

Natalia.

Me separé de él con las mejillas ardiendo.

Era el hermano mayor de Javier, a quien era difícil verle.

No lo conocía demasiado, pero le recordaba muy bien por la escuela.

Él era mayor que yo y mis amigas, pero eso no evitaba que les robara el sueño a las pobres.

Oía hablar de Christian noche y día, pero tan solo pude hablar con él un par de veces, solía tener un círculo cerrado de amigos, nadie podía siquiera pensar en acercarse y las veces que alguien lo hacía; su actitud fría y cortante terminaba por acabar con las conversaciones en un tiempo record.

Excepto conmigo.

Nunca lo hablé con nadie, pero un día me encontré con él en la biblioteca.

Estaba tan sumergida en mis libros de biología que me fue imposible percatarme de cuando se había sentado frente a mí, pues todas las demás mesas estaban ocupadas.

Yo estudiaba para un examen, así que lanzaba preguntas al aire, con la esperanza de encontrar una respuesta en el texto.

No fue muy necesario pues Christian contestó casi todas.

Y me fue cómodo.

Claro que después de ello no volvimos a conversar en meses, y cuando lo hacíamos, era siempre a solas, en silencio.

Pero él se fue, y un año después compartí una clase con Javier, y ahora, comenzábamos a salir.

-¿Cómo has estado? – Pregunté, ocultando mi evidente incomodidad.

Pero no fue necesario hacerlo por mucho tiempo, pues Javier bajó las escaleras con apresuro y una sonrisa forjada en sus labios.

-¡Natalia! – Sonreí de oreja a oreja, y caminé unos pasos hasta envolverlo en un abrazo.

Pude ver por el rabillo del ojo a Christian desaparecer por las escaleras, con la vista perdida en su celular. Las puntas de mis ojos se corrieron hacia abajo, a él no le interesaba en absoluto que pasara en mi vida.

Me separé un poco de Javier, observando sus ojos y dejando que el observara los míos con una sonrisa.

-¿Quién er... - Anabel salió de la cocina, deteniéndose en seco, observándome – Natalia – Sonrío con tristeza, al ver mi mano entrelazada a la de Javier.

- Buenos días Anabel – Le devolví la sonrisa – Huele delicioso – Dije, percibiendo el aroma de su comida.

-¿Quieres quedarte a desayunar? – Preguntó.

Hace unas semanas había visitado a Javier, pero él no se encontraba, por lo cual pasé la tarde con Anabel, nos dio tiempo de conocernos perfectamente, sin embargo, después de ello siempre que me veía junto a su hijo parecía verme con tristeza.

Pero sabía que se trataba de una mala pasada de mi mente, por lo cual decidía ignorar eso.

-En realidad es una excelente idea – Habló Javier a mi lado, soltándome – Puedes ayudar a mi mamá, saldré media hora, pero en seguida regresaré – Tomó mis hombros y besó mi frente.

Vi un rastro de objeción en el rostro de Anabel, pero decidió dejarlo así.

Entré a la cocina atrás de ella, quien en seguida me pidió que cortara las verduras para la comida.

Estuvimos ahí un buen rato, hasta que escuché un ruido detrás de mí, y al observar que había sucedido pude ver como -por un descuido- Anabel tiraba el recipiente en donde guardaba la comida.

-No puede ser – Habló Anabel sujetando con una mano sobre la frente – No hay remedio – Se agachó dispuesta a juntar cada pedazo, y justo cuando mi incliné para ayudarla ella me detuvo.



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En el texto hay: romanece

Editado: 01.05.2019

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