Andromeda
Han pasado nueve meses desde la última vez que tuve contacto con Dahlia o Isaac. Todo ha ido de maravilla, demasiado bueno para ser verdad.
Me encuentro con Malcom y Anyka decorando la sala de estar. Mañana llegarán Lydia, Charles y Mitch para celebrar el cumpleaños número uno de Lukah.
Lukah es un niño bastante inteligente, siempre logra lo que quiere, aunque es un poco tímido. No habla mucho, solo dice cosas básicas como papá, comida, agua y hasta tía. Pero pídele que diga "Romy" y se queda callado como si el gato le comiese la lengua.
Jay y Sebastian fueron al parque a pasear a Brutus, admitiré que el perro se ha convertido en un gran compañero.
Tengo que terminar de hacer el pastel en menos de una hora, porque Seb me ha dicho que me llevará a cenar a un restaurante a las afueras de la ciudad. Después de batir todos los ingredientes meto el pastel en el horno y pongo la alarma.
— Malcom cuando suene la alarma saca los moldes del horno, y escúchame bien, solo los tienes que sacar y dejar enfriar en el mostrador. Nada de "intentar" decorarlos, ni hacer "control de calidad".
Malcom solo me aleja con su mano y sigue hablando por el teléfono con Patrick, su nuevo novio. Juro por Hécate que si deja quemar el pastel lo pondré a dormir con Brutus en el jardín, y Brutus es muy territorial.
Subo a mi habitación y me decido por un vestido negro. Es elegante y atractivo. Tendré a Sebastian babeando. Me pongo unos pendientes de diamante y un collar a juego. Recojo un poco mi melena rubia y aplico una decente cantidad de maquillaje. Escucho a Brutus ladrar en el patio así que ya llegaron. Me doy un último vistazo en el espejo y bajo a la sala de estar. Sebastian se encuentra en el sofá en un traje negro con camisa blanca por dentro.
— Se ve muy apuesto señor Corvus. —le doy un beso en los labios y el me devuelve el cumplido.
Me despido de Jay, Malcom, y un distraído Lukah. Antes de salir por la puerta le advierto a Sebastian que si quema mi maldito pastel lo acabaré.
Sebastian maneja unos cuarenta minutos hacia las afueras de Krasnodar. Se detiene frente a un restaurante que reposa en el borde de un acantilado.
Es hermoso.
Entramos al lujoso restaurante y una joven nos guía a la azotea. Cuando subimos me encuentro con un camino de rosas y velas. En el centro hay una mesa redonda con una vela en el centro.
Mierda.
Sebastian toma de mi mano y me guía a mi silla. La joven de hace unos momentos nos sirve a ambos unas copas de vino blanco. Pasamos la mayoría de la velada charlando de cosas de nuestra vida cotidiana como, la destreza de Lukah para bailar al ritmo del viejo McDonald. Que tan bien nos cae el novio de Malcom y la escuela para extranjeros a la que asiste Jade.
Sebastian se muestra calmado, pero puedo ver cómo está a punto de vomitar las palabras que me ha querido decir toda la noche.
— Andromeda, tengo algo muy importante que preguntarte. —dice mientras su mano busca algo en su bolsillo y saca una pequeña caja de terciopelo rojo.
Antes de que pueda seguir lo interrumpo.
— Sebastian no quieres hacer esto, yo... —intento buscar las mejores palabras pero no las encuentro— Yo no sirvo para eso, vas a estar atorado conmigo toda tu vida. ¿Estas seguro que quieres eso?
— Vaya Romy tu si sabes como interrumpir una propuesta. Pero respondiendo a tu pregunta, si, quiero estar "atorado" el resto de mi vida contigo porque te amo.
Mis ojos se aguan y una sonrisa se forma en mi cara involuntariamente.
— Okay puedes seguir. —digo riéndome para calmar mis nervios.
Sebastian se levanta de su silla y camina hasta estar frente a mi. Se arrodilla y abre la caja mostrándome un bellísimo anillo.
— Andromeda Etoile Ajax, desde el primer momento que te vi supe que cambiarías mi vida, aunque nunca imaginé que para mejor. ¿Me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Las palabras se quedan atascadas en mi garganta y le respondo con un apasionado beso.
— Te amo Seb.
Quien lo diría, me acabo de comprometer con la persona que debí asesinar hace mucho tiempo, pero eso ya no me importa. Mi vida por fin esta bien.