Linaje Roto

Capítulo 11. (EDITADO)

Año 3020. Actualidad. Mundo humano. Rabat, Marruecos


-Axia, tú...¿Lo sabías no? Él es un monstruo, conocías la existencia del gremio y a lo que se dedicaba y aún así no hiciste nada, me lo ocultaste.- El tono de Elena sonaba dolido.

Siempre había considerado a Axia como su mejor amiga y ahora se daba cuenta de que al parecer estaba equivocada ya que había preferido ocultarle toda la verdad.

-Si el señor se entera de que usted intenta liberar a esas criaturas, no sé muy bien que cosas horribles le hará. Se atrevió a golpearla muy fuerte...- Axia sonaba preocupada.

Pero el señor había sido claro con ella, si quería mantener a salvo a lo que quedaba de su tribu tenía que callarse sumisamente y aceptar todas sus órdenes.

Y en la actualidad, muchos años después, cuando Axia se había dado cuenta de la dolorosa verdad, de que su tribu había sido aniquilada por los cazadores que ella consideraba sus amigos, el mundo se le cayó encima. Ahora al menos, había encontrado una persona a la que proteger y cuidar.

Su señora era tan predecible que ella estaba segura de que iba a hacer algo por todas esas pobres y encerradas criaturas y viendo que no iba a poder cambiar su opinión Axia soltó un largo suspiro de rendición y se sentó a su lado dispuesta a apoyarla.

Si Elena le pedía ayuda, ella, sin lugar a dudas lo haría pero en esos momentos ni siquiera sabía como su débil maestra podría rescatar a alguien cuando no era capaz ni de salvarse a si misma.

-Me disculpo mi señora...- Elena trató de volver a confiar en su sirvienta una vez más cuando esta le cogió las manos con ternura, como siempre hacía cada vez que quería tranquilizarla.

-¿Por qué me escondiste la verdad? ¿Quién eres? ¿Hay algo que deba saber que no me has dicho? Axia...sabes que puedes confiar en mí, siempre te protegeré, no dejaré que te pase nada malo...- Elena sentía que ahí había gato encerrado ya que Axia siempre le había sido leal.

Sus mirada felina se centró fijamente en los ojos negros de Axia fijamente y acomodándose de nuevo en la gran cama de matrimonio, Elena se preparó para escucharla.

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Axia era la hija del jefe de una tribu nativa africana muy próspera que vivía en territorio cargado de plata, con una gran mina que solo ellos conocían y adoraban como un regalo de los dioses.

Su madre era la chamán de la tribu, descendiente de una poderosa bruja con verdaderos poderes de adivinación y clarividencia que ayudaban a predecir con exactitud donde cavar para seguir consiguiendo riqueza y mantener así la prosperidad de la tribu.

Y los humanos, aquellos malditos en los que ella confió cegada por la curiosidad arrasaron con absolutamente todo lo que poseía, la traicionaron.

La convirtieron en una letal cazadora, la amenazaron con la vida de toda la tribu y usaron el don de su madre para capturar criaturas inocentes para ese codioso sultán que también se reembolsó toda plata de sus queridas minas.

Al final, su pueblo desapareció completamente de la noche a la mañana, y la propia Axia ni siquiera sabía cuándo o cómo había pasado. La engañaron haciéndola creer que su tribu seguía segura, pero eso fue una gran mentira que ella, como una idiota se creyó.

Sus manos estaban manchadas de sangre y tras descubrir la verdad Axia decidió renunciar a ser cazadora pasando a ser una simple sirvienta con la idea de venganza.

Ahora, Axia le era completamente leal a su señora, a la que deseaba proteger fervientemente, pues era un vivo recuerdo de su fallecida hermana.

Para proteger a Elena, le había ocultado todo sobre los cazadores. La había cuidado en silencio todos esos años y ahora que todo había salido a la luz, viendo que era inútil tratar de frenar a Elena, al menos la ayudaría.

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Elena se tocó la cabeza, en la que sentía un punzante dolor y trató de comprender a Axia.

-Está bien, Axia, supongo que es un secreto que querías guardar. Todo el mundo los tiene e inclusomyo guardo alguno. Ni siquiera conoces algo de mi pasado y aún así estás dispuesta a tanto por mí que me siento conmovida...- Elena no pudo terminar la frase porque Axia la hundió en un cálido abrazo.

-Eso no importa señora, siempre la seguiré a donde quiera que vaya.- Las palabras dulces de Axia y su calidez la tranquilizaron.

-¿Tienes armas de cuando eras una cazadora?-

Axia asintió y se fue al jardín para volver con una enorme bolsa de viaje negra llena de tierra tratando de no mostrar el orgullo que le producía su gran colección y con una sonrisa altiva miró a su señora esperando verla sorprendida.

Pero la que se sorprendió fue ella cuando Elena comenzó a colocar todo el armamento sobre la cama.

-Señora, esto es muy peligroso, solo dé la orden y yo misma iré a liberar a los rehenes.- Axia estaba asustada.

¿No pretendería su señora armarse e ir personalmente al palacio, no?

Elena era débil ante sus ojos y alguien así no podría matar a los guardias bien entrenados que custodiaban la colección del monarca.

Pero Elena mientras negaba con la cabeza le dio a entender a Axia que tenía otros planes, iba a hacer algo peligroso.

Elena se mantenía en forma aunque a pesar de eso Axia no habría sido capaz de adivinar nunca todo lo que Elena podría hacer.

Ahora vestida como una guerrera Axia comprendió que el pasado que su señora no se atrevía a mencionar no podía ser menos complejo que el suyo.

Elena comenzó a armarse como toda una profesional mientras murmuraba:

-Vístete Axia, nos vamos.-

Axia se sorprendió al ver que su señora no temblaba ante la idea de infiltrarse en la casa real mientras que ella estaba muerta de nervios puesto que nunca en su vida se había planteado infiltrarse en el lugar con mayor seguridad de todo Marruecos, ¡Ni que estuviera loca!

Su señora siempre había sido sumisa y débil, pero esa decisión en su mirada, le indicaba que ella tenía experiencia suficiente como para no temer a nadie.




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