• VISITAS •
Para cuando llegué a casa me encontré con la visita inesperada de Cecil, quien estaba sentada en las escaleras, se veía algo triste, aunque a simple vista parecía tener una sonrisa agradable en su rostro, la cual, obviamente era fingida.
Al verme llegar se puso de pie y caminó hacia mí mientras me saludaba desde la distancia. Itan simplemente pasó por su lado.
La miré observarme, sabía que tarde o temprano ella me cuestionaría por la herida en la cabeza así que, sin darle tiempo, me apresuré a darle un poco de información. No demasiada pero sí la necesaria.
—Fue un accidente. —Le dije al entrar en mi habitación—. Estaba peleando con Itan...
Por unos momentos guardé silencio. Aún me dolía recordar sus palabras.
—¿Accidente? ¿Peleando?
Su tono de voz había sonado preocupado.
—Sí —respondí—. Aunque es una larga historia —dije y un largo suspiro salió de mis labios, no quería volver a recordarlo así que cambié el tema de repente—. Cecil, ¿por qué estás aquí?
Ella me miró triste, luego esbozó una media sonrisa.
No me fue difícil suponer a qué se debía, su cita seguramente había sido un completo desastre.
—Está bien —dije al abrazarla.
A pesar de que ella era una de las mejores chicas que podían encontrarse a la redonda, Cecil siempre tenía mala suerte con los hombres.
—Ese tipo es un idiota. Mira que despreciarte... —dije de buena manera, sin embargo, su sarcástica respuesta me descolocó.
Ni siquiera supe el instante en el que habíamos dejado de hablar de ella y comenzamos a hablar de mí.
—Lea, eso es lo mismo que yo digo de ti. ¿Cómo es posible que tú desprecies a alguien como Matthew? Digo, lo entiendo de mí. Los chicos de ahora solo quieren puro sexo, pero ¿tú? No entiendo porque no le haces caso. Él se ha esmerado demasiado por ti. Yo estaría feliz por qué alguien como él se preocupará tanto por mí, así como él lo hace por ti.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—¿Pues de qué más? De ti y de Matthew —respondió—. ¿Por qué no aceptas su invitación?
—¿Invitación? De qué hablas. ¿Cuál invitación?
Cecil torció una gran mueca en sus labios, luego continúo:
—A la del baile, por supuesto.
—¿Cómo sabes eso? —espeté, mirándola de forma una molesta y desde la orilla de la cama.
¿Cómo era que ella lo sabía?
—Eso no importa —dijo—. Lo que importa es que lo sé. Lea, tú no lo notas, pero te he visto sonreír cuando estás con él y a pesar de que intentas ponerle mala cara no lo haces, al contrario, he visto cómo te sonrojas.
—¿Qué? Yo no...
—¡Ay, claro que sí! Y créeme cuando te digo que no hay nada más en este mundo que él desee que ir a ese baile solo contigo.
—No seas absurda Cecil —dije—. Hay muchas otras chicas a las cuales él podría invitar.
—Pero él solo quiere ir con una.
Jamás había odiado a Cecil tanto como en esos momentos. Ella siempre estaba insistiendo en que debía de darme una oportunidad con los chicos, que no todos eran iguales, pero la verdad es que lo eran o al menos no había conocido a nadie diferente.
—Vamos amiga, date una oportunidad, solo una y si no funciona... Prometo que no insistiré más.
Suspiré, odiaba que ella fuera tan insistente.
—Está bien —dije—. Lo pensaré, aunque no prometo nada y por favor ya, dejemos de hablar de él.
No me sentía muy cómoda hablado de Matthew, aunque hubiera preferido seguir con el tema ya que después de eso Cecil me abordó con otro tipo de asuntos hasta que finalmente se aburrió.
Un poco más tarde cuando ambas nos estábamos despidiendo fuera de mi cuarto pude escuchar algo extraño. La curiosidad me invadió. En la estancia se escuchaban dos tipos de voces, había reconocido a una de ellas, pero de la otra no tenía idea. Sonaba demasiado fuerte, como la de un hombre verdaderamente maduro, sensual.
Me torné pensativa, si le ponía aquel tono gangoso aquella voz, sonaba justamente como él.
Mi ceño frunció.
¿Qué demonios hacía él aquí?
Confundida, bajé hacia la sala seguida por Cecil, quien se quedó parada al inicio de las escaleras mientras observaba con los labios entreabiertos la perfecta silueta y belleza de aquel molesto sujeto.
No estaba equivocada, sabía que aquel intruso que platicaba con mi abuela era mi tonto vecino que en estos momentos sonaba completamente diferente, su voz había sido fluida y suave, pero al mismo tiempo fuerte.
Él me miró.
Sus ojos negros estaban totalmente clavados en los míos. Me sonrió un poco y como no conociéndome, se presentó.
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Editado: 10.08.2020