• CONSENTIMIENTO •
La mayoría de las heridas que tenía sobre mis hombros comenzaban a lastimarme. Sentía un terrible dolor cada vez que intentaba retirar cada una de las astillas que me desgarraban como si fueran una especie de cuchillo. Apreté los ojos y me maldije entre un par de lágrimas.
Estaba parada frente al espejo observando mi espalda.
No había sido un sueño, Amelia me había dejado muy en claro su amenaza y ahora la maldita me había dado un ultimátum al haberme dado a elegir. Amaba a mi familia sí, pero también Edward me importaba.
—¿Qué voy a hacer? —susurré observando los gestos que hacía a través del espejo, aunque era obvio. Sin embargo, no estaba dispuesta a hacerlo, algo diferente a “eso” se me tendría que ocurrir.
¡Maldición!
¿Por qué todo se estaba volviendo tan difícil?
Miré la última de las esquirlas y de pronto, como si la hubiera llamado con el pensamiento mi abuela entró y, aunque me di vuelta ella ya me había visto.
Suspiré.
De nada me servía ocultarle mis heridas.
Me escudriño con la mirada y sin darme la oportunidad de hablar bajó a toda prisa alardeando que me llevaría al hospital y quizá debía de hacerlo, mi apariencia no era muy buena en estos momentos; mucho menos lo fue cuando a través del espejo miré a Lawrence.
Aquel maldito vampiro estaba parado bajo el marco de mi ventana.
Me giré y lo vi aún más, se veía algo siniestro con aquella gabardina larga y negra desde el punto en donde yo me encontraba; sus grandes ojos escarlata destellaban con peligro en medio de la oscuridad que había traído consigo.
Contuve la respiración y sin moverme de mi lugar clave la vista en él. Su mirada era diferente, Lawrence no me estaba mirando como un miembro más de su familia, al contrario, me miraba como si yo fuera su presa.
Por unos momentos lo miré sonreír, la comisura de sus labios se fue hacia arriba, permitiéndome ver claramente lo blanco y filoso de sus colmillos.
Me estremecí un poco, sin embargo, logré contenerme.
Respiré profundo y lo llamé por su nombre cuando lo vi venir hacia mí.
Sus pasos eran igual de gráciles que los de Amelia.
Al verlo no pude evitar que mi aliento se acelerara de nuevo. Mi instinto de supervivencia me decía que tenía que dar la media vuelta y correr, no obstante, el resto de mi cuerpo permaneció quieto, llegó hasta a mí y lo miré aún más.
Él me observó curioso, confundido y ansioso cuando quedamos de frente. Estiró una de sus manos a mi rostro y me acarició. Sus dedos temblaban al tocar la calidez de mi mejilla.
Por unos instantes pensé que él había contenido todos sus instintos, pero solo lo había creído.
Lawrence ladeo un poco su cabeza, me sonrió ladino, hizo aún lado mi cabello y sin previo aviso se lanzó sobre mi cuerpo, el cual con una velocidad sorprendente se estrelló contra la dura pared. Mi cabeza y mi espalda recibieron el impacto, pero no fue tanto como sentir sus colmillos clavarse sobre de mi cuello.
El maldito estaba succionando con demasiada fuerza que dolía. Lo hacía de una forma lastimosa y duradera. Escuchaba en mis oídos sus gruñidos llenos de gozo y satisfacción. Él no me estaba provocando ninguna clase de placer, él desgraciado simplemente se estaba alimentando de mí sin ser consciente de mi dolor.
Apreté mis puños en su cabello en un intento por alejarlo de mi cuerpo, pero eso no fue suficiente, Lawrence era por mucho más fuerte que yo.
—¡Suéltame!
Apenas logré articular.
Mis ojos de nuevo se habían llenado de lágrimas. El mundo comenzaba a darme vueltas.
«Edward», pensé en él con los ojos cerrados, esperanzada en que pudiera escucharme, aunque lo dudaba. Estábamos demasiado lejos como para que él oyera mis suplicas, además él había decido respetar de nuevo mis pensamientos.
Blasfemé internamente. Las cosas comenzaban a complicarse. Mi vista empezó a nublarse, y apenas si podía respirar. Mi cuerpo se había vuelto flácido, había dejado de luchar. Mis manos cayeron a ambos de mis costados y fue ahí, en ese momento cuando él se detuvo, permitiéndome ser libre de sus colmillos tan solo por unos pequeños instantes.
—Espléndido —murmuró de forma ladina.
Sin soltarme me observó, su boca estaba manchada con mi sangre.
Lawrence me sonrió gustoso al mismo tiempo en que la vida se me estaba escapando.
—Termina —bisbiseé sin ser consciente de aquella palabra.
Mis ojos ya casi se estaban cerrando.
Él limpió su rostro con el dorso de una de sus manos, luego saboreo.
—¡Hazlo ya! —supliqué.
Él solo sonrió un poco más.
Quería que él acabara con mi sufrimiento, con mi dolor. Quería que Lawrence terminará con mi vida igual que en mis sueños. Ahora entendía mis pesadillas. Sin saber cómo una fuerte risa se escapó de mis labios. Meneé la cabeza y lo escuché susurrar:
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Editado: 10.08.2020