Linaje: Secretos de Sangre

Capítulo XXXVIII: Confrontación

• CONFRONTACIÓN •

Hmp

El mohín que había aprendido de los Easley se me había contagiado.

¿Qué demonios esperaban que yo hiciera ahora? ¿Sentarme junto a ellos de brazos cruzados esperando a que Lawrence trajera a Amelia hasta nosotros con mi hermano y ella me lo entregará así, como si nada hubiera pasado?

Claro que no.

La maldita había asesinado a mis abuelos, se había robado a Itan, había lastimado a Arlus y por su culpa él me había transformado.

Sin ninguna clase de duda Amelia se las había arreglado muy bien para herirme y lastimarme, para dañarme y alejarme de Edward.

La verdad era que no estaba dispuesta a esperar más y ahora que ya la había encontrado le haría pagar e iba a hacerle sufrir el mismo dolor que ella misma me había causado y sí, tal vez era tan maldita como ella lo había dicho, pero fue ella misma quien me obligó a sacar toda esta maldad que habitaba dentro de mí.

¡Demonios!

Si antes odiaba mi vida ahora la odiaba más.

Llevarla con Sebastián no era una de mis primeras opciones. Asesinarla sí que lo era. Involuntariamente sonreí, me sentía sádica y malvada.

Me encontraba corriendo de nuevo a través del bosque, abriéndome paso por todo aquello con lo que me encontraba; podía sentir las ramas, las hojas, las piedras y todo lo que fuera bajo mis pies con una claridad infrahumana, sentía el fuerte viento chocar contra mi cara, así como también podía escuchar los claros sonidos de todo aquello que me rodeaba.

Corría casi sin detenerme, ya faltaba poco para llegar a ella, para recuperar a Itan.

Apreté los puños, no estaba dispuesta a contenerme. Sabía que aún no podía controlar del todo mis instintos, mucho menos mis dones e ignoraba por completo cuáles eran mis talentos, sin embargo, era más mi deseo por saciar mi sed de venganza que no pensé en ello hasta que me detuve.

Había llegado.

Aspiré profundo, concentrándome en su olor, Amelia estaba demasiado cerca, aunque por alguna extraña razón no podía identificar el aroma de Itan, fue entonces que me torné pensativa al sentir un terrible miedo, miedo de que él ya no estuviera con ella.

Mi ceño se frunció de tan solo pensarlo.

Los Easley me habían advertido que Amelia era muy lista y debía de serlo.

—Maldición —blasfemé una vez más mientras escuchaba el sonido de mis nudillos tronar cuando golpeé la corteza de un árbol.

Necesitaba calmarme para poder pensar en lo que haría de ahora en adelante.

Lentamente, caminé hacia donde percibía su olor, Amelia estaba justamente al final del bosque, cerca de las orillas que colindaban con una parte del lago. Para ser ella, tenía un buen gusto por la naturaleza, el lugar en el que se encontraba era demasiado hermoso.

Poco a poco fui disminuyendo mis pasos hasta llegar a pararme sobre el final de un desgastado muelle. El agua estaba tranquila, pero no por eso dejaba de ser peligrosa, el lago era profundo; sabía que en algunas partes se formaban remolinos así que, debía de ser cuidadosa de no caer en el agua.

Levanté la vista y miré la luna que brillaba esplendorosa en el cielo nocturno, estaba enorme, jamás la había visto con tanto detalle como estos momentos.

Sonreí complacida por unos minutos más hasta que de pronto, pude escuchar detrás de mí como algunos arbustos se movían. Mí vista rápidamente se fue hacia ellos, apenas si podía vislumbrar algo en medio de la espesa oscuridad, sin embargo, no me fue difícil saber qué se trataba de ella.

—Amelia —pronuncié frívola y arrogante al mirar su silueta y, aunque no me respondió yo sabía que estaba ahí, oculta entre las sombras—. ¿Por qué no sales de una vez?

Le pedí, llena de una excitación inigualable.

El deseo por ponerle las manos encima me estaba matando. Era una sensación distinta a la que había imaginado, estaba ansiosa por sentir todo lo que mi nuevo cuerpo me estaba otorgando.

Quería asesinarla, arrancarle las entrañas y disfrutarlo. Podía sentir por todo mi sistema el deseo de hacerlo y de hacerle pagar por todo el daño que me había causado.

—¡Amelia! —repetí—. Sé que estás ahí así que sal de una maldita vez —exigí sin quitar la vista de los arbustos.

La escuché reír.

Yo hice lo mismo.

—Vaya —murmuró saliendo de entre las sombras—. Pensé que habías muerto.

Me dijo con voz venenosa.

Le presté un poco más de atención, Amelia caminaba lento, contorneándose, disfrutando de cada una de sus zancadas mientras venía hacia mí. Ignoré su andar y fui hacia ella de la misma forma, no estaba dispuesta a dejarme intimidar.

Sin quitarle la vista de encima, Amelia amplió su sonrisa, soberbia, igual que yo.

—Sobreviví —dije llena de orgullo.



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En el texto hay: muerte, dolor, vampiros y romance

Editado: 10.08.2020

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