Mi vida continúo sin mayor problema. Termine mi licenciatura en enfermería más rápido de lo que habría deseado, mi servicio vino después y un mundo de posibilidades con el.
Mis prácticas me permitieron conocer a un hombre que me ayudaría con mi problema más adelante, más bien un ser de luz, un ángel que Dios me mandaría para hacer mis días más fáciles.
Mi vida en ese momento era perfecta, o al menos eso creía, mis padres no eran ricos como antes, pero teníamos para comer y ahora yo ayudaba un poco en casa. Mis hermanos eran buenos chicos o por lo menos dos, el otro era un loco descubriendo el mundo, pero también era único y él sabe que lo adoro así.
Todo iba bien, trabajaba en una institución privada y mi grupo de trabajo era nada más y nada menos que mis mejores amigos de la universidad. Hacíamos fiestas cada fin de semana en la casa de uno de ellos. De una madre soltera que amaba nuestra buena compañía.
Tenía un amigo-novio que me hacía la vida feliz, porque después de aquel idiota solo tenía eso, amigos-novios, el amor era solo un tabú.
Mi equipo de trabajo y de amigos estaba conformado por cuatro personas, tres chicas y un chico. Inseparables cómo Lucia y cada uno igual de loco que el anterior.
Mis finanzas iban cada vez mejor, aquel "amigo" me había encontrado un mejor y bien remunerado trabajo que incluso podría sacar a mi familia de la pobreza. Y sonará a película, pero es verdad. Días después, cuando me enteraba de esa oferta que por su puesto pensaba aceptar, me vi en la necesidad de declinar, mi vida había dado un enorme e inesperado giro. Algo que aprendí a través del tiempo es que no se puede tener total felicidad, siempre vendrá algo que hará que lo bueno dure menos de lo pensado.
Toda mi tranquilidad y paz se fue un día de agosto del dos mil tres.
Esa noche nos preparábamos para laborar como siempre. Tenía a mi cuidado dos pacientes, que solo requerían revisión y medicamento. Después de esas actividades no hacía nada más, era totalmente libre. El problema era que ese día el elevador no servía y yo debía ir a buscar sus medinas. Decidí subir a la tercera planta por mi propio pie. Ahora no sé si me arrepiento, lo único que puedo decir es que esa decisión tan insignificante cambio mi vida por completo, transformando todo en una pesadilla.
Subí por las medicinas y luego baje de nuevo a la sala, llegue a donde estaba mi primer paciente, prepare todo y después...me desperté en el suelo. Una de mis amigas me sostenía, me explico que ahí me había encontrado, me había desmayado de manera repentina.
Teníamos todos los medios y doctores necesarios para mirar el estado en el que me encontraba. No era otro que labios, manos y uñas moradas. Los monitores de corazón y todos aquellos aparatos que conectaron a mi cuerpo encontraron una anomalía en mí. Mi corazón tenía taquicardia, una muy intensa y demasiado pesada para los escasos tres pisos que acababa de subir.
Mi magnífico grupo de amigos me permitió descansar y no trabajar más por ese día.
Al día siguiente regrese como si nada, en todo el día había estado en perfectas condiciones, pero de nuevo mi cuerpo me dio las quejas y volví a caer, para nunca más volver a tener una vida normal.
Todo pasó tan lento y fue tan doloroso que no me quedo más remedio que aceptar aquel nuevo reto que me mandaban Dios y la vida. A los pocos meses de mis desmayos y con un sin fin de estudios supe que aquel soplo que mi corazón tuvo al nacer jamás cerro, siempre estuvo conmigo, me acompañó en cada momento de mi vida. Los doctores me dijeron que estaba viva de milagro.
Me explicaron que el corazón mide lo mismo que un puño, pero que el mío tenía una abertura de tres centímetros exactamente en medio, que si nos ponemos a pensar se trata de centímetros, no es mucho, pero si analizamos que en algo tan pequeño e importante como el corazón, tener ese problema simplemente es todo.
Todo lo que conocía se vino abajo, me aleje de mis amigos, en el trabajo me incapacitaron para laborar y por lo tanto estaba de permiso. Mis hábitos alimenticios cambiaron, mis malas noches con mis amigos también se fueron, incluso aquella chica alegre desapareció por un tiempo ¿para qué iba a intentar tener una vida normal?
Yo simplemente no quería seguir respirando, pues ya no merecía la pena vivir...
Me abrume tanto que por un tiempo viví lejos de todo, solo despertaba para comer un poco y recostarme de nuevo, ni mi higiene personal me importó tanto, ni el carro que debía pagar porque antes de toda esa mierda había adquirido uno pequeño para toda mi familia.
Aquel amigo que me había buscado un mejor puesto me contactó de nuevo, preguntando cuando llevaría mis papeles porque yo ya estaba dentro de aquella importante empresa. Fui cobarde, no tuve el valor de decirle que para mí no existía futuro, preferí engañarlo antes de contarle todo lo que me pasaba. Le dije que no quería moverme de donde estaba, que era feliz con lo que tenía, incluso le dije que no quería luchar por más.
Se enojó, él simplemente exploto, me llamo mediocre, me explico enojado que había pedido muchos favores para que me dieran esa oportunidad y que yo por miedo y mediocre la perdería. Lo que yo no sabía era que también lo perdería a él por un tiempo, en lo que reunía el valor para decirle mis verdaderos motivos.
Él no entendería hasta tiempo después que mi decisión fue lo más valiente que pude hacer, declinar algo tan productivo no es fácil y menos cuando es tu salud y tu cuerpo los que están de por medio.