No pude evitar desearla desde la primera vez que la vi. No era tímida, no se ocultaba y eso me gustaba. Ahora la tengo delante de mí, pidiéndome ayuda, algo bueno debí hacer en la otra vida porque una oportunidad así no se me presenta normalmente.
—Entonces, si no te he entendido mal, necesitas mi protección ¿no es así? —le pregunté mientras la miraba de arriba abajo.
Ella asintió. Aún estaba de pie en medio de mi despacho.
— Primero tengo que saber que ha ocurrido y valorar si me conviene o no ayudarte.
Raina se encogió frente a mí. Iba a ayudarla hubiera pasado, lo que hubiera pasado, pero ella no lo sabía. No tenía idea que era mi pequeña obsesión desde que la vi entrar en mi club por primera vez hace seis meses.
Ella titubeó antes de empezar. Tomo aire profundamente mientras se sentaba en la silla frente a mí que le ofrecí con la mano, y comenzó.
—Ayer por la noche vinimos a su club, estaba con unas amigas celebrando la despedida de soltera de una de ellas.
Yo ya lo sabía, les envíe una botella del tequila más caro a su reservado por cortesía de la casa.
—Todo iba bien, algunos pesados que querían unirse a la fiesta, pero nada que no pudiera manejar.
Por supuesto, ella podía manejar unos cuantos tipos borrachos, la había visto propinar algún que otro codazo en la nariz por tocarle el culo. Ella se hacía respetar, y eso me gustaba.
—Mi mejor amiga comenzó a tontear con un tipo del reservado de al lado, no sé, me fui al baño y cuando volví ella a estaba en su regazo. A partir de ahí la cosa se fue complicando, sus amigos invadieron nuestro reservado y en un abrir y cerrar estábamos rodeadas de tipos que no conocíamos.
Raina bajó la cabeza. Hasta ahora, todo lo que me había contado ya lo sabía. No pasaba nada en mi club que yo no supiera. Y, sobre todo, no pasaba nada con ella de lo que no estuviera enterado.
— ¿Estabais borrachas? —le pregunté al ver que no proseguía.
Ella negó con la cabeza. Volvió a coger aire profundamente antes de continuar.
—Cuando vi que se nos estaba yendo de las manos les dije a las chicas que debíamos irnos, una a una fuimos recogiendo nuestros bolsos pero mi mejor amiga faltaba. La busqué por todos lados, pregunté a las camareras, pero nadie sabía nada de ella. Oí a uno de los tipos raros decir que era una lástima que un tal Marco fuera el único que esa noche iba a pillar, quisiera la chica o no, que quizás deberían ir al callejón y esperar su turno con ella.
No me sorprendí. Los italianos no eran de los que aceptaban un no por respuesta.
—Solté todo lo que llevaba en la malo y salí corriendo hacia el callejón. Cuando llegué solo podía oír un ruido constante, un golpeteo al final del callejón. Me acerqué lentamente hasta detrás del cubo, y los vi. El tipo grande estaba penetrando a mi amiga por detrás, ella, inconsciente con la cara llena de sangre por haber sido golpeada.
Vi como las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. El corazón se me encogió, Raina no era de las que dejaban ver sus sentimientos. Comenzó a temblar y quise ir a su lado y meterla entre mis brazos, pero no podía, aun no.
— Yo…yo…no lo pensé…agarré un hierro del suelo y le golpee en la espalda, quería quitarlo de encima de ella. Lo único que logré fue desestabilizarlo y enfadarlo. Se giró hacia mí y me empujo contra la pared, quedé aturdida por el golpe en la cabeza. Él se veía furioso. Rompió mi ropa…y… y…
Mis puños estaban cerrados con fuerza. Había visto esas imágenes, tengo una cámara en ese callejón. Cuando mis hombres me avisaron que Raina había salido por la puerta lateral conecte mi móvil y pude ver todo. Me dirigía hacia allí, pistola en mano, cuando pasó lo que ahora iba a contarme.
— Empezó a manosearme, sus manos estaban por todo mi cuerpo, su lengua. Casi vomito pero logré mantener la calma y esperé a que él estuviera confiado y aflojara su agarre. Cuando lo hizo me impulsé contra él logrando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Su cabeza dio contra el cubo de basura. Se quedó aturdido. Fui hacia mi amiga pero no se movía. No respiraba. Me asuste y corrí.
Se fue antes de que pudiera llegar hasta ella. Su amiga yacía muerta entre los cartones y el italiano aún seguía apoyado contra el cubo de basura, desorientado. Fue fácil acabar el trabajo, cogí la barra de hierro y le di con ella en su cabeza tan fuerte que pensé que lo había atravesado. Solo el recordar las imágenes en mi móvil de él tocándola…mi rabia se encendía…ella es mía.
—No recuerdo nada más, no sé cómo paso —prosiguió Raina entre lágrimas —ni siquiera sé cómo llegue a casa, pero lo hice. Una de mis otras amigas me llamó, aunque no era ella, era un tipo con acento italiano, me dijo que iban a por mí por matar a su hermano. Pero no recuerdo haberlo hecho, él se movía cuando me fui. Quizás fue después, o quizás si le volví a dar. No lo sé. Me cambié de ropa, cogí una mochila y salí de mi casa, he estado pensando qué hacer, y lo único que se ha ocurrido es venir aquí. Si no estoy mal informada, usted es el dueño del club y un mafioso importante.