Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 11: Valtag

La casa de los Relem estaba llena de recuerdos que ahora adornaban todos los rincones —obra de Lina—. Figurillas con forma de reptil talladas en madera, extraños objetos magnéticos que levitaban, inclusive algunas plantas raras que Jack había logrado traer del continente arqueano —por supuesto, solo aquellas permitidas en la legislación intercontinental—. Ni siquiera los trapos aislantes de ceniza, en puertas y ventanas, opacaban el encanto.

Lina se mantenía siempre dentro de casa, le faltaba poco menos de un mes para dar a luz y tenía que protegerse de las inclemencias del exterior. Afuera, el calor que emanaba la tierra, sofocaba apenas abrir la puerta. Pero según el Dr. Rogers, la actividad volcánica seguía siendo normal. En caso de algún percance mayor, tendrían el suficiente tiempo de abandonar la ciudad hacia las montañas del norte.

Delia, la amiga de Lina, se había ofrecido a mudarse temporalmente para mantener vigilada a la chica en todo momento. La mujer era soltera y no podía tener hijos, tal vez por eso trataba de vivir el embarazo de su amiga como si fuese suyo, preocupándose de que cumplir sus antojos o que Jack no se molestara con ella por alguna rabieta infundada.

A pesar de la ceniza, el cielo rojizo, el intenso calor y los pequeños sismos, la ciudad de Nivek seguía funcionando con la mayor normalidad posible. Muy cerca del centro de la ciudad, adornada por una gruesa capa de vegetación, que a su vez servía de pulmón para la transitada área, la gigantesca Universidad de Nivek imponía presencia con sus grandes torres.

El área de ciencias era, por mucho, la más bella de la universidad. Había amplios jardines, plagados de plantas exóticas que adornaban con gran elegancia el exterior. Los pasillos techados, cubiertos con musgo, generaban un ambiente fresco y bastante bello a la vista. No podía esperarse otra cosa, al ser la cuna de los amantes de los seres vivos. Por supuesto, el verde era lo que más abundaba en este lugar.

Jack entró al edificio que le correspondía y tomó el elevador al 4º piso. Era martes. No tenía que impartir clase hoy, así que se dedicaría a su investigación. Cruzó el largo pasillo que llevaba hasta la puerta número 427, deslizó su tarjeta en el sensor, y la abrió. Dio un paso dentro del laboratorio. Se encontró rodeado de sus innumerables frascos con restos de animales en formol. Caminó hasta el fondo y vio como una chica lo observaba desde una de las mesas.

—Doctor, buenos días —saludó Zenna, una joven estudiante de posgrado que ayudaba a Jack con su investigación.

Era alta, flacucha, y vestía una bata de laboratorio con la insignia de la universidad. El color de sus ojos, detrás de los cristales de sus lentes, combinaban con el negro de su largo cabello.

—Buenos días Zenna, veo que has llegado temprano hoy —dijo él.

La chica le respondió con una sonrisa, mostrando su dentadura perfecta y brillante. Luego, volvió a centrar su atención en el microscopio que estaba observando.

—Niel también está aquí, pero ha tenido que salir un momento—dijo la chica, cansada—. Tenemos que terminar la descripción de las serpientes para antes del mediodía.

Casi lo olvidaba, ahora Niel y Zenna tenían sus propios trabajos. El crédito de la descripción para la nueva especie de serpientes que habían mutado a partir de las comunes, era completamente de sus aprendices. El descubrimiento les había dado la oportunidad de abrirse una puerta al mundo de los científicos renombrados. Jack no aceptó recibir honores... ¿para qué? Él ya tenía demasiadas publicaciones famosas, una menos no haría ninguna diferencia en su historial.

—Al final no hemos podido obtener nada más de estas serpientes, ¿verdad? —dijo Jack, un poco decepcionado.

—No diga eso doctor, tiene que haber alguna forma de seguir con la investigación —respondió la chica, sin dejar de trabajar—. ¿Se ha propuesto conseguir más muestras?

—¿Mas muestras? —dijo Jack, extrañado—. Lagartijas y serpientes son los únicos reptiles que habitan en las cercanías de la mina de Valtag. Además de los pequeños camaleones escurridizos, ya los hemos estudiado a todos.

—Niel me dijo que tenía algo importante que decirle respecto a eso, aunque no entendí muy bien qué quiso decir.

Jack arqueó una ceja. Si Niel tenía algo planeado, seguramente sería interesante.

—Bueno... tendremos que esperar a que llegue para saberlo. Mientras tanto, ¿quieres que te ayude con la descripción?

Sin esperar respuesta, Jack se sentó junto a Zenna y tomó una de las serpientes con las que trabajaba; la colocó panza arriba y comenzó a fijarse en el tamaño y numero de las escamas. La chica, mientras tanto, revisaba el contorno de las escamas al microscopio y anotaba las descripciones. Observaron sus colmillos, la forma de la cabeza, la cola, el color y patrón de manchas hasta que, al poco rato, la puerta del laboratorio se abrió una vez más.




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