Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 23: Tormenta de Fuego

Un rayo, seguido de un trueno, marcó el inicio de una tormenta. Grandes gotas de agua empezaron a precipitarse, atravesando la gruesa capa de ceniza que cubría el cielo. El dragón se acercaba demasiado al convoy.

Alcanzó a uno de los helicópteros, mordiendo la cola de éste con sus fuertes fauces y destruyéndola en el acto, haciendo que el aparato girase sin control. La gente intentaba sostenerse, pero la fuerza centrífuga envió a varios volando por el aire, hasta que, una gran e intensa llamarada envolvió al helicóptero, produciendo una fuerte explosión que acabó con el horrible espectáculo.

El dragón, satisfecho con su acto, fijó su siguiente blanco. La criatura voló con velocidad, lleno de furia, una furia impulsada por acabar con el último Rahkan Vuhl. Estaba a punto de alcanzar su objetivo, pero el piloto —del transporte en el que Jack viajaba— logró evadir el ataque con un ágil movimiento.

El coloso no se rindió. Trató de embestirlos por segunda ocasión, ocultándose detrás de una colosal nube de humo y fuego. Jack observaba horrorizado la escena. El poder de aquel ser era increíble, pero había algo extraño en sus movimientos; algo que había llamado su atención. Parecía no poder moverse con libertad, como si protegiese algo. «Los huevos —pensó Jack».

El dragón batió sus alas al estar cerca de los aparatos voladores y una ráfaga de viento desestabilizó su vuelo. Aprovechando la situación, la criatura salió de entre la nube negra y se lanzó de nuevo al ataque. La gente comenzó a gritar al ver explosiones; Jack, por otra parte, estaba ideando un plan. Tenía miedo de intentar algo y fallar, pero, ¿no era peor el no intentar nada?

Se giró para ver a las personas que lo acompañaban en el helicóptero. Gianna estaba bien atada en un asiento con los cinturones de seguridad, sosteniendo a Kail con fuerza, a ellos se unía cerca de una docena de personas más, entre mujeres, niños, hombres y ancianos. No le quedaba opción.

Las llamas del dragón comenzaron a incordiarlos de nuevo. El fuego pasaba cerca de los helicópteros, emanando un intenso calor repentino que hacía que las entrañas se revolvieran al sentir el metal. El piloto hacía maniobras difíciles, tratando de esquivar las llamaradas, pero el dragón se acercaba cada vez más.

Jack tomó una decisión. Se acercó a la puerta del helicóptero, extendió una mano y la movió, sin tocarla, como si estuviese dibujando una barrera imaginaria con sus manos. La abrió.

Las personas miraron a Jack, incrédulas, el piloto gritó varias cosas, pero pronto, los gritos cesaron porque no ocurrió nada. Sí, normalmente, abrir la puerta de un helicóptero en vuelo habría provocado una fuerte ráfaga de viento, pero cuando Jack lo hizo, nada ocurrió… era como si esta siguiese cerrada.

Cientos de metros hacia abajo, a nivel del suelo, se podían ver minúsculos objetos pasando a gran velocidad. Jack sonrió con satisfacción al ver su obra y se paró justo en el borde de la plataforma, sin ningún temor a caer. El viento golpeaba su cara, disipándose detrás suyo, en la barrera que él mismo había creado justo donde hace un segundo había estado la puerta. Comprimir el aire no había sido tan difícil después de todo, no lo hacía nada mal.

El dragón estaba muy cerca. Se veía furioso, sabía que Jack lo estaba retando, usando sus poderes frente a él. Volaba de prisa, abanicando sus alas con un fuerte sonido que hacía vibrar los cristales a cada aleteo. Era enorme, la aeronave debía ser incluso más pequeña que su cabeza. Jack, lo veía a los ojos. Era intimidante, sin duda, pero estaba dispuesto a enfrentarlo.

El dragón abrió sus fauces, dejando a la vista un oscuro abismo entre filosos colmillos. Un brillo rojo, proveniente del interior su boca, salió a toda potencia en su dirección. Jack se paró con firmeza, plantando bien sus dos pies en el metal, de cara hacia el exterior. Cerró los ojos y comenzó a mover sus manos, formando círculos. El viento comenzó a girar siguiendo el patrón para formar una burbuja de aire con la que atrapó el agua de lluvia que caía con intensidad. La preparó, la utilizó a su favor. Utilizaba sus propios impulsos eléctricos para atraer los átomos hacia él. Estaba listo para actuar, sabía lo que tenía que hacer.

Cuando la llamarada estuvo a punto de quemarlo, empujó con toda su fuerza el viento que le rodeaba, disparándolo en una ráfaga acuosa que impactó en las llamas. Resistió estoicamente durante algunos segundos, hasta que logró extinguir la llamarada. Suspiró satisfecho, estaba comenzando a comprender sus poderes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.