Espero a que el sol se ocultara por completo, al parecer era su momento feliz por que las luces de la casa se encontraban apagadas, el otro detalle era que los autos no estaban, decidió correr el riesgo, trepó al árbol y se escondió detrás del muro que estaba a lado de la ventana, esa noche no había música, sin embargo la luz de esa habitación si estaba prendida. Los minutos pasaban, se empezaba a cuestionar sus actos–eso es lo que hacen las personas cuando tienen un momento a solas–ya no le parecía muy lógico su plan, y también le estaba cayendo el veinte de que lo que estaba haciendo no era legal, le empezaban a sudar las manos.
De pronto una tenue luz iluminó parte del jardín trasero, al poco rato se escuchó el ruido de un motor apagándose. Se quedó quieto esperando a escuchar movimiento dentro de la casa, pero nada, no pasaba absolutamente nada. Como su curiosidad era más grande decidió mantenerse donde estaba. Después se escuchó la llegada de otro auto, se mantuvo impasible.
– ¿Ahora que maldita sea?– se escuchó el primer grito.
–modera tu tono.–contesto una voz femenina.
– tú no me vas a venir a decir que hacer, estúpida.–grito de vuelta la voz masculina.
– ¡al carajo entonces¡ nunca puedes ser razonable, estoy intentando hablar bien, pero empiezas con tu mierda.–dijo la mujer.
–¿Y qué te hace creer que yo quiero hablar contigo?.– pregunto él.
–no te pregunte si querías.– respondió ella, en tono de burla.
–¿Te estas burlando de mí?.– pregunto él hombre con voz amenazante.
– eres libre de creer lo que quieras.– contestó ella, notablemente retándolo
–¡pues siendo así, creo que eres una perra estúpida!.– le grito él, y se escuchó como caía echo añicos algún objeto de vidrio.
Dan estaba demasiado ocupado escuchando que decían los señores, que no se dio cuenta cuando una joven se plantó detrás de él.
Ella se aclaró la garganta, lo que hizo que el se volteara de golpe, sus ojos se encontraron y los dos se quedaron en petrificados.
Ella llevaba el cabello suelto y este le caía liso hasta la mitad de sus muslos, inclusive la noche tenía que envidiarle el oscuro de su cabello, no llevaba sus lentes, y francamente tenía unos ojos hermosos, sus largas pestañas ya no eran opacadas por los cristales que usaba a diario, vestía una camiseta blanca de tirantes y un pantalón de algodón color gris perla. Llevaba los pies descalzos y sus dedos se veían tiernos por su pequeño tamaño y su piel pálida. Aún no encontraba las palabras correctas, había sido descubierto y eso no era parte del plan.
– ¿Qué haces aquí?.–pregunto April rompiendo el incómodo silenció.
–Yo....eh...no es lo que parece.– contestó Dan pero en cuanto las palabras salieron de su boca se sintió patético, incluso podría ser cómico de ser una situación diferente.
–yo si creo que es lo que parece.– respondió la joven cruzándose de brazos
Iba a hablar pero un ruido estridente se lo impidió, los gritos aumentaron de volumen y se escuchaba el crujir de los objetos de cristal al impactar con una superficie sólida. Volteo rápido la mirada a la ventana y enseguida la regreso a la joven, que se veía ¿Cómo?...¿Asustada?... ¿Nerviosa?.... no podía saberlo con exactitud, pero estaba muy lejos de estar tranquila.
–¿Qué está pasando?.– pregunto Dan.
– tienes que irte.–le inquirió ella.
–¿Y dejarte sola? ¿En este caos?.– pregunto él incrédulo.
– Estaré bien.– le aseguro ella.
–No ap, no me iré.–respondió firme.
–nos vamos a meter en problemas.– le dijo April, y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas.
Él noto que sus ojos se humedecían, estiro su brazo para alcanzarla y rozo la yema de su pulgar debajo de los ojos de la joven para secar las lágrimas que fluían
–shhuu!... Ven aquí.– la tomo del brazo y la halo hacia su pecho, sus brazos la rodeaban con fuerza pero sin lastimarla, y la cabeza de la joven descansaba en su pecho, subió una mano y empezó a acariciar su cabello, cuando noto que el cuerpo de la joven ya no se sacudía la separó lo suficiente para poder verla, ella tenía la cabeza agachada, con el torso de la mano levanto su cabeza, el la miraba profundamente, ella no tardó en corresponder con la misma intensidad en sus ojos.
–Ya no llores pequeña.– le susurró él y con la mano que tenía libre le limpio la marca de las lágrimas.
–gracias.– gestículo ella, extrañamente no pudo encontrar su voz.
–Tranquila linda, aquí estaré.– le dijo y la envolvió entre sus brazos nuevamente.