—Muchas gracias por recibirnos, señorita Duff.
La mujer sonríe con cansancio y amabilidad.
—Cuando quieran. A mi madre y a mí nos alegra que ese mal nacido vaya a prisión por lo que le hizo a su hija.
Cruzo una mirada con Dilan y nos retiramos. El portón de la casa chirría al cerrarse, y en el aire queda ese olor metálico del hierro oxidado. Ella dice algo más, pero no lo escucho. Dilan sonríe y asiente como si sí hubiera entendido, y se reúne conmigo en el auto.
—Otra mujer que se babea por ti.
—¿De qué hablas?
—Me preguntó si estabas soltero y si podía darte su número personal.
Ruedo los ojos y me acomodo en el asiento, que suena como si cada resorte protestara. Dilan se coloca al volante, enciende el motor que arranca con un par de sacudidas. No hay dudas de que necesitamos un nuevo auto para trabajar.
—¿Y qué le dijiste?
—Que ya te atraparon y no ibas a aceptar su número.
—No me atraparon, pero agradezco que le hayas dicho eso. No me interesaba.
Dilan se ríe con esa carcajada que siempre me da ganas de golpearle el hombro.
—Te atraparon, Ethan. Sientes algo por la madre de tu hijo. Sé que no hablas de tu vida personal y no hace falta porque te conozco. Estás pendiente de ella y escuché cuando le pediste a Hobbs que investigara al exesposo.
Me quedo mirando por la ventana, las casas pasan rápido, y el vidrio vibra con cada bache.
—Es la madre de mi hija y su ex anda rondando. No me da buena espina y quiero saber qué pretende. Fin del tema.
Dilan no se equivoca. Lo confirmé hace dos noches cuando Melissa me besó en mi casa. Estuvimos a un paso de algo más, hasta que sonó el teléfono y tuve que salir corriendo por causa del trabajo. Agradecí y maldije esa llamada al mismo tiempo.
No le escribí después. No mencioné nada. En su mirada había deseo, sí, pero también un arrepentimiento que me dejó frío. No sé si sigue pensando en su ex, si mi trabajo le pesa, o si son solo las hormonas del embarazo. Lo que sí sé es que temo enamorarme y no ser correspondido.
Y podría enamorarme de Melissa fácilmente. No es solo que sea guapa; es lo que transmite. La imagino en la cocina de su casa, con harina en la frente porque intentó hacer un pastel para el cumpleaños de nuestro hijo. La veo doblando cartulina de colores para un disfraz escolar mientras discute por teléfono con alguien y, aun así, no pierde la paciencia. La imagino sentada en una grada, animando a la niña o al niño en un partido de lo que sea, con ese entusiasmo que le sale natural. Sé que estará en cada momento, que no fallará.
Eso es lo que siempre quise, una mujer buena, presente y fuerte como mi madre. Melissa lo es. Y no quiero perder la oportunidad por miedo.
Llegamos a la comisaría. El ambiente está extrañamente calmado y no sé si es bueno o no, tampoco me importa. Camino hasta mi escritorio pensando en avanzar con el caso, pero me sorprendo al ver a Isobel.
—Miren lo que trajo el viento, una abogada perdida —dice Dilan con exagerada alegría.
—No estoy aquí por ustedes, al menos no por trabajo —responde ella.
Dilan hace una mueca y pasa de largo.
—Entonces, me disculpan. Voy a vaciar la vejiga.
Sale casi corriendo, como si tuviera un problema intestinal. Es posible que así sea, pues come muchos burritos y es fan de los nachos. Tarde o temprano la comida picante pasa factura.
Isobel apoya las manos en mi escritorio y eso me trae a la realidad.
—Me dijeron que pediste horario fijo.
—Sí, arranco el próximo mes—me dejo caer en la silla y apoyo la placa al lado del teclado—. ¿Qué haces por aquí?
Sonríe, inclinándose un poco.
—¿No me extrañaste?
Trago saliva. Hubo un par de encuentros entre nosotros. Nada serio. Hoy, otra mujer llena mi cabeza y no quiero confundir nada.
—¿Debía?
Ella ríe.
—Mi madre estaba enferma, tuve que cuidarla. Gracias a Dios ya está bien. Vine porque un cliente estaba detenido.
—¿Qué hizo?
—Se peleó con su hermano. Ya salió libre. —Mira la hora—. Entonces, ¿ya te vas o tienes que quedarte?
Abro el correo fingiendo interés.
—¿Cuál es tu interés?
Me toca el brazo con una sonrisa clara. Me aparto discretamente, fingiendo buscar un archivo.
—Comer algo, beber algo… y relajarnos. Sin ropa.
Hace unas semanas habría aceptado. Me gusta, es directa y cero drama; sin embargo, no siento deseo de estar con ella.
Si quiero algo real con Melissa, debo estar libre. Y aunque no sé si ella quiera algo conmigo, prefiero no volver a lo mismo de siempre.
—No, no estoy interesado. Tengo trabajo.
Dilan regresa en ese momento, justo como si lo hubiera planeado.
—Qué pena —dice Isobel—. Avísame si cambias de idea. No me acuesto temprano.