CAPITULO 4
Horas más tarde tres compañías estaban preparadas para acudir a la muralla, todos en sus respectivos corceles. Kaira, en su caballo Saeta, se encontraba en medio de los dos generales.
- ese caballo es en verdad una belleza – comentó Dalfon sonriendo
- lo es – respondió la joven feliz – se lo hubiera dejado al rey con gusto, pero él ha insistido en que me lo quede
- es mejor – aprobó Carix – nuestro rey ya tiene un excelente caballo en Vulcano, y esos 3 que le envió el rey Salum son casi tan buenos como este
- ¡andando! – se escuchó la potente voz del rey Vardem
- llegó la hora – comentó Dalfon dando rienda a su caballo
Emprendieron el suave galope, un poco detrás del rey; todos iban al mismo ritmo; la muralla se levantaba a más de una hora de camino a buen galope, el terreno era algo accidentado y tenían que dar uno que otro rodeo para llegar allí; Kaira volvió el rostro hacia la fortaleza cuando ya estaban a tan solo unas yardas de distancia de la muralla
- se ve tan cerca – comentó – pero llevamos más de una hora andando a buen paso
- es por lo claros que son los días aquí, y el hecho de que la fortaleza es grande e imponente
Minutos después estaban reuniéndose con los soldados de la muralla; el rey estuvo hablando con los generales que estaban cumpliendo su turno allí con sus compañías; Kaira, Carix y Dalfon estaban con él. Carix le había dicho a Kaira que a donde el fuera, fuera ella; y así estaba haciendo. Pasaron al exterior de la muralla revisando el lugar; el rey había sido informado por sus generales que los hombres que huyeron el día anterior, jamás fueron encontrados, lo cual era demasiado extraño.
Kaira oteaba el horizonte; de repente, un punto dentro del agua le atrajo poderosamente la atención, una especie de caña muy delgada se podía ver por sobre la superficie; cuando aguzó su mirada, sus ojos se abrieron desmesuradamente al descubrir cientos de aquellas cañas en el agua; temiendo lo peor y gracias a su singular olfato hacia el peligro; se interpuso entre el rey y el mar ante el desconcierto de Carix que pensó que otra vez se iba a poner en peligro con el rey; pero ella dijo
-¡Creo que nos atacan! – Tomó su escudo y lo puso delante de ella y empezó un lento pero seguro movimiento hacia atrás – ¡prepárense! – gritó para ser oída en lo alto
El rey siguió la mirada de la joven y justo en ese momento las cañas que sobresalían en el mar se levantaron dejando ver los rostros chorreantes de sus portadores que apuntaban a los hombres de la playa con sus arcos.
-¡regresen! – gritaron desde la muralla
Pero ya el enemigo soltaba la primera andanada de las punzantes saetas; Kaira en Saeta, su caballo, andaba hacia atrás mientras hacía girar el escudo y con sendos movimientos de su espada, que manejaba con pericia, evitaba que las saetas dieran en ella o el rey; el rey la imitó, y todos se apresuraban a ponerse a salvo tras la muralla, en la que ya los soldados, arco en mano les cubrían facilitándoles la retirada. Varios hombres de los atacantes cayeron ante la respuesta de los hombres de Vardem.
La puerta se cerró tras ellos y solo entonces se fijaron en los heridos; Kaira tenía sangre en el brazo izquierdo proveniente de una cortada que le hiciera una saeta; Carix tenía una de aquellas filosas puyas en su hombro izquierdo y Dalfon había sido alcanzado en el muslo derecho; otros más, también estaban heridos. Fueron rápidamente atendidos por los encargados de esas eventualidades; Kaira fue vendada rápidamente y de inmediato se puso a ayudar con los demás en tanto que desde la muralla se seguía repeliendo el ataque
- no debí haberla traído – le decía Vardem a Carix mientras este esperaba a que le sacaran la saeta – hice que la hirieran
- al contrario – repuso este – fue lo mejor que pudiste haber hecho, estás vivo por ella, todos lo estamos; es muy perspicaz; es una ventaja para nosotros tenerla, la hemos visto en acción y no nos ha defraudado
- no hables de ella como si fuera un objeto a tu servicio – regañó Vardem serio
- déjeme ayudarle general – dijo Kaira acercándose, evitando así una respuesta burlona de parte del general a su amigo y rey – los demás están ocupados y debemos atender esa herida; debemos subir a la muralla
- ¡tú no irás allí! – Dijo tajante el rey volviendo a olvidar los formalismos y dejando salir su lado protector – te pondré una escolta y regresarás a la fortaleza
- ¡tú no harás eso! – Casi gritó ella, de repente se dio cuenta de su error y se apresuró a inclinarse – pido perdón por el atrevimiento mi señor; pero por favor no me envíe de regreso, no hasta que lo hagan ustedes; seré útil aquí; por favor – rogó al final