CAPITULO 5
Los nuevos soles llegaban y se iban transcurriendo en completa agitación; el ruido predominaba por todas partes ya que los entrenamientos se habían aumentado considerablemente, la actividad bullía en toda la fortaleza y aun dentro del castillo. Kaira pasaba esos días en sus aposentos y entrenaba a su vez con sus siervos, en los verdes prados del exterior del castillo.
Vardem tuvo que abandonar la fortaleza por un tiempo corto para ir a pasar revista a su ejército en la frontera. Al siguiente sol que su rey partiera, Dalfon se presentó en los aposentos de Kaira y pidió verla
- mi señora la saludo
- hola general, que gusto verlo
- volviendo a nuestro trato querida niña, vine a pedirte que salgas de estas paredes y respires el aire delicioso de nuestras montañas
- la verdad Dalfon no me quedan muchas ganas de ver a nuestro rey; tan solo deseo que estos soles se marchen pronto
- muchacha no puedes rendirte; dime ¿te gustaría entrenar con nosotros?
- ¿es en serio? – Preguntó ella emocionada, pero luego volvió a su estado de realidad compungida – no creo que el rey lo vea con buenos ojos
- el rey no está mi señora; a salido a la frontera a visitar las tropas
- ¡oh! Entonces sí que me gustaría entrenar; me reuniré con ustedes en solo unos momentos
- mejor te espero, recuerdo que alguien dijo que te has perdido en este montón de corredores
Ella se fue sonriendo a su aposento y como dijo, solo tardó un corto tiempo en estar preparada; sobre una camisa ancha llevaba una cota de malla, la camisa se abría debajo de su cintura y caía por los lados y por detrás hasta los pies, era de color negro; llevaba un pantalón semiajustado y en sus pies unas botas que cumplían las veces de grebas ya que estaban reforzadas con bronce; tomó sus armas en las manos después de ponerse los brazales y salió; Dalfon la vio con aprobación y la escoltó por el castillo hasta los pabellones.
Fueron días largos y extenuantes, Kaira se ejercitó cada uno de ellos y aprendió nuevas maniobras pero también enseñó todo lo que sabía. Se iban completando treinta nuevos soles de que ella estuviera en Aoxtduzz, estaba en pleno entrenamiento con Carix que era con quien más se ejercitaba ella; le recordaba a Kaelen, su hermano mayor; de pronto, todo el ejercicio se detuvo, el rey estaba en el pabellón, había mandado un mensajero para que no fuera anunciada su llegada; los veía con detenimiento parado al lado de un poste de madera, llevaba la espada en la mano y una mirada cansada y desconfiada; se notaba que cada uno de los soles pasados habían sido totalmente fatigosos para él, sobre todo porque en todos ellos, la imagen de su esposa persistía en imponerse en sus pensamientos, esto lo tenía fuera de sí, la bella figura y el hermoso rostro de ella, eran sus nuevos compañeros y ya no se podía librar de ellos, si hasta en sueños lo perseguían.
- veo que se divierten – les dijo caminando hacia ellos lentamente – ¿la han pasado bien sin mi estos días?
- mi rey y señor – dijo Kaira inclinándose – estábamos entrenando, es maravilloso tenerle de regreso – agregó
- mi rey, sea bienvenido – dijo Carix – toda su casa celebra su regreso
- ¡vaya! – Dijo Vardem – yo que pensé que no era bien recibido. Dígame señora, ¿está muy agotada? ¿O todavía resiste un juego de espadas conmigo?
- si ese es el deseo de mi rey, por supuesto que lo haré
Carix se retiró algo preocupado por la señora observando la actitud de su rey, comprendía que este se hubiera enamorado de su esposa y que estuviera celoso, pero lo que no entendía era porque se resistía tanto a aceptarlo, se hizo al lado de Dalfon y se preparó a observar
- está celoso – comentó Dalfon – se ha enamorado de ella, pero en este momento se siente herido
- esperemos que no la lastime, al menos no demasiado – respondió Carix
Vardem llegó frente a su esposa y levantó su espada en posición de ataque, ella lo imitó y se trabaron los dos en un apasionado combate, golpes de él con fuerza eran esquivados y respondidos con agilidad por ella, los dos estaban dejando toda su frustración en ese ejercicio; ella atacaba a su vez pero él era hábil y fuerte también; en un momento crucial, a ella se le resbaló la espada de la mano pero no se dio por vencida sino que haciendo unas volteretas en el aire quedando de rodillas volvió a tomarla y doblándose hacia atrás detuvo el ataque de Vardem.
- muy bien mi señora, porque no pensaba darle tregua