Lo que los ojos no ven

Capítulo 5.

CAPÍTULO 5

“HUGO”

Junio, 2022.

Tratar de encontrarle sentido a cada una de mis acciones no era muy factible que digamos. De hecho, ni yo mismo me comprendía al cien por ciento.

Noah regresó unas semanas después para quedarse, y aunque realmente no regresó por mí, sino porque tenía una oportunidad de trabajo que no podía desaprovechar, me serenaba el tener a mi amigo cerca. A pesar del poco tiempo que pasábamos por todo el trabajo que tenía.

- ¡Hugo! –Escuché a alguien pronunciar mi nombre a lo lejos, sonaba a alguien que estaba apresurado. Maldije para mis interiores mientras me revolcaba en la cama aún somnoliento y ligeramente irritado porque el sonido no me dejaba seguir durmiendo–. ¡Hugo! –Volvió a gritar seguido de unos intensos toques en la puerta.

-Carajo. –Dije levantando mi cara de la almohada mientras extendía mi mano para alcanzar el reloj de mi mesa de noche. Marcaba las siete y diez–. Tiene que ser una puta broma. –Gruñí y dirigí mi somnoliento rostro hacia la puerta.

- ¡Hugo! –Volvió a gritar desde la puerta. Esta vez logré diferenciar la voz, y no entendía porque no lo deduje antes. Quién más llamaría tan temprano a mi puerta.

-Más vale que sea algo de suma urgencia. –Grité mientras me dirigía a la puerta principal para abrirla.

-Al fin, por Dios. Estuve llamando como por diez minutos. –Espetó el agitado rubio que pasó de largo junto a mí–. El taxi me va a costar un ojo de la cara.

- ¿Qué carajos, dónde están tus llaves? 

-Sí, perdón. Se me olvidaron, y también unos documentos importantes. –Noah se dirigió a su habitación con rapidez y salió tras un escaso momento con una carpeta amarilla en las manos– Pero deberías agradecerme, así llegarás temprano al trabajo.

-Qué estupidez, ¿por qué llegaría temprano al trabajo? Solo alargaría las ganas de querer que se termine el día. –En las últimas semanas había fingido ir al trabajo, e incluso había comprado un nuevo celular. Noah era muy perspicaz, y lo que menos quería de su parte era preguntas absurdas que lleven a la verdad sobre mi desordenada vida.

-Claro. –Sonrió divertido, ocasionando un poco de indignación en mí porque le divirtió mi comentario.

-Como sea, no te olvides las llaves porque no pienso volver a abrirte la puerta. –Espeté caminando de vuelta a mi habitación.

- ¿Vas a volver a dormir? –Inquirió.

-Corrección. –Levanté la voz desde el pasillo–. Voy a intentar volver a dormir.

 

“SOFÍA”

-Estamos de vuelta. –Escuché la voz de Alex ingresar por la puerta principal de la casa. Regresaba de pasear a Max. Algo que yo solía hacer antes y que él, generosamente se ofreció a hacer todos los días.

-Gracias por esto, en serio. –Me acerqué a él buscando su mano.

-Ya te dije que no tienes que agradecerme todos los días. Lo hago con mucho gusto. –Comentó sujetando mi mano–. Y si lo sigues haciendo me veré obligado a llevar a Max a mi casa.

-Será lo mejor. –Comentó mamá.

-Mamá. –Reproché.

- ¿Te quedas a almorzar? –Le preguntó a Alex. 

- ¿Qué preparará? 

-Es sorpresa. Lo único que puedo decirte, es que es algo que te encanta.

-Está bien. Acepto su invitación. –Respondió Alex.

-Perfecto. 

- ¿Cómo es posible que mi mamá sea tan cariñosa contigo? –Pregunté burlonamente. En realidad, sabía la respuesta. Alex siempre ha estado muy pendiente de mí como yo de él. Es mi ángel de la guarda en carne y hueso.

- ¿Pues qué te digo? Soy un encanto. –Respondió burlonamente. Hubiera dado lo que fuera por ver sus hermosos luceros azules brillar cuando sonrió.

-Sí, claro. –Asumí con presunción.

-Por cierto. Hoy es tu primera clase de escultura, ¿verdad? –Cuestionó guiándome hacia la sala de estar.

-Así es, ¿por qué la pregunta?

-Pues porque yo te voy a llevar. –Respondió haciendo que toque el sofá con mis manos para sentarme en él.

-No, ¿cómo crees? Ya me ayudaste suficiente con lo de Max.

-Perdón, pero no pregunté si podía llevarte. Esta es una orden mía, señorita. 

-Qué estúpido eres. –Gruñí.

-Lo sé. –Respondió él tan elogiado que no pude evitar sonreír divertida.

 

“HUGO”

El sonido de un tintineo en mi celular me movió de mi asiento para sacarlo del bolsillo de mi pantalón. Era Noah.

Noah: ¿Almorzamos juntos?

Hugo: ¿Pagas tú?

Noah: ¿Por qué yo, si tú eres el millonario?

Hugo: Eres un imbécil

Noah: Te paso la dirección.

Lógicamente pensé que la dirección que me había mandado Noah era la de un restaurante o algún establecimiento de comida, pero al llegar ahí me di cuenta de lo equivocado que estaba.




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