CAPÍTULO 7
“HUGO”
Al llegar a casa, me sorprendió mucho volver a ver a Noah luego de que me sedaron. Me abrió la puerta con suma serenidad, y me resultó inquietante.
-No soporto tu resignación, pero si crees que me voy a ir por esto estás en un grave error. –Había dicho con severidad en su voz y en su mirada–. No sé si habrá un momento en el que cambies de opinión, pero quiero estar aquí para lo que necesites.
-Pues esto es lo que hay. Ya no trabajo, y como no tengo auto me quedo mucho más tiempo aquí a fumar y a beber lo que me dé la puta gana. –Le pronuncié con la misma severidad que él utilizó–. Para ti nada cambia, así que, si te vas a quedar haz todo lo posible por actuar como si nada pasara, porque lo que menos quiero es tu compasión.
Tras eso dejaron de haber secretos, pero aun así hubo un alejamiento que se sintió extraño y satisfactorio a la vez.
Escuchaba a Noah llegar todos los días a la misma hora de la noche. Pasaba junto a la puerta de mi habitación, que permanecía cerrada mientras yo me encontraba allí. Él daba dos topes y preguntaba si estaba bien, a lo que yo respondía que sí, con un enorme nudo en la garganta. Después de eso trataba de evitarlo porque no quería ver la impotencia en sus ojos.
Volví a dejar de comer durante varios días. Ni siquiera bebía o fumaba, mi cuerpo tenía planeado permanecer en una eterna abulia y mi cama era su lugar ideal para hacerlo. Mi mente en cambio no cedía, y como iban las cosas pareciese que no cedería pronto.
El rostro de aquella chica a la que le había dejado un daño permanente no dejaba de aparecer ante mis ojos cada vez que los cerraba. No dejaba de culparme por la condición en la que quedó. Ella debía pensar que me importaba muy poco lo que le pasara.
Quería buscarla y pedirle perdón por el daño. Quería explicarle que no sabía nada y que intentaría compensar el daño, pero no. La valentía no era algo que me caracterizaba en cosas del corazón.
“SOFÍA”
Aunque no quería admitirlo, Alex había sido el vencedor en nuestro reto. Parecía ser que a las personas les encantaban las esculturas que había hecho hasta ese entonces.
Cierto o no, había dado mi palabra y debía cumplir con realizar la entrevista a aquel chico.
-Hola Sofía, ¿cómo estás? –Había llegado Noah, el chico que me haría la entrevista.
-Muy bien, gracias. –Musité sonriente.
-Me alegra. –Respondió él con un tono ligeramente cansado, lo cual me pareció extraño, porque normalmente se comunicaba con un tono letífico–. Me gustaría decir lo mismo.
- ¿Pasó algo? –Inquirí.
-No. No te preocupes. –Respondió soslayando–. ¿Preparada?
-No, pero hagámoslo.
-Tranquila. Solo sé tú. La espontaneidad es una de las cosas más maravillosas y hermosas que hay en la vida, porque solo así se ve la esencia de las personas.
Yo asentí mostrándole una suave sonrisa.
-Voy a empezar a grabar. –Escuché un clic y acto seguido el sonido de un lapicero chocar contra un cuaderno–. Cuéntame Sofía, ¿cómo te sientes con esto de la escultura con arcilla? He visto unas cuantas de tus obras y déjame decirte que eres muy talentosa. Te veo y siento que naciste para esto.
-Gracias. –Musité–. Pero yo no diría que nací para esto. Yo en cambio pienso que esto es una obra del destino. Hace unos meses ni siquiera me había pasado por mi cabeza esculpir con arcilla, y menos estar dando una entrevista por ello.
-Giros inesperados en la vida. –Pronunció.
-Así es. –Admití–. De hecho, todo esto es un enorme giro en la trama de mi vida, porque hasta hace unos meses yo tenía una vida planeada a detalle. Desde mi carrera profesional hasta mi vida amorosa. Todo estaba yendo de acuerdo a lo que yo quería… Pero la vida me dio una cachetada. Cambió todo luego de mi accidente y heme aquí. –Levanté mis manos ligeramente señalando mi rostro.
- ¿Tu accidente fue lo que te llevó a perder la visión? –Cuestionó.
-Los doctores dijeron que era un trauma provocado por el accidente. Que no podían asegurarme que volvería a ver en un futuro cercano o lejano. Mi futuro era incierto, y dejé de tener el control de mi vida.
- ¿Qué fue lo que te pasó?
-Un choque de auto. –Pronuncié–. Iba tarde a para darle clases a un niño y me pasé una luz roja. Fue cuando alguien chocó inesperadamente contra mí.
- ¿Hace cuánto fue eso? –Cuestionó con un tono de voz que no reconocí, pero me llamó mucho la atención. Parecía saber sobre ello.
-Hace dos meses aproximadamente. Y la verdad no culpo al chico. Ambos tenemos la culpa, y me gusta pensar que en cierto modo estamos batallando con las consecuencias de aquello ahora.
-Ni te imaginas. –Rechistó.
- ¿Qué? –Cuestioné expectante–. ¿A qué te refieres?
Él soltó un profundo suspiro. Mi intuición me decía que su cansancio iba relacionado con lo que iba a decir.
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Editado: 10.11.2024