Lo que los ojos no ven

Capítulo 24.

CAPÍTULO 24

“HUGO”

Los últimos días desde que empecé con la quimioterapia, no dejaba de pensar en que iba a perder mi cabello en el proceso de intentar salvarme la vida. Así que tomé una decisión muy a mi pesar.

-Hazlo. -Ordené y cerré mis ojos sintiendo mi corazón latir con velocidad entre pánico e impotencia mientras la máquina cortadora de cabello recorría la superficie de mi cabeza, recortando cada cabello que alguna vez amé. Una parte de mí que más que importante, era significativamente sentimental por el parecido con el de mi difunto padre.

La máquina generaba leves y al mismo tiempo potentes temblores en mi cabeza. Escuchaba cómo cortaba cada cabello de mi cabeza y los sentí caer hacia los lados. Sentí perder una parte de mí, algo que me identificaba demasiado con papá, pues el cabello que tenía era una viva imágen del suyo. Sentí la pena de perder una parte de él, sentí mi corazón encogerse de pena e impotencia al no poder hacer nada para evitarlo, pues evitar sería darle el gusto al cáncer de arrebatarme aquello que tanto apreciaba, y no le daría ese gusto.

Sentí ganas de llorar y gritar de impotencia al permitirme negarle a Noah que me acompañara. Me odié por ser tan terco y creerme fuerte cuando lo que realmente quería era apoyo en ese momento, como en ningún otro. 

La máquina se detuvo y se alejó de mi cabeza.

-Listo. -Comentó el peluquero con voz triste y suave.

Rogué a mis interiores que no tenga planeado raparse la cabeza en son de compasión y apoyo hacia mí. Era lo último que quería por parte de un desconocido como él, y aunque sería un lindo gesto, mi ego se sentiría ofendido. Por suerte tomé mis precauciones y evité mencionar el tema de la razón por la que me rapaba la cabeza.

-Cuando quieras puedes abrir los ojos. -Comentó con un suave tono divertido-. No te ves tan mal con poco pelo.

Abrí los ojos lentamente con el temor de encontrarme en el espejo y rápidamente me arrepentí de hacerlo. Mi cuerpo sintió un escalofrío recorrer cada parte de mi ser al ver mi reflejo en el espejo y no reconocer quien me miró de regreso.

Mis ganas de llorar incrementaron, pero no las hice notar. Me dolía ver al mismo chico de tez blanca y cara delgada, con los mismos ojos verdes y cálidos, la misma nariz, los mismos labios delgados, todo estaba igual, pero la falta de cabello hacía que me desconociera por completo. No me veía reflejado, no veía el mismo corte que llevé toda mi vida en honor a papá. Ya no me veía reflejado en él y por lo tanto ya no me parecía a él. 

Mi cabello estaba cortado casi a ras. Si pasaba la mano podía sentir las puntas agudas por el corte y aunque podía parecer estúpido el sentirme así por un simple corte, nadie podía imaginar lo pesado que resultaba ese dolor.

 

“SOFÍA”

-La tienes difícil. -Comentó Alma sentada junto a mi en una de las bancas del parque cerca de casa. Hacía mucho que no salíamos juntas a algún lado, y aunque no podía hacer algunas cosas que solíamos hacer juntas, me alegró saber que aun quería hacer esas cosas conmigo a pesar de todo.

-De hecho, no tengo nada. -Musité.

-No necesitas un chico para ser feliz. 

-No era lo que traté de decir.

-Lo sé. -Comentó con sorna.

Era estúpido sentirme triste o desanimada por el rechazo de Hugo. Por mucho que me afectara, debía demostrarme a mí misma que podía controlar el manejo de mis emociones, pero tratándose del amor era muy difícil porque lo que sentía iba mucho más allá de lo razonable, no lo podía evitar. Sentía un sentimiento increíblemente fuerte hacia él a pesar de casi perder toda esperanza en que algo podría pasar entre nosotros.

-Oye… Tengo que contarte algo. -Comentó Alma con un poco de retención en los sentimientos que usaban para reflejarse.

-Por favor no me digas que tú también te enamoraste de alguien que nunca podrás tener. -Comenté con sorna.

-Sí, de ti… Es broma. -Soltó una carcajada juegos de unos cuantos segundos que terminaron pareciendo años.

-Por Dios. -Comenté llevándome la mano al pecho y ella solo siguió riéndose-. Pero si es cierto no hay ningún problema. Tal vez podríamos tener algo, ya que no he tenido suerte en el amor y tu eres muy tímida como para confesarle tu amor al chico que te gusta.

- ¿Te imaginas? -Siguió riendo-. Tu y yo en una relación solo porque no pudimos conseguir el aprecio de la persona que nos gusta. 

-Yo estaría dispuesta. -Sonreí burlona, dejando que la serotonina invada mi cuerpo y me relaje de ese trago amargo que quedó atrapado en mi garganta por la sensación de impotencia que me dejó Hugo.

-Ay, no sabes cuánto extraño encontrarme contigo en la universidad. -Comentó Alma con la más sincera de las intenciones, tan transparente que ni siquiera notó la fuerza de sus palabras.

Solté una risita demasiado suave junto a un soplido por mis orificios nasales.

-Yo más que nadie extraño mi vida antes del accidente.

-Oh, perdón. No fue mi intención hacerte sentir triste. 

-No, tranquila. De hecho, estaba por decirte que el lado positivo del accidente fue que conocí a Hugo, pero como van las cosas no creo que se lo pueda ver como algo bueno.

-Solo tú sabes eso.

-Ese es el problema… Yo no lo sé. -Musité.

 

“HUGO”

Caminar no tenía nada de malo teniendo en cuenta de que no estaba mentalmente estable como para conducir. Tenía mucho que procesar y el tráfico de Lima en definitiva no ayudaría a facilitarlo. 

El sol empezaba a ocultarse y pintaba las nubes de un color naranja muy cálido. El aire fresco llegaba de vez en cuando a mi cuerpo y al pasar bruscamente por mi cabeza casi desnuda me hacía sentir frío, y por un momento pensé en comprar un cigarrillo y encenderlo para calentarme, y lo habría hecho de no tener la imagen de la rubia clavada en mi cabeza, como una advertencia o una forma de mantener mi palabra sin que ella misma lo supiera.




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