— ¿Qué tú hiciste, qué? —le pregunto a mi abuelo antes de llevar la cuchara con cereal a mi boca.
Él toma su café tranquilamente antes de responder. —Invité a nuestros vecinos para que coman aquí con nosotros.
Ayer ya comimos con ellos en su casa y fue raro, me sentía fuera de lugar. Mi abuelo nos contaba historias con su antiguo amigo y todos le ponían atención pero yo solo pensaba en la corta distancia que me separaba de mi nueva casa y en lo fácil que sería solo pararme y regresar.
No pude hacerlo, tuve que quedarme ahí por una hora más.
—Pero abuelo —dejo el cereal en el plato de nuevo—. Mira, entiendo que estés feliz de ver a tu amigo y todo eso pero, ¿No puedo quedarme en mi habitación mientras tu estas aquí con ellos?
Después de todo, yo no tengo nada que ver con ellos.
Sacude la cabeza. —No, es verano y es una nueva ciudad, además no sería muy cortés.
Suspiro. Nosotros no tenemos visitas, algunas veces se aparecía algún vecino para saludar a mi abuelo o pedirle un favor pero nunca se quedaban más de diez minutos, ¿Qué haré con tantos extraños aquí?
Mastico otro poco de cereal. —Bueno pero, cuando dices que invitaste a los vecinos solo serán Samantha y tu amigo, ¿no?
Puedo tolerar a Samantha y el señor Bradford seguramente se la pasará hablando con mi abuelo. Yo solo tendré que sentarme y actuar como si estaba completamente de acuerdo con esa comida.
—Y sus hijos —responde, arruinando mi plan—. Pensé que te cayeron bien, cuando te lo pregunté me dijiste que eran agradables.
Mentí. Digo, no me parecieron las peores personas del mundo pero Hugo ni siquiera me volteaba a ver y Anthony era todo lo contrario, hablaba sin detenerse y me hacía preguntas cada vez que podía.
—No es que no lo sean —explico—. Pero sabes que soy mala interactuando con las personas, no entienden mi sarcasmo ni mi sentido del humor.
Tampoco es como que quiera que lo entiendan.
Otro sorbo de café. —Dales una oportunidad, seguramente esos chicos van a tu futura escuela, ¿no quieres hacer amigos?
No.
—Pero abuelo, no necesito amigos. —Afirmo, encogiendo mis hombros.
Me señala con su dedo ligeramente curveado. —Siempre se necesitan amigos, ¿Quién sabe? Quizás se vuelvan los mejores amigos y te acordarás de mis palabras.
Niego, sabiendo que eso no sucederá. Yo no tengo amigos y tampoco los necesito. —Hablando de mejores amigos, ¿Por qué nunca me hablaste del señor Bradford? Parecía que se llevaban muy bien antes.
Él sonríe y sus arrugas se muestran más. —Claro que lo hice, cuando eras muy pequeña te hablé de él.
Bufo. Con razón no recordaba a ese hombre que fue el mejor amigo de mi abuelo, aunque no entiendo porque solo me habló de él una sola vez. Mi abuelo es de contarme las mismas historias en repetidas ocasiones.
—Eso no cuenta, no recordaría nada de lo que me dijeras a esa edad —afirmo.
Él me hace una seña. —Bradford y yo pasamos por muchas cosas juntos, es por eso que necesitas amigos, Belle. Los amigos te dan paz y estabilidad, no puedes ir por la vida sola.
Se equivoca. Hasta ahora he ido por la vida sola y así será siempre, el único que realmente forma parte de mi vida es mi abuelo. Es al uno que necesito, después de él, nadie más.
—Abuelo, no estoy sola —sonrío—. Te tengo a ti.
Él me da una mirada, conmovido. —Mi Belle, mientras viva estaré aquí para cuidarte y protegerte pero no duraré para siempre.
Arrugo la nariz. —Sí que lo harás, tienes prohibido morirte.
Detesto pensar en el día que mi abuelo se irá de este mundo, no es justo que se vaya a ninguna parte sin mí. No me gusta pensar en eso. No quiero pensar en ese horrible día.
Mi abuelo intenta seguir con el tema. —Belle…
Pero yo cambio de tema. —Oye abuelo, ¿Qué exactamente les daremos de comer a ellos? Nosotros solo comemos comida chatarra y cualquier cosa que se pueda preparar en quince minutos.
—Haré un poco de pasta —afirma—. Y tú puedes ayudarme con algo, prepara algo de pan con ajo, con la mantequilla que compró tu papá.
—Suena a una mala idea —le digo—, además esa mantequilla se quedó en algún lugar durante la mudanza.
Él ríe. —Saldrá bien, no te sobre preocupes por nada —señala la puerta—. Además de camino aquí vi una tienda que vende comida “casera” podremos pedir algo, ¿no?
— ¿Algo como qué? —pregunto, no estoy de acuerdo con tener invitados.
Él hace un gesto. —No lo sé, algo rico —señala mi teléfono—. Mira en tu internet que podemos ordenar para que parezca que lo hemos preparado, así daremos una buena impresión. Solo sé cocinar pastal y sopa.
Y yo solo sé abrir empaques de alimentos procesados.
Tomo mi teléfono. —Bien, iré por la comida cuando encuentre algo barato y que luzca bien —entorno mis ojos hacia él—. Solo no me obligues a pasar tiempo con los hijos de la vecina.
—Son buenos chicos. —Asegura como si los conociera desde hace años.
Ruedo los ojos. —Abuelo, ya me conoces y no tengo intenciones de socializar. Podría hacerlo con la niña, es agradable pero aun así…
—Vamos Belle, hablo enserio cuando te digo que los amigos son indispensables. Nada me daría más tranquilidad que saber que tienes personas cuidándote y queriéndote.
Personas cuidándome y queriéndome, eso no suena a algo que me ocurra a mí.
Hago una mueca, desbloqueando mi teléfono. —Como sea, ¿a qué hora vienen?
—Les dije a las dos, tenemos tiempo todavía —dice con un tono alegre.
No quiero tener visitas, quiero quedarme a solas con mi abuelo y ver algún programa de viajes para que él me cuente las mismas historias de siempre que tanto me gustan, comer manzana picada y hacer nada.
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Me duele la cabeza pero al menos terminé de colocar la comida sorprendiéndome a mí misma, casi parece como si una familia normal hubiera cocinado todo esto.