Lo Que Nadie Sabe De Ti

33: No seguiré buscando

 

Desperté a las siete de la mañana, no tenía nada que hacer pues todos parecían estar durmiendo así que caminé al baño dentro de la habitación de Leonor, me bañé rápidamente y me cambié, me puse bastante desodorante y peiné mi cabello con las manos.

Bajé y no esperaba ver a nadie ahí pero Samantha estaba en la cocina, ya vestida y sacando varios recipientes. Ella me mira y sonríe. —Buenos días Belle, ¿Cómo amaneciste?

Sonrío. —Buenos días, bien, gracias —miro hacia el exterior—. Ya no está lloviendo.

—La magia de Pearl Coast —afirma y me hace una seña para que me acerque—. ¿Quieres ayudarme a preparar panqueques? También algo de fruta.

Asiento, esta es la primera vez que haré algo así. Cuando mamá se fue yo era muy joven y nunca tuve ese tipo de experiencias, nunca pude cocinar a su lado o siquiera limpiar la cocina mientras hablábamos de cualquier cosa.

Samantha me va diciendo que hacer, ella me da abrazos rápidos y me hace sentir bien. Samantha es una buena persona y una muy buena madre, con los tres. Ella siempre hace sentir especiales a todos, incluyendo a Hugo. No sé qué pensará pero sé que los trata de igual forma, los cuida y los ama.

— ¿Te gustan las moras? —Pregunta—. Haremos licuados de moras, ellos bajaran en una media hora, somos una familia que despierta temprano.

Sonrío. —Me gustan las moras —aunque no las como mucho.

Samantha le da vuelta a los panqueques redondos, se ven muy bien, mejor que los de los restaurantes. —Belle, no quiero ser entrometida pero, ¿Tony y tú están saliendo?

La volteo a ver. —Em, no, ¿Por qué? Yo no…

Ella suelta una risa corta. —Tranquila, no te digo que no lo hagas —limpia sus manos con una toalla—. En realidad, me hace muy feliz ver a Tony de la forma que se ha comportado desde que llegaste a nuestras vidas.

Yo sigo cortando trocitos de fresas. — ¿Cómo era él?

Suspira. —Bueno, mi Tony siempre ha sido un niño bueno y tranquilo pero solía pasar mucho tiempo en su habitación y si salía se relacionaba con personas muy mayores, no es que sea algo malo pero sentía que debía aprovechar un poco más sus años de juventud con personas de su edad.

Pensaba que él y yo éramos personas muy opuestas pero creo que tal vez no somos tan diferentes, yo también me quedaba en casa y si me llegaba a relacionar de alguna forma con alguien, nunca tenían mi edad.

En mi anterior escuela me hice amiga de las cocineras de la cafetería, también de la bibliotecaria. Solía pasar algunos días ahí, con ellas, sin sentir la necesidad de relacionarme con los demás.

—Él también —aclaro mi garganta—, él también me ha ayudado mucho, antes no era tan…

¿Feliz?

Ella coloca su mano sobre mi brazo. —No quiero ser entrometida, de nuevo, pero sé que tu vida familiar no es, bueno, común —muerdo mi labio—. Una vez escuché que tu abuelo le explicó a papá que tu madre no está y no preguntaré nada más, pero querida, si necesitas a alguien aquí estoy.

Tengo que aguantar la respiración para no comenzar a llorar, respiro profundo y respondo: —Gracias.

Ella sonríe. —Eres un ángel, Belle. Tienes luz dentro de ti, lo sé, siempre he sido buena leyendo a las personas… bueno, no siempre pero después de conocer a Peter lo he sido —suelta una risita.

Yo asiento, ella no sabe que yo se muchas cosas como que Peter no es el padre de sus dos hijos o que Hugo no es su hijo, o tal vez si lo sabe, no estoy segura de esa parte. Lo que sí puedo notar es que no le incomoda que mi abuelo y  yo nos demos cuenta de su historia familiar.

—Estos panqueques se ven muy bien —cambio de tema.

Samantha sonríe. —Gracias, espero te gusten, es una tradición que comamos panqueques cuando venimos.

Escuchamos pasos y el primero en bajar es Hugo, tiene el cabello despeinado y sigue con su ropa de dormir. Él camina bostezando hasta Samantha, le da un abrazo y le da un beso en la mejilla.

—Mami tengo hambre —intento no reírme, es la primera vez que escucho a Hugo hacer voz de bebé.

Samantha le da una palmadita en la mano. —Tengo panqueques listos, Belle me ayudó.

— ¿Belle? —Creo que estaba medio dormido porque abre los ojos de golpe y me mira, al fondo de la cocina, cerca del refrigerador.

Yo sonrío. —Buenos días.

Hugo suspira. —Ah, eh, hola…

— ¿El bebé tiene hambre? —molesto.

Él suelta a su mamá y se acerca. — ¿No me darás un abrazo de buenos días?

Ruedo los ojos. —No, qué horror.

—Haz de cuenta que soy Tony —levanta sus cejas.

La forma en que yo aprendí a lidiar con las personas es seguirle la corriente cuando intentan molestarte así que sonrío. —Si fueras Anthony te daría un abrazo.

Él entrecierra los ojos, obtengo la reacción deseada. — ¿Qué? —pregunta él confundido por mi nueva forma de responder a sus comentarios.

— ¿Me vas a dar un abrazo? —Anthony se aparece en la entrada de la cocina—. Buenos día mamá, hola Hugo, con permiso —llega hasta donde estamos—. ¿Me vas a dar un abrazo?

Samantha suelta una carcajada. — ¿Y a mí no me vas a dar un abrazo, Tony?

Él se da la vuelta y la abraza, es más alto que ella. —Te amo mamá pero escuché algo importante, ahora vuelvo —regresa al lado de Hugo—. Entonces, ¿Abrazo? —abre sus brazos.

Hugo lo mira. —Ten un poco de dignidad.

Él lo mira de reojo. —Toda mi dignidad se perdió el día que conocí a Isabelle.

Suelto una carcajada. —Anthony no digas esas cosas.

Él se queda con sus brazos en el aire, yo muevo a Hugo empujando el costado de su cuerpo y lo coloco entre los brazos de Anthony, él ríe y Hugo se queja pero Anthony le da un abrazo.

Regreso con Samantha. —Lo siento, seguiré ayudando.

Ella sonríe. —Ya terminamos, ahora solo hay que servir —voltea hacia los chicos—. Lleven los platos, chicos, vamos a comer.

Hugo se zafa de Anthony. —Bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.