Malorie Vélez.
Mi corazón se siente lleno, cargado de esperanzas y con la mirada puesta en un futuro prometedor. Los deseos que siempre le he pedido a Madame siempre se cumplen. Cuando niña tenía curiosidad de cómo lograba que todo se volviera realidad; pero al crecer solo continuó confiando, teniendo una fe ciega y confiada en sus poderes de gitana. Hubo contadas veces donde Madame no estaba de acuerdo con mis deseos, uno fue la muerte de mi madre y el otro la boda con Dean. En este último se negó a aparecer en el lugar o darme siquiera su bendición como la única figura materna que conozco. Debí ver la señal de que Dean era una mala decisión, un error.
Al entrar a la casa, me encuentro con Hannah acostada en uno de los sillones, con las piernas abiertas, el cabello revuelto y una expresión pálida y contraída por el dolor. Dejando escapar un gruñido áspero y doloroso, su mirada se encuentra dilatada por el dolor y no hace más que maldecir, mientras avanza hacia el sillón, dejándose caer sin fuerza. Hannah suspira, cerrando los ojos, sosteniendo con firmeza el costado derecho del abdomen, conteniendo otro gruñido.
—Volviste a salir herida.
—Solo fue una redada, no hay nada de qué preocuparse, Lori.
—Siempre dices lo mismo, Hannah, y termino remendándote como un trapo de cocina —ella ríe; mi hermana tiene el descaro de reír, con la cabeza descolgada hacia atrás.
Hannah Vélez, policía del departamento de narcotráfico y mi hermana mayor; esta mujer no tiene ningún instinto de preservación y siempre parece correr hacia el peligro. Niego, guardándome lo que pienso, porque al final a Hannah no le interesa; nunca lo ha hecho; agarro el botiquín de primeros auxilios, volviendo a la sala dispuesto a curar la reciente herida.
—Muestra—demando sentándome a su lado, organizando todo lo que necesito para darle el cuidado necesario a la herida y a mi terca hermana.
Hannah gruñe, pero termina cediendo, quitándose la camisa del uniforme y todo lo que me impide ver la herida en su totalidad. Llegará el día donde estará en el hospital y no serán unas cuantas puntadas todo lo que necesitará. Pero nunca le ha importado el peligro que corre en su trabajo, ellos viven para la adrenalina; la persiguen como perros sedientos. Tanto mi padre como ella se parece tanto, que no puedo evitar sentir miedo y preocupación por sus vidas.
—Es un moretón.
Para ella todo es un moretón, siempre les quita seriedad e importancia a sus acciones. Continúo curando, tanteando que todo esté bien en el interior. Conociendo a Hannah, no se ha dejado revisar por los paramédicos, ni pisado un hospital.
—Madame me llamó; dijo algo interesante.
—Fui a saludarla—cede con un suspiro cansado, dándole el último toque a sus costillas, poco más duro de lo necesario—. Le pedí mi deseo de víspera de Navidad. No quiero perder el tiempo pensándolo cuando lo tengo claro. Pedí conocer al hombre perfecto.
—Me alegro de que ya estés lista para volver a comenzar; espero que tu deseo se haga realidad, hermanita.
—Lo espero con ansias —Hannah mantiene el ceño fruncido, luchando con no soltar palabras que me recuerden a mi viejo dolor. Entre sus habilidades no se encuentra el de mantener la boca cerrada o ser asertiva; Hannah es directa—. No me he recuperado por completo; dudo que sea posible—me sincero con ella. — Pero necesito avanzar, seguir con mi vida. No puedo dejar que las acciones de Dean controlen toda mi existencia, cuando ha pasado tanto tiempo desde su traición. Él siguió ¿por qué no podría hacerlo?
—Tienes el derecho de avanzar también, Lori. Mereces ser amada y encontrar el amor. No debes detenerte por los errores de Dean.
Lo sé, pero saberlo y dar el paso para conseguirlo son dos cosas completamente diferentes. Las pocas veces que he intentado dar el primer paso, cuando creo que es el momento correcto, me atacan pensamientos destructivos, voces que han personificado los traumas que ha dejado Dean con su traición. Lo amé; amé a ese hombre como no había amado a ninguno. Creí que era el correcto y estaba entusiasmada para que llegara la boda, pero no sucedió.
Uno nunca imagina que su pareja de años le sea infiel, menos cuando está a unas semanas de la boda. Y el que piensa constantemente en una infidelidad es porque algo sabe, lo ha visto y solo está negándolo. Con Dean no había señales de infidelidad; todo era idílico, amor, confianza y tranquilidad. Era mi lugar seguro. No obstante, sucedió. Lo que no vi ni esperaba había sucedido. Años después, cuando intento volver a comenzar, salir del cascarrón que construí en torno a lo sucedido me hace sentir culpable, débil ante las nuevas posibilidades de salir herido. No ser suficiente.
—No lo pienses tanto, buenas noches, Lori.
Para ella es fácil decirlo; Hannah nunca piensa las cosas. No le da vueltas a la decisión y envidio eso; envidio aquella capacidad. Sé cómo la formó, cómo su trabajo la convirtió en esa persona que no se encierra en una decisión. Anda por la vida fingiendo ser un espíritu libre, ignorando todas las ataduras que ha obtenido con el paso de los años.
—Buenas noches.
Encontrarse con Jacob López al iniciar o terminar un turno tiene el mismo efecto sin importar qué hora del día sea o qué día del mes. Todo en la expresión seria, inexpresiva y prepotente del médico altera el flujo sanguíneo en mis venas. Me descontrola, todas mis emociones se desequilibran y estallan cuando habla. Tiene una voz preciosa, pero la comencé a odiar al verla junto a su rostro y actitud mandona.