Lo que nos trajo el muerdago

6. Lori no existe.

Malorie Vélez.

Jacob tiene algo que decir, pero sus palabras quedan escondidas detrás de la puerta y las ansiosas manos de Dean se adhieren a mí con familiaridad, provocando que olvide al hombre a mis espaldas y todo lo que hemos discutido los últimos días.

—¿Qué te trae por acá, Dean? —cuestione deshaciéndome de sus descuidadas manos, las cuales había comenzado a recorrerme con la confianza de un antiguo amante.

Aquellas caricias no hacían más que provocar el asco en mí. Si rastro de calor grabándose una vez más en mi piel, solo traía malos recuerdos, la infidelidad que hubo en nuestra ruptura y las desagradables palabras que nos gritamos uno al otro, más que todo vinieron de su parte. Así que tenerlo a pocos centímetros y tocándome me hace sentir pequeña y frágil, porque él tiene la capacidad de destruirme. Ya lo ha hecho.

—Tanto tiempo sin verte, Malorie.

—Sabes por qué no nos hemos visto, Dean, lo sabes demasiado bien o ¿ya lo olvidaste? —pregunté con el rencor goteando de mi voz, con la amargura y el dolor envolviéndome—. Porque no lo he olvidado, es imposible hacerlo cuando me dejaste un constante recuerdo de que cualquier hombre que volviera amar me haría lo mismo. Así que dime, Dean, qué te trae por mi hospital.

—¿Dónde dejaste a mi dulce, Lori? —inquiere con cinismo, provocando que las lágrimas comiencen a picar detrás de mis ojos y solo quiero golpearlo, borrarle esa sonrisa.

—Tú la borraste, Dean.

Él la borró, como todos nuestros recuerdos y sueños. Dean se encargó de destruirme a un nivel que no creía posible esa noche que mi hermana volvía a casa con su sangre. Este hombre hace tiempo fue el amor de mi vida, el futuro padre de mis hijos y la única persona con la cual me veía en un futuro envejeciendo juntos. Uno nunca espera que la infidelidad toque a su puerta, menos cuando estás a unos meses de casarte y la boda perfecta de tus sueños está esperando por ti.

Así es, uno nunca espera la traición, y lo feo de ella es que llega cuando menos lo esperas. Es silenciosa, actúa con lentitud y en un momento, cuando la ves por el rabillo del ojo, ella explota. Implosionar sin poder contenerse, porque eso es la traición. No aparece en un parpadeo; siempre ha estado contigo, respirándote en la nuca; por eso duele tanto. Por eso me destruyo. Dean sostuvo el cuchillo que clavaron en mi espalda; la mano del hombre que amaba fue el causante de aquel desgarrador dolor y la depresión que experimenté durante años.

—No seas tan dura conmigo, Lori, tú te fuiste dejándome a meses de la boda, me abandonaste, cariño —suspiro conteniendo la rabia; ese hueco en mi pecho se ha llenado con resentimiento. Y este bastardo sin consciencia está haciendo el papel de víctima.

—Hannah me lo dijo, Dean, lo sé todo.

—Lo sabes, lo imaginé—cínico—estaba esperando mucho que Hannah no lo hubiera dicho, pero tú nunca me dejarías a menos que supieras de la tracción.

—¿A qué has venido, Dean? —le cortó sin querer escuchar su monólogo.

Los abogados tienen una buena lengua, una de las mejores que encontrarás. Pero no quiero que endulce lo sucedido; no quiero escuchar su versión o lo que tenga que decirme; realmente quiero desaparecer y borrar este episodio de mi cabeza. Aunque Dean me haya hecho tanto daño, soy incapaz de tratarlo mal, de dejarlo solo cuando ha venido al hospital para verme; soy Malorie Vélez, la dulce y sensible Malorie que siempre perdona; y él lo sabe. Egoístamente lo sabe.

—Pedirte perdón, Malorie, no merecías nada de lo que hice.

—¿Qué hiciste, Dean? —cuestione, esperando escuchar en voz alta como se declara culpable.

En un juicio siempre están los culpables, por omisión o porque están seguros de no serlo; los abogados se encargan de hacerle creer al juzgado que su cliente sea inocente, aunque no lo es. Son embusteros y taimados, así que escuchar como Dean Mackenzie se declara culpable es más que una victoria; es saborear su caída y darle rienda suelta al rencor que he guardado.

—Te fui infiel, pisoteé tu corazón y no te di tu lugar, Malorie. No fui el hombre que merecías.

—Es verdad, fuiste un cobarde—las cejas se fruncen, sus labios se contraen en una mueca y aquellos ojos descontentos me observan—. Fuiste un maldito cobarde incapaz de decirle a tu prometida que no la querías, que estabas detrás de la falda de otra mujer. No, no tenías huevos, Dean. Así que no acepto tu disculpa. Quiero que sigas recordando todo el daño que me hiciste, porque esta es mi pequeña venganza; que vivas tu presente recordando cómo me destruiste.

—Lori.

—Lori no existe, Dean. Tú la mataste, así que ten la decencia de dejar mi hospital.

Ver a Dean siempre es difícil, me desmotiva y revive aquellos momentos que deseo mantener escondidos. Comenzando por Hannah contándome la desgarradora verdad, amo a mi hermana, pero la manera en que descubrí la infidelidad no solo fue grotesca; hundió la daga aún más profundo en la herida. Dean, es la carga que siempre mantendré sobre mis hombros, el hombre responsable de mi baja autoestima y la desconfianza que me persigue al imaginarme en otra relación.

¿Quién creó cada una de mis pesadillas, demonios y desconsuelos? Todos mis sueños rotos tenían la firma de Dean.

El miedo a repetir la misma historia me ha impedido seguir adelante. Lo sé, he ido a terapia para tratar este trauma, con las heridas de haber perdido lo que consideraba mi futuro seguro. Aun así, las terapias no han funcionado por completo para deshacer la imagen del fracaso. De la traición y de un nuevo hombre cometiendo los mismos actos.




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