Malorie Vélez
Decir aquellas palabras fue lo correcto, la mirada brillante y anhelante de Jacob fue la mejor recompensa. Sus besos embriagadores, sus manos que me abrazaron con tanta fuerza y despejaron las últimas dudas que me atormentaba. Había sido lo correcto, la decisión que tanto tiempo había estado posponiendo. Ahora en víspera de Navidad, al lado del hombre que consideraba insoportable y amargado, encontré el amor. El amor que tantos tiempo llevaba anhelando y me negaba a tener por miedo, miedo a repetir el mismo patrón.
No obstante, Jacob ha demostrado que el le ama más de lo que algún día podría amarlo yo a él. Mi deseo de Navidad se ha cumplido y todo comenzó por un estúpido y predecible muérdago, por un cirujano que escucho escondido y decidió que iba a darme el romance navideño qué tanto deseaba. Jacob hizo realidad cada uno de mis deseos, esos que había abandonado cuando me fueron infiel, cuando mi prometido rompió mi corazón con tanta crueldad.
— ¿Te encuentras bien, dulzura? —pregunta el cirujano en un tono suave y varonil, asiento atrayéndolo hacía bajo; robándole un corto y eufórico beso, antes de entrar al salón del evento.
Jacob sonríe negando, un risa ronca y grave se escapa de sus labios. Aquellos ojos brillan con una intensidad y calidez qué me envuelve, borrando el frío y el miedo de los huesos. Sus labios vuelven a estar sobre los míos; hambrientos, sedientos y dominantes, sacando gemidos y jadeos de mi boca ansiosa, la cual no sabe como no responderle. No importa que tan suave sea el toque de sus manos o labios, las dulces palabras que susurra cuando me ve triste o afectada; cada acción pequeña de este hombre me enciende, despierta un anhelo, deseo y esperanza en mi pecho; la cual es imposible de apagar. Jacob es un acelerante para mi deseoso y desesperado corazón, el infunda fuerza en los sueños que he tenido.
—Luces tan bonita con los labios hinchados y las mejillas sonrojadas. Te ves apetecible, dulzura.
Deja un beso ligero sobre mi boca sensible, sus dientes se cierran con cariño en el labio inferior, tirando de él con picardía.
—Y lo mejor es que eres toda mía.
Las mejillas arden, el corazón late desbocado y todo mi cuerpo, cada centímetro se enciende y esperan que este hombre Posesivo y dominante me lleve más allá de la fiesta y por fin ceda al deseo que ha mantenido atrapado entre nosotros. No obstante, Jacob vuelve a demostrar un autocontrol admirable; aquellos labios enrojecidos se deslizan en una cautivadora y maliciosa sonrisa, los oscurecidos y picarones ojos se han dado cuenta del malestar que me tiene cautiva. Aun así, sigue adelante, entra al salón con toda la galantería del mundo y saluda a la persona con la actitud más relajada que le he visto en años.
—Eres odioso—susurro entre dientes, manteniendo una sonrisa a duras penas. Pero cada paso que avanzo, no es más que una interminable tortura; las bragas se hallan húmedas de nuestra sección de beso, el roce de la tela contra mi centro no es más que una tortura y los pezones no han dejado de punzar contra el escote del vestido.
Aun así, este hombre luce estoico, tranquilo y severo. Avanza por la sala sin malestar o preocupación, robándome besos cuando nadie nos ve y esos roces tan leves solo empeoran lo que ya siento.
—Creí que ya habíamos superado el odio, dulzura.
—Sí, pero sigues siendo odioso, Jacob. Luces tan sereno y sin preocupación alguna, cuando yo estoy jadeando con cada paso que damos por el salón. Mis bragas no aguantarán uno más de tus besos.
—Tú también me afectas—revela, tirando de mi caderas contra las suyas. Mi espada chocan contra un pecho definido y duro, mientras una erección gruesa y larga se esconde entre los pliegues del vestido y nalgas—. Me afectas más de lo que crees, dulzura. No sabes cuanto deseo sacarte de este salón y quitar este bonito y revelador vestido tuyo; quitar cada una de las prendas que adorna tu cuerpo y pasar minutos. Horas si es posible, adorando cada centímetro de tu cuerpo, dulzura.
—Vámonos.
—Ya sabes lo que necesitas decir.
— ¿Ya lo dije? —interrogué con desesperación, mi cerebro solo puede pensar en sus palabras, en su cuerpo contra el mio y en lo bien que se sentiría sus manos y lengua en otros lugares. Lo necesito, necesito sentir en más que unos cuantos besos.
—Sabes que no, dulzura—deja un suave beso sobre mi mejilla alejándose, saluda a Bastian quien alza una copa y brinda por nosotros.
El está jugando conmigo, haciendo que experimente al menos una décima del sufrimiento que sobrevivió durante años viendo como me escapa de sus manos o lo odiaba con todo mi corazón. Ya le dije que lo quiero, admití que soy incapaz de odiarlo y estoy lista para pasar mi vida al lado suyo; hasta que esta relación de todo lo que tiene. Dudo poder amarlo de la misma manera que el lo hace, es una ilusión creer que sería capaz de hacerlo cuando López me ha amado en secreto durante cinco años, ha esperado su oportunidad; me ha visto sufrir por las decisión de Sean y aun así su amor nunca desfallecer; todo lo contrario se hizo más fuerte con el tiempo.
—Te quiero, Jacob López, mi nemesis. ¿Qué más esperas de mi?
El sonríe cuál zorro astuto, sus labios extendidos en una burlesca sonrisa no desaparece, aun cuando saluda a los demás colegas. No importa quién intenta llamar su atención, Jacob apenas le dedica un simple y cordial saludo de unos segundos antes de volver a centrar toda su atencion en mi.