15 de julio, 2017
Tomar buenas decisiones nunca ha sido mi especialidad, menos aún cuando se tratan de esas decisiones apresuradas, que se tienen que tomar en un instante, sin pensarlo mucho.
Y es que ese era mi problema, o mejor dicho, uno de mis grandes defectos.
Pensar y repensar las cosas una y mil veces.
Para luego pasar horas imaginando las posibles respuestas y reacciones que habrían podido dar un resultado mejor y favorable.
Ya saben, así como cuando discutes con alguien y luego de que todo pasa, vienen a tu mente mejores argumentos que los que diste.
¿Acaso no les ha pasado?
---¿Por qué esperaste tanto para llamarme?
Lo escuché resoplar a través de la línea.
---Porque no tenia teléfono, Aitana... ya te lo dije.
Me reí.
---Esa es una excusa muy estúpida, Emiliano --mi voz comenzó a subir de nivel, me sentía enojada con él y sabía que entre toda mi rabia, las lágrimas aparecerían pronto---. Dime la verdad, por favor.
---No voy a volver, Aitana. Lo siento mucho, solo quería ahorrarte un mal momento.
Al escucharlo, pude sentir como las primeras lágrimas comenzaron a escapar cuesta abajo por mi rostro.
Había estado tan sumida es mis asuntos y lamentos existenciales, que por varios días me olvide de la existencia de mi novio, el cuál, se había marchado varias semanas atrás a otro estado por asuntos de trabajo y luego de todo esté tiempo, aparecía para decirme como si nada que no volvería.
Tenía que ser muy imbécil en la vida para no darme cuenta que ese "no voy a volver", llevaba implícito el "debemos terminar".
---¿Qué sucedió para que tomaras esa decisión? En la cuál veo no pensaste para nada en mi, o mejor dicho, en nosotros --traté de respirar y calmar el nudo que se había formado en mi garganta haciendo difícil hablar.
Escuche la voz de alguien más hablándole pero no logre distinguir que decía, y tampoco me importaba.
---Salió un contrato importante por seis meses y si tome la decisión sin consultarte, es porque necesito el dinero. Esta es una buena oportunidad que no pienso desaprovechar, Aitana --zanjó decisivo---. Además, no sería nada justo pedirte que me esperes, para ninguno de los dos y menos con la mala fama que tengo con las mujeres.
Traté de enfocar mi vista en las cortinas floreadas de mi habitación, buscando el valor para afrontar la situación lo mejor posible. Siempre fui consciente de que esto tarde o temprano pasaría.
---Entonces, dentro de tu egoísmo si pensaste un poco en mi --respondí tratando de controlar un sollozo---. Tomaré esa consideración de tu parte como un consuelo. Adiós, Emiliano y no me llames por un buen tiempo, al cabo que eso si lo haces muy bien.
Corté la llamada, sintiendo de golpe como un gran peso me era quitado de encima.
Porque a pesar de que me dolía su decisión, en el fondo sabía que era lo mejor para ambos. Y es qué, después de un tiempo juntos, me di cuenta de que no lo amaba. Le quería, mucho. Me hacía reír, llenaba mis vacíos, el sexo era increible, me sentía a gusto con él... pero, aunque gracias a él volví a recuperar mi fe en las relaciones, luego de mi divorcio, esa comodidad no era lo que yo quería para mi vida.
Decidida a no llorar más, aparte los restos de lágrimas de mi rostro con la palma de mis manos y me trague los mocos, porque sí, cuando lloramos eso también forma parte de la ecuación dramática aunque no sea muy elegante.
Vi la hora en la pantalla de mi celular, apenas eran las diez de la noche; muy temprano para dormir pero por otro lado no quería pensar en nada más.
Leer se había convertido en mi obsesión desde los dieciocho años, asi qué, que mejor que un libro. Sin embargo, en ese momento me interrumpió el sonido de mi celular anunciando una nueva notificación.
Por un momento pensé que se podía tratar de Emiliano, en cambio mi sorpresa fue mucha cuando vi de quién se trataba en realidad; y no sé porqué mi corazón comenzó a acelerar de pronto.
Cristóbal primo:
No creas que he olvidado nuestra salida, brujita. Tengo muchas ganas de ver que tan bonita es tu sonrisa. Te veo pronto.
Mi yo de ese momento no sabía que lo mejor era ignorar ese mensaje y seguir con la idea de un libro. Pero la vida no es así de fácil, nunca vemos las alarmas, pasamos por alto las señales y por eso es que luego todo se va a la mierda.
Aitana:
Claro que no lo olvido, primito... es más tengo muchas ganas de mostrarte algo más que sonrisas de mi.
En la vida una de las peores combinaciones era un corazón despechado y alguien con aparentes ganas de coquetear.
Ya saben, un clavo que saca otro clavo, sin importar que en el proceso nos podamos machacar los dedos.