Nunca pensé que iba a morir así.
El olor a gasolina me asfixia, y sé que si sigo respirándolo un minuto más terminaré desplomándome inconsciente al suelo.
El horror me tiene paralizada por completo. ¡Nunca pensé que me vería envuelta en una situación semejante! Maldigo la casa, maldigo el oscuro pasado de la familia O'Brian y por sobre todas las cosas, maldigo nuestra llegada a Bourton on the Water. ¡Nunca tuvimos que haber salido de Londres!
La desquiciada persona que tengo delante avanza un paso hacia mí. Una sonrisa espeluznante cruza su rostro de oreja a oreja, augurando nada bueno. Sus oscuros ojos rodeados de tinieblas brillan con un matiz diabólico, y es la personificación de la locura la que me grita con ira:
—¡Vamos a morir, Margaret O'Brian! ¡Aquí y ahora! No más secretos, no más mentiras. ¡Seremos las últimas criaturas del clan O'Brian en saludar a Lucifer!
No sé de dónde los ha sacado, pero de pronto veo que sostiene una cerilla y un mechero. Con una siniestra carcajada, agita la cerilla delante de mis narices y proclama con tono burlón:
—¡Hasta nunca, Maggie!
—¡No! ¡No lo hagas!
Pero mi voz es acallada cuando el horrible ser que tengo enfrente enciende rápidamente la cerilla y con un movimiento brusco la lanza hacia un lado, donde cae en un charco de gasolina.
Y es entonces cuando el tiempo, mi tiempo, se detiene.
Una estruendosa explosión nos lanza por los aires, y es en ese mismo instante cuando me doy cuenta de que estoy rodeada de llamas.
Después, solo percibo oscuridad.
Editado: 02.04.2018