—Hola —saluda, bajando las escaleras lentamente—. Pensé que estabas adentro, dejaste la puerta entreabierta.
No respondo, ni siquiera me muevo. No puedo.
—¿Sucede algo? —su mirada va de mi a la casa un par de veces, antes de señalar mi hogar interrogándome con la mirada.
—¿Llegaste hace mucho? —pregunto, ignorando su pregunta y dando un paso hacia él, viendo a sus espaldas, donde la puerta abierta me sonríe burlona. O eso me imagino yo.
Él me mira sin responder, pero al ver la dirección de mi mirada, sin esperar nada, se voltea y entra cogiendo un jarrón.
—Quédate afuera.
¿Qué me quede afuera? Sí claro. Podrán matarme, pero… pero nadie puede hurgar en mi casa.
No si puedo evitarlo.
—Ni se te ocurra, Athens —Marc me sujeta del brazo y tira de mí hacia atrás.
—No te metas, Koch, agradezco que hayas venido a avisarme, pero están en mí casa —remarco, soltándome de su agarre y retomando mi camino esta vez sin interrupciones de por medio.
Cojo una de las botellas de cerveza que Matthew acaba de esquivar y voy hacia la cochera, donde está lo que realmente me importa. Me aseguro de que no haya nadie y todo esté en orden y trabo la puerta al salir.
—¿Escuchaste o viste a alguien? —inquiere Matt cuando lo encuentro en mi cuarto. Niego con la cabeza sin quitarle de mi vista.
—Ya se fueron —susurro entrecerrando los ojos en su dirección.
En la casa no había nadie cuando empezamos a revisarla, nos oyeron, lo sé. Y también tengo una vaga idea de quiénes fueron.
El pasado nunca dejó de acecharme, solo que ahora se siente más real.
—Es raro que hayas venido, Matt —intento sonar casual, jugueteando con la botella entre mis manos.
De reojo lo veo encogerse de hombros.
—Extrañaba a mis chicas. Invité a Alexia pero dijo que no podía, ¡¿cuándo se negó a salidas de amigos?! Creo que algo cambió entre los tres —se lamenta, llevándose una mano a la nuca.
Desvío la mirada y, simulando sentirme asustada digo:
—¿Me acompañas a cerrar la puerta con traba?
Asiente y bajamos en silencio. Sé que esperaba que le dijera que nada cambió y que los tres seguíamos siendo los mismos, pero entre nosotros, Alexia era la única que seguía siendo ella misma.
Matt estaba metido en algo, solo que no tengo claro en qué, sin embargo, no parece ser algo muy bueno. Y yo… yo tampoco me salvo de la situación.
No me trago la excusa de Matt, pero eso no voy a decírselo aún.
Al ingresar a la sala, ambos vemos a Marc cómodamente sentado pateando una de las botellitas. Ni siquiera me siento avergonzada por el desorden, porque no es mí desorden.
—Eh… ¿Andrea? ¿Qué hace aquí él? —pregunta levantando la voz para que éste escuche.
Marc ni siquiera se inmuta ante el desdén en el tono de Matt.
—Yo lo llamé —me encojo de hombros al responder —. Pronto tendremos compañía —susurro para mí misma yendo a la cocina a coger refrescos.
Nos sentamos en la sala en un silencio incómodo.
Matt se remueve incomodo en su sitio bebiendo a tragos enormes su bebida.
—Creo que será mejor que me vaya.
Estaba esperando que lo dijera y ni siquiera me siento mal por pensarlo.
—Oh, bueno —lo acompaño a la puerta sin decir más.
—Andrea, él… —intenta hablar antes de irse, pero lo detengo.
—Mejor no digas nada, ¿sí?
Niega con la cabeza con decepción y se aleja.
—Tú sabes quienes eran. ¡Dime! —prácticamente grito cuando vuelvo a la sala. Mi rostro sereno se rompe dando paso al enojo.
Marc se levanta del sofá con su ceño fruncido y dando pasos hacia mí pronuncia:
—Dime tú que o a quién escondes aquí —ordena con un tono ronco y furioso que me eriza la piel en segundos.
Bufo cruzándome de brazos. Está a escasos centímetros de mi rostro, pero ni siquiera necesito levantar la cabeza para sostenerle la mirada.
—Si escondiese a alguien o a algo aquí, créeme, no te lo diría.
Coge mi rostro entre sus manos y me atrae todavía más hacia él. Su respiración caliente atropella la mía sin esfuerzo y su mirada me hace arder.
—No me pidas respuestas si no vas a cooperar —susurra lentamente, saboreando las letras, antes de soltarme e irse dejándome como una gelatina, temblando de pies a cabeza.
Y todavía con eso, voy detrás de él.
—No creas que te voy a dejar ir sin más. Solo quiero que me digas quienes eran y como sabías que vendrían, ¿acaso tienes algo que ver?
Resopla con cansancio ante mi insistencia.
—Averígualo, aunque creo que ya te haces a la idea.
Y se va. Ya no pienso detenerlo. Veo un coche acercarse a gran velocidad e ingreso rápidamente, cerrando todo y llaveándome en mi cuarto.
Tengo dos grupos en mente, sé quién pudo ser, pero Marc es el único que puede confirmarlo.