Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 29 | Mitchell

No puedo creer que todo este tiempo quién realmente vivía algo paralelamente a Ana haya sido Thomas. Mi amistad con él me lleva a pensar en lo terrible que debe sentirse todos estos días, en la confusión que debe arrastrar. A su vez, me hace preguntar qué habrá visto en su terapia de hipnosis con Warren; en la mía todo se basó en recuerdos de mi niñez, junto a mi padre.

Igual… Raven sigue despertando interés en mí, incluso al entender que ella no es Ana.

—Tenías razón…  —le digo a Warren por llamada. Mi madre duerme plácidamente sobre la cama del hotel y salí hasta el pasillo solo para evitar despertarla.

—Obvio.

¿Cortó la llamada?

Vuelvo a marcar porque la cosa quedó inconclusa.

—¿No te interesa saber en qué específicamente?

—Sea lo que sea, tengo razón, es lo importante. Sabrás que hacer, Mitch.

Corta otra vez. 

No logro entenderlo y suelto una risotada. Warren es todo un caso.

Quedo ahí parado, contra la pared de mármol de aquel hotel. El Prishkna es bastante caro, pero mi madre siempre lo ha mantenido como su favorito. Sigue insistiendo que es por la vista y la comida; sé que es porque en los noventa, aquí mi padre le propuso matrimonio, y una década antes, en el salón principal, en un baile de algún tipo de fiesta que nunca me interesó, mi padre le quitó su primer beso.

Para una recién salida de la adolescencia, muy soñadora e intensa idealista chica de Ámsterdam, que Monroe Radcliff la besara, según sus propias palabras, era casi un sueño hecho realidad. Ella lo narra cómo: si el hada madrina hubiera transformado mi vestido en algún tipo de brasa, porque ardía solo de verlo.

 

Amo lo tierna que es… 

Mi persona ha cambiado tanto, y no sé qué tanto tenga que ver con Raven, cuanto con Ana… No lo sé. Puede que hasta el mismísimo Warren haya puesto su grano de arena.

Maldición. 

—Soy un cursi.

Niego con risas y cuando voy a entrar al cuarto de hotel de mi madre, veo una cabellera negra, una que ya reconozco porque… bueno, razones obvias.

—Cada vez más inesperada —le digo. 

Se voltea, acaba de salir del cuarto continuo. ¿Qué hace en el Prishkna?

—¿Mitchell?

+

Tras una súbita desaparición de hace como 24 horas, en las que todos los chicos la hemos estado buscando, me parece obra de algún señor barbón que Raven se encuentre en el mismo hotel que mi madre.

Da igual, la traje a comer algo al restaurante del hotel, se niega a beber algo, admito que yo sí me tomaría uno que otro trago, asi que terminamos tomando un té negro, ya que ella dice que eso siempre la hace sentir mejor. 

Hubiera debatido o intentado tomar otra cosa, pero pareció muy seria al decir que esto la hace sentir mejor, así que… puedo ceder en esto. 

—¿No es un poco temprano para tomar el té? —le pregunto.

—¿No sería igual de temprano tomar un poco de ginebra? —responde en un susurro mientras me mira fijamente a los ojos.

—Esa Raven de respuestas ácidas no suele salir en presencia de cierto chico.

Ladea su cara unos cuantos centímetros y la devuelve  a su sitio, como si su cuello se hubiera estresado con solo escuchar aquello.

—Así no se enamora a nadie, ¿Sabes? 

—Entonces sacas a una Raven suave y débil. Bueno… Excelente táctica de seducción, un tanto sexista, pero excelente. Respeto.

—Te metes mucho, ¿No?

No niego, simplemente doy un sorbo a su taza. 

—El tuyo está demasiado dulce… obvio —me quejo.

—¡Sí, Mitchell, me gusta el azúcar, lo cursi y lo rosa! —se exalta mientras ríe —Dios… ¿Qué más quieres?

—Nada, así me gustas —digo —, me gusta la gente auténtica.

—Lo siento, es que este Mitchell se me hace muy diferente al chico que me pidió que llorara más en silencio y se enojó por su chaqueta. 

Puedo decir lo mismo.

—¿Qué se supone que haces aquí?

—Es una historia pesada —responde rascando su nuca.

—Yo estoy aquí por mi madre —digo sin que me lo pregunte.

—Supongo que es normal, mis padres me dijeron que la casa que compró enfrente aún no tenía servicios instalados… Entonces, Ana… ¿Ella está en ese cuarto? —pregunta emocionada.

De adolescente recuerdo a mis compañeras, específicamente chicas, siempre querer que las invite a casa con la excusa de querer visitar a mi madre; ahora, es al revés, ella de verdad quiere conocerla y a mí me gustaría que se emocionara así por… no sé.

—Recuerdo que no tenías muchas ganas de conocer a mi madre aquel día en que fui a tu casa.

—Mis padres estaban enojados conmigo por no hablarles en todo el fin de semana en que estuve en Bath, entonces… era más eso.

Raven intenta sonreír.

—Tienes los ojos llorosos.

—No es cierto…

—¿Has estado llorando? —desvía la mirada —¿Por qué?

Duda un poco.

Se bebe con cuidado el contenido de su taza, y no deja de observarme con esos ojos azules aguados. Admito que la vista es interesante, no diré que es lo más hermoso o seductor que he visto… pero cerca.

—Tengo una media hermana de la cual no sabía —responde —. Es hija de mi padre. 

—Oh… no creí que el señor Ed pudiera… No me pareció así cuando le conocí.

Ella niega con la cabeza fuerte, como si quisiera aclarar algo.

—No, es de mi padre biológico, Quentin… Rizak.

Así que el señor Cyrus no es su padre biológico…

—Cyrus te queda mejor ¿Raven Rizak?—pregunto sorprendido —No…

—Soy Raven Cyrus, jamás conocí a ese señor. 

—Falleció hace unos días… tengo entendido.

—Su hija, mi hermana, fue a buscarme.

—¿Ran? —asiente —¿Ran es tu hermana?

—Sí, ¿Cómo la conoces?

—Es Ran Rizak, es conocida mía —digo, omitiendo por respeto algunas informaciones.

—Oh…

Seguimos hablando un poco, aún no toca el tema de la lista, creo que hasta se le olvidó. Sigo la conversación, la veo en mejor estado que cuando estábamos en el pasillo con los ojos rojos e hinchados.




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