Entre los Hilos del Tiempo, el despertar....

Paddy se levantó como cada mañana, repitiendo su ritual diario, pero algo en el ambiente le hacía sentir que ese día no era como los demás. Una extraña sensación lo invadió, una corriente que no podía identificar su origen. Paddy, quien se había vuelto hipocondríaco después de una pandemia que lo había afectado profundamente, estaba acostumbrado a reconocer cualquier señal de advertencia de su cuerpo, pero esta vez se encontraba desconcertado por las señales que su mente y cuerpo le enviaban.

Sin pensarlo más, decidió romper la monotonía y salir de casa para volver a la oficina después de dos largos años y medio trabajando desde su hogar. Recuperar la normalidad le sentó bien; poder pasear y llevar una vida cotidiana sin restricciones le proporcionó una nueva vitalidad. Además, el reencuentro con sus compañeros, tanto los veteranos como los nuevos, era un incentivo que hacía más llevadero el largo y pesado trayecto hacia el trabajo.

Al salir a la calle, como un golpe repentino, Paddy se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Era plenamente consciente de que había retrocedido en el tiempo. No sabía la fecha exacta, pero era innegable que había regresado al pasado, a un tiempo anterior. Las calles estaban desiertas, apenas había gente y el tráfico era escaso. Todos los que se aventuraban a pasear llevaban mascarillas, sin excepción. No había lugar para pensar que se trataba de otra pandemia o de un nuevo virus. Paddy estaba convencido de que estaba viviendo un momento anterior en el tiempo.

Acostumbrado a leer sobre física como un pasatiempo, en su cabeza no surgían dudas acerca de la posibilidad de que fuera real. Su mente aceptaba como posible y tangible la idea de que se encontraba en el pasado. Sin embargo, una idea oscura se apoderó de su pensamiento, como una tormenta que rápidamente cubre el cielo de nubes negras y compactas. Durante la pandemia, Paddy había perdido amigos, conocidos e incluso algunos familiares. Había presenciado la desaparición de vínculos afectivos, cariño y amor debido a la partida de aquellos a quienes quería. Si esto era real y había retrocedido en el tiempo, Paddy sabía cómo y cuándo cada uno de ellos había llegado a su fin. Incluso los había acompañado en algunos casos, experimentando el dolor de su pérdida.

El terror se apoderó de Paddy, invadiendo su pensamiento. Era consciente de que, tarde o temprano, se cruzaría con aquellos a quienes había perdido. Conocía el destino de cada uno de ellos y la simple idea de mirarlos a los ojos le aterrorizaba. Además, temía hablarles sobre su propio final, pues tenía miedo de que pensaran que había perdido la cordura. Entró en un estado de pánico; ansiaba verlos para revivir lo que sentía en el pasado, pero al mismo tiempo temía encontrarse con ellos, pues creía que su mirada delataría el conocimiento de su propio destino. La sola idea de imaginar esas situaciones lo abrumaba, y el pánico lo paralizaba, impidiéndole mirar más allá de la puerta de su casa.

De repente, Paddy creyó ver pasar a una de esas personas, pero su cobardía superó su deseo de revivir momentos del pasado y experimentar las mismas sensaciones. Sin embargo, no pudo evitar fijarse en ella. Era ella, no había duda. Sin tiempo para pensar, su cuerpo actuó por sí solo y se lanzó en su dirección, llamándola. Ella se volvió con una sonrisa y los brazos abiertos, y en ese momento no hubo vuelta atrás. Paddy confiaba en que ella no leyera su mirada. Al llegar, se abrazaron, y aunque ambos intentaron evitar cruzar la mirada, fue imposible. Sus ojos se encontraron y, sí, ella vio en los ojos de Paddy la certeza de su propio destino. Y él también lo supo. Después de ese encuentro, solo quedó el abrazo, un abrazo que les recordaba todo lo que habían compartido y todo lo que estaba por venir en el tejido de los hilos del tiempo.