9° Parte: "¿Alguien preguntó por Tarzán?"
—¿Y esto...? ¡Un admirador secreto! ¡Sí! ¡Eso debe ser! ¡Uuyyyy! ¿Quién será?
Aimeé abría emocionada un sobre con una rosa encima que alguien dejó sobre su cama. Ella se hospedaba en la alcoba que dispusieron para ella en el Palacio Real. La hermosa e inocente doncella no tenía ni la menor idea del gran peligro que acechaba a su hermano. Ni siquiera se había enterado que Armand intentó partir del reino justo ese misma noche, pensaba que muy en el fondo él reflexionaría y no se marcharía. Así que al leer en aquella nota la noticia de su secuestro, su corazón se paralizó:
«Tu hermano morirá sino logras que el príncipe Troy venga al viejo almacén del muelle, antes del amanecer. Debe venir solo y nadie debe enterarse de esto. Si vemos que llegan los guardias reales en su búsqueda, sólo encontrarán el cadáver de tu gemelo...»
Para que no hubiera dudas de la nota, el sobre contenía el anillo de la casa de los Sergeiv manchado de sangre. Armand lo había heredado de su padre y jamás se lo quitaría por voluntad propia, porque le tenía muchísimo afecto a esa joya por lo que representaba para él.
—¡Oh! ¡Por el Hacedor! ¡Armand está en peligro!
Aimeé salió del aposento en busca de Troy. Este estaba encerrado en uno de los salones del palacio, pero al intentar ingresar, los guardias se lo impidieron a la hermosa joven.
—¡Necesito ver al príncipe Troy!
—Su alteza no desea ser molestado por nadie. Así que por favor, ¡Retírese! —Le respondió uno de los guardias con autoridad.
—¡Es un asunto urgente! ¡Es de vida o muerte! ¡Dígale que necesito verlo AHORA!
—Lo siento, pero las órdenes de su alteza fueron...
—¡No me interesan sus órdenes!
Furiosa, Aimeé empujó al guardia con todas sus fuerzas, y al no esperar ser atacado por la dama, este cayó desprevenido sobre su compañero; la joven entonces aprovechó de abrir la puerta y meterse al salón.
—¡¡¡TROY!!! ¡¡¡TROY!!!
La joven halló al príncipe todo desaliñado y tirado inerte en el piso. Pensó que le había pasado algo, pero al acercarse notó que sólo estaba terriblemente deprimido.
—¿Troy? ¿Qué estás haciendo?
—¿Qué quieres, Aimeé? ¿Vienes a llenarme la cabeza de mentiras? Ya recibieron su recompensa, no sacarán más nada de mí...
En ese instante los guardias entraron y sujetaron a Aimeé. Esta se puso furiosa y comenzó a forcejear con ellos:
—¡Suéltenme, Imbéciles! ¿Qué no ven que estoy hablando con el príncipe?
Troy se levantó del piso y se recostó en su trono con fastidio. Los guardias, apenados por el error comenzaron a pedirle disculpas:
—¡Alteza! ¡Disculpe la interrupción! Nos llevaremos inmediatamente a la joven de aquí.
—¡No! ¡Déjenme! ¡Troy! ¡Troy! ¡Tienes que escucharme! Es Armand...
—¿Qué? ¿Vas a seguir manipulándome a costa de su supuesto amor? Ya no voy a seguirles el juego, no quiero saber más nada de ustedes.
—¡No seas idiota! ¡Armand te ama! Pero ahora está...
—¡Llévensela! ¡No quiero oír más sus mentiras! Sólo quiero que ella y su hermano me dejen en paz...
—¡No! ¡No! ¡Troy! ¡Escúchame! ¡Armand te necesita!
—¡Él no me necesita! Lo único que hizo fue usarme para salir de sus deudas y obtener mucho oro a cambio de mi rescate. Y ya mi padre le dio suficiente para que sea feliz toda la vida.
—¡No! ¡Troy! ¡Lee esta carta! ¡Léela! Armand te necesita, él si te ama, lo que sucede es que...
E impidiendole concluir lo que decía, los guardias sacaron a la joven del salón y cerraron la puerta tras sí.
—¡Márchese! ¡No nos obligue a arrestarla!
—¡Son unos imbéciles! ¡Se van arrepentir de no dejarme hablar con el príncipe!
—Ya usted misma le escuchó: A su alteza no le interesa nada de lo usted quiera decirle. Así que por favor retírese.
—¡Bien! ¡No importa! ¡Yo iré a rescatar a mi hermano! No necesito a un tonto príncipe despechado para eso...
***
—Les dije que no vendría. El príncipe me odia por haberle mentido. Yo rompí su corazón, así que en vano le esperan porque él no vendrá a salvarme. Su plan ha fracasado.
Armand, horriblemente lastimado, les hablaba a sus captores con el fin de desanimarles de sus intenciones de capturar al príncipe; aunque esto significara su muerte. Pero Sirac, conocido como "El Procurador" y el más leal esbirro del príncipe Norbert, no quería darse por vencido de lo que era su principal objetivo.