Volver a clases un día lunes después de todo lo que había acontecido fue exasperante, siempre pasó por desapercibida cada vez que piso esta institución, pero ante la mirada de los chicos era como que imposible, sus ojos se fijaban de forma inmediata a mí, aún es difícil de asimilar que alguien más se percate de mi existencia.
Me fui temprano como siempre suelo hacerlo, llegar puntual a las clases no es mi prioridad en realidad, es solo una falsa excusa para enmendar el hecho de que quiero evitar a cualquier costa ser percibida por todos, por lo cual trato de llegar siempre antes por ese motivo.
Llego al instituto a las 6.40 am y las clases comienzan a las 7:30am, me dirijo a salón de forma inmediata, aun los pasillos están medio desolados ya que todos siempre llegan a las hora justa del timbre que es a las 7:20am, diría que también tengo la ventaja de vivir en el mismo sector del instituto por lo cual la ruta del autobús es más corta y rápida. Nunca tome el bus escolar, ni he ido a los viajes y retiros escolares, mi madre siempre reprochaba mi actitud, pero nunca me obligo a hacerlo, sé que era un tema muy constante en las reuniones escolares porque era algo de lo que siempre quería hablar, pero agradezco su manera sutil de no involucrarse de forma abrupta en mis decisiones.
Aun me es difícil asimilar el hecho de no llegar temprano. El instituto está casi vacío cuando llegaba fechas anteriores y encontrarlos a ellos de pronto todos los días a la misma hora de mi llegada, fue tan feliz para mí, se amoldaron a una rutina que poco a poco fui dejando gracias a ellos.
Llevaba varios días consiguiendo llegar más tarde de lo normal, ya que nos encontrábamos todos en la estación de autobús para irnos juntos y algunas veces nos escogimos el ir caminando, le dieron sabor a mis días simples.
Pero como dijo mi madre “Retrocedí 100 pasos”, cuando apenas había avanzado 10 pasos. Hoy lunes cuando solo falta mitad de año para mi graduación vuelvo a venirme temprano sin compañía de nadie.
Al llegar todo es como solía ser antes, un vacío crece en mi interior, aunque solo fueron algunos días en los cuales llegaba a una hora distinta, sentía que equivalían a esos dos años en los cuales me venía sola, y un suspiro salió de mis labios justo cuando cruzo el umbral del salón de clases.
La clase transcurrían y mis pensamientos estaban totalmente desconectados de mí, las palabras de Leo se repetían constantemente, y mordía mis labios ante el impulso de sentir las lágrimas inundar de nuevo mis ojos. La mañana transcurrió y en el receso no me encontré con ninguno de los chicos, y por primera vez sentí que el universo o si existe un Dios este estaba de mi lado solo por este instante, porque de solo encontrármelos no sabría cómo proceder. La clase de castellano es la última que veo en el día, así que tenía hasta las 11am para ver de nuevo a Leo y saber cómo portarme o que decirle, pero siendo sincera nada pasaba por mi mente y la frustración me estaba volviendo loca. Tomo mi vianda del almuerzo y me dirijo a la azotea donde siempre suelo comer para no ser vista por nadie, los últimos días solía hacerlo en alguna parte del patio que es la menos transcurrida junto con Sam, Carlos y Leo y al darme cuenta de ello lloro desenfrenadamente a todo pulmón con la confianza de que nadie puede escucharme.