FLETCHER
—Oye Harriet, ¿Podrías irte hoy con Tomas? —le digo a un lado de su casillero.
— ¿Por qué? —se mira en un espejo que tiene—. ¿A dónde vas ahora?
¿Qué le digo? —Ah… —no sé qué inventar—. Quiero ir con Benny.
Ella me mira con una cara seria. — ¿Para qué vas a ir con ese tipo?
—Ah… —rasco mi cabeza—, estamos trabajando, bueno, yo le ayudo y él me paga. Es como un trabajo y cosas así —Harriet no me cree, lo puedo ver en sus ojos, así que uso un recurso para que no siga preguntando cosas—. Para la universidad, la renta y todo eso. Sabes que mis padres quieren que nos encarguemos de la mitad de los gastos, no voy a poder hacer lo de Elthon, de trabajar por un año. Estoy ahorrando desde ahora.
—Elthon no… —empieza a decir y cierra su casillero—. Entiendo. Buena idea, supongo que debería buscar también un trabajo de medio tiempo.
—Buena idea —le digo y rodeo sus hombros con mi brazo—. ¿Quieres arreglar motocicletas con Benny?
Me da un golpe en el abdomen. —No gracias —se aleja de mi brazo—. ¿Vamos a ir a la fiesta?
Ay no, olvidé que si estudió con Bianca significa que no estaré en la fiesta. Podría decirle que llegaré pero si me retraso o algo, ella volverá a enojarse. —Ah… —aclaro mi garganta—, no lo sé. Digo, sabes que salí con ella y me siento incómodo.
Harriet suelta una carcajada. — ¿Incomodo tú? Eso jamás, eres Fletcher Moore, literalmente te da igual.
—No es cierto.
Ella entrelaza su brazo con el mío. —Si es cierto, no lo niegues.
—Harriet eres cruel conmigo —la empujo con mi cuerpo y ambos reímos.
—Bueno, si no vas a la fiesta estaré en tu casa con Mia y Tomas, les diré que estabas arreglando motocicletas y sintiéndote falsamente incomodo por tus ex casi novias.
—Bien, deberíamos hacer una pijamada. —tomo su mentón y como siempre, empuja mi mano.
—Tu roncas, Fletcher. No haré una pijamada con alguien como tú.
— ¡Yo no ronco! —Atravesamos la salida—. Tú eres la que ronca. Además una vez te hiciste pipí en mi cama.
Empuja mi cara con su otra mano. —Tú también te hiciste pipí cuando dormíamos juntos.
—Básicamente hicimos un pacto de pipí —le digo—. Como los de sangre solo que con nuestra orina.
Harriet se ríe a carcajadas y me empuja lejos de ella. —Eres asqueroso Fletcher.
Me acerco de nuevo y la abrazo sobre los hombros. —No lo soy.
—Suéltame, me sofocas —trata de alejarse pero no la suelto.
Su cabello siempre huele bien, le gusta usar shampoo con aromas dulces. Cuando teníamos catorce años le decía que las abejas la perseguirían y luego Elthon le tranquilizaba diciéndole que no funcionaba así.
Le doy un beso en la coronilla. —Te sofocaré por el resto de tu vida.
Ella se suelta y me toma de la mano. —Eres un tonto.
—Tu tonto, Harriet. Solo tuyo —le guiño un ojo y ella finge estar a punto de vomitar.
Las personas a nuestro alrededor ni nos voltean a ver. Hemos sido así desde siempre y no lo dejaremos de ser jamás. Yo soy cariñoso con ella todo el tiempo, me gusta abrazarla y tomar su mano pues me siento muy cómodo con Harriet. Es como si fuera mi gemela o algo así, como si fuera la versión femenina de mí. Como si somos uno mismo.
Harriet siempre se queja de mis abrazos y de mi afecto físico pero se deja porque sé que ella se siente igual que yo, que somos almas gemelas que se quieren distintamente a como el mundo afirma que las almas gemelas se deben querer.
Yo no quiero besar a Harriet, no quiero ser su novio. Quiero ser algo mejor que su novio, su mejor amigo por el resto de su vida.
—Hola Bianca —rasco mi brazo—. ¿Vamos? —le pregunto señalando mi auto.
Luego de dejar a Harriet con Tomas y Mia para que se fueran, y de asegurarme que se habían ido, fui a mi auto y ya estaba Bianca esperándome ahí. Le dije donde me estacioné, el color de mi auto y mi placa para que lo encontrara.
Esto es raro, normalmente no me escabullo para verme con alguna chica. Siempre le digo a Harriet y ella hace algún comentario burlándose de mí o lamentándose por la pobre chica pero esta vez no quise hacerlo de esa manera.
Bianca no diría que estamos en una cita y ella no es otra chica más. Con ella estoy comenzando a sentir cosas que no sabía que eran reales, que pensaba eran simples cursilerías. Pero si esto es enamorarse, es algo muy emocionante.
Cuando no estoy a su lado pienso en ella, quiero conocerla y quiero escuchar de su vida. Quiero hacer todo lo que antes no había hecho.
—Hola —dice sosteniendo unos libros contra su cuerpo.
—Ah —me muevo para abrirle la puerta—, pasa por favor.
Entra sin verme y yo me muevo al asiento del conductor. —Entonces, ¿Lista?
Asiente y me indica donde vive, está como unos diez minutos de mi casa. Manejo y ella no habla nada, solo revisa su teléfono.
— ¿Quieres comer algo antes? —le pregunto.
—Ah… es probable que Brandon haya cocinado algo —me dice.
Esperen. — ¿Tu hermano estará en tu casa?
Se ríe. —Sí y mis padres también. Mi hermana también, ya regresó de estudiar.
¿Toda su familia? —Ah, ya veo… ¿Por qué? —le pregunto.
—Pues ahí está el taller de mis padres y Brandon trabaja también con ellos, en el negocio familiar.
— ¿De verdad? Interesante.
Un hermano mayor no es para tomarlo a la ligera. Si Mia llevara un tipo como yo a casa no me caería bien, me daría ganas de echarlo de la casa y ponerle una orden de restricción para que no se acerque a mi hermanita.
— ¿Les caeré bien? —la miro.
Ella asiente. —Mi familia es amigable, estarán felices que hice un amigo.
—Genial —enciendo el aire acondicionado—. Genial.
— ¿Cómo te fue en la prueba de química? —me pregunta Bianca dejando su teléfono sobre su regazo.
—No es mi fuerte —me fue muy mal—. Soy malo con todo eso.