Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

19

FLETCHER

— ¿Qué harías si tu mejor amiga está enojada contigo porque la golpeaste en la cara, la dejaste plantada en el baile de bienvenida  y le mentiste sobre porque no llegaste? —le pregunto a Bianca en la biblioteca.

Ella me mira con las cejas levantadas. —Vaya, ¿Hiciste todo eso?

Asiento avergonzado. —Pero no fue intencional, mucho menos el golpe.

Se mete una gomita de oso a la boca, hoy se las traje porque me dijo que era amante de las cosas dulces. —Pues, pediría perdón.

—Ya lo hice —le digo.

Niega. —Tienes que ser honesto, decirle que realmente lo sientes y demostrarlo no solo con palabras.

Dejo caer mi cabeza sobre la mesa. —Sigo haciendo las cosas mal.

Bianca me toca el hombro. —No seas tan duro contigo mismo, habla con ella.

—No me contesta los mensajes —levanto la mirada—. Últimamente peleamos mucho y es por mi culpa —afirmo—. Ayer la golpeé por error pero, hasta le saqué sangre.

Ella junta sus cejas. — ¿Qué estabas haciendo para golpearla por error?

Me reincorporo. —Estaba molesto con mi hermano mayor y pues, creo que quería golpearlo.

Ella niega. —Esa no es una solución para nada.

—Ya sé —suspiro—. Ahora que lo pienso, no quiero golpear a mi hermano pero ayer me estaba haciendo enojar. Él tiene esa habilidad.

— ¿No te llevas bien con él?

Niego. —Sí me llevo bien pero, bueno, no sé. Antes me llevaba mejor con él, últimamente solo me habla para regañarme y no pasa tiempo conmigo en absoluto.

Bianca se recuesta en la mesa. — ¿Por qué se distanciaron?

Solo levanto los hombros. —No tengo idea.

Ella hace una mueca. —Aun puedes restaurar la relación con tu hermano, antes que sea demasiado tarde.

—No sé cómo hacerlo —admito.

Ella sugiere: —Dile sobre tu sueño, sobre las audiciones y todo eso.

Niego soltando una carcajada. —Se lo dirá a mis padres y lo arruinarán todo. No puedo hacerlo.

—Entonces —piensa—, podrías voluntariamente pasar tiempo con él. Digo, vayan a comer juntos o algo así.

—No creo que aceptes.

Bianca se sienta con la espalda recta. —Tu problema, Fletcher, es que no lo intentas.

—No —corrijo—, él no me va a aceptar nada.

Ella rueda los ojos. —Tienes que intentarlo. Eres audaz, puedes hacerlo.

¿Audaz? — ¿Crees que lo soy?

Ella sonríe. —Sin duda, creo que lo eres.

Bianca me hace sentir como una canción de los Firestones, una que habla sobre veranos y amor.

“Eres la melodía de un corazón vacío / eres el sol de la última noche de verano / eres la mano que quiero tomar sin miedo/ eres el amor de mi futuro “

—Oye Bianca, hoy vamos a ver a Benny, ¿verdad?

Asiente. —Ese es el plan, ¿No?

—Claro, sí —sonrío—, sí.

Tengo un pensamiento, uno quizás incorrecto pero, me da algo de tranquilidad que Harriet esté enojada conmigo. Harriet no pasará esta tarde conmigo, no me preguntará donde estoy y no tengo que seguir mintiendo.

No es que quiero ocultar esto con Bianca pero no quiero que se arruine antes que empiece. Estoy dándole tiempo a Bianca, estoy dejando que me conozca y que lentamente sienta algo por mí. Quiero que se sienta bien estando conmigo.

Y también, quiero tener algo separado de ese mundo. No es como si no quisiera que Bianca se llevara bien con el resto pero, esto es algo especial que ha surgido solo entre nosotros dos. Con Bianca puedo hablar de música, de mi vida, de muchas cosas en realidad. Si la llevo a mi mundo rutinario, tal vez ya no sería tan especial. ¿Tiene sentido?

—Mi hermana dice que le caíste bien —Ah, Rose.

Sonrío. —Dile que la visitaré pronto.

— ¿Te estas auto invitando a mi casa? —levanta una ceja.

Asiento sintiendo mi corazón latir más rápido. Bianca me está dando problemas cardiacos. —Sí, pero no para estar contigo, iré con Rose para hablar de ti y descubrir tus secretos más profundos.

Rueda los ojos. —No tengo secretos, soy la persona más ordinaria del mundo.

Sonrío levemente. —No eres ordinaria, Bianca.

Ella entorna los ojos esperando que me ría, o que haga algún chiste, pero como no lo hago ella sonríe. —Gracias.

—Bianca —suspiro—, ¿Del uno a diez que tan bien te caigo?

Ríe cubriéndose la boca. — ¿Qué?

—Responde —pido.

Da toquecitos a su barbilla con su dedo. —Diría que… ahora, en este preciso momento, un siete.

— ¿Siete? —Me apoyo sobre la mesa—. ¿Por qué?

Levanta sus manos defendiéndose. —Vaya, lo siento. ¿Cuánto me darías a mí?

No lo pienso. —Diez.

Sus ojos se abren de asombro. —No te entiendo, Fletcher —baja la mirada—. Antes yo no te caía bien.

Me señalo —Antes era un tonto, ya no más.

—Dudo eso —se ríe y pienso en lo dulce que se escucha su risa.

—En serio —le digo—, mira, antes yo no era así… no me gustaba la biblioteca.

— ¿Y porque estás aquí?

Lo pienso un segundo, pienso si debería decirlo o si no. Pienso en las consecuencias. Pienso en el riesgo. Pienso en todo y decido que, tengo que ser lo que ella piensa de mí.

Audaz.

—Porque tu estas aquí —respondo sintiendo mi corazón bombeando sangre como si estuviera inflando una piscina.

Ella resopla. — ¿Le dices eso a todas?

No hay nadie como tú, Bianca. —No.

—Sí, claro. —acomoda su cabello con una expresión triste.

Estiro mi mano y tomo la suya. Tal vez debería detenerme, tal vez esto no es ir lento, tal vez ella me rechace. —Hablo enserio, eres diferente, Bianca.

Ella no quita su mano. —Fletcher yo no…

—Lo sé —la detengo—, sé que no tienes tiempo de nada de eso y no te voy a obligar solo… mira, tu… —no puedo armar las oraciones correctas—. Bianca, tú me gustas mucho y no me había sentido así por nadie antes. No espero que digas nada ahora, solo… tómalo en cuenta.

Ella suspira. —Bien, lo tomaré en cuenta.




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