Los giros del destino

Capítulo 10: Cobardía

Jackeline

Ridículo es lo que siento al estar agazapada detrás de la puerta de mi apartamento junto a la mirilla esperando que se marche mi vecino para poder salir, de las constantes peleas que protagonizabamos semanalmente pasamos a un juego del gato y el ratón y a una especie de drama victoriano donde Sinclair está empecinado en cortejar, distraída con mis pensamientos no me doy cuenta que el protagonista de mis pesadillas se encuentra parado frente a mi puerta hasta que escucho su voz ronca pronunciar mi nombre.

—Jackeline, se que estas detrás de la puerta mirando por la mirilla, huir de mi no nos llevará a ningún lado, se razonable y acepta de una buena vez que nos gustamos, deseo conocerte y que me conozcas.

—¿Conocerme o llevarme a la cama?. Le aseguro que no estoy interesada en engrosar su lista de amantes.

—Conocerte. Si sólo se tratara de llevarte a la cama cualquier mujer guapa me valdría. Todo lo que conozco de ti me encanta, por ello deseo saber más de ti y sé que aunque no desees reconocerlo sientes lo mismo.

—No es cierto, usted solo desea burlarse de mí.

—Es lo que tu inseguridad te hace creer, para serte honesto conozco muchas mujeres, incluso más guapas que tú, solo tendría que hacer una llamada, invitarlas a cenar o a un pub y al finalizar la noche tendría compañía en mi cama. Pero prefiero a una peleona, remilgada que me mira con superioridad mientras yo me la como a besos en mi cabeza y me muero de las ganas por abrazarla y escucharla hablar junto a mí. 

》Llámame loco, insensato, necio, cualquiera de esos adjetivos que utilizas con frecuencia al referirte a mí,  perderas tu tiempo, estoy decidido a cortejarte. Lo único que logras al esconderte de mi es retrasar lo inevitable porque más tarde temprano entenderás que no voy a cejar en mi empeño. Pasaré por ti a las 8:00 pm, pequeña. Si no estás lista a esa hora me tendrás día y noche incordiandote hasta que aceptes salir conmigo.

—Ya lo haces, ¿Cuál sería la diferencia?

—El acoso será peor. Tu decides, aceptas o no.

—Acepto, Sinclair, pero tu jugarreta te va a salir costosa.

—Si el premio eres tú que importa, aparte, no soy estupido, después de dos años de padecer los bruscos y duros comentarios de tu boca ya soy un hombre curtido.

—Eres un.... —soy interrumpida por Sinclair 

—Abre la puerta, es incómodo y vergonzoso, nos estamos convirtiendo en la comidilla de nuestros vecinos —abro la puerta resignada, a nadie le gusta estar en boca de otros.

—Así  me gusta, ya extrañaba la dulzura de tu mirada —dice con sarcasmo—. ¿Ya desayunaste? —me pregunta mientras acaricia mi rostro suavemente.

—No.

—Perfecto, te invito a desayunar.

—No es necesario.

—Tienes razón,  no es necesario, pero deseo hacerlo, además tengo una proposición que hacerte.

—¿Proposición? — pregunto con la mente nublada.

—Si, pero te cuento luego, cámbiate, para irnos a desayunar 

—De acuerdo, sigue —lo conduzco a la sala— siéntate, por favor, solo tardo un momento.

voy directo a mi cuarto maldiciendo mi mala suerte y la terquedad de mi vecino aunque tenga que admitir que me encantaría repetir el beso.

Me doy un duchazo rápido y decido ponerme unos blue jeans y un sueter  tejido a mano por mi, es una de esas raras aficiones que podrían catalogarme como la clásica solterona, sólo me hacen falta los gatos y el moño apretado que desapareció con la visita a la peluquería.

Me obligó a maquillarme, quejándome internamente por esa loca manía que tenemos las mujeres de despreciar nuestro verdadero aspecto mientras que los hombres no están sujetos a tediosas rutinas de belleza o acaso los hombres deben lucir a diario maquillados, usar tacones, ropa entallada o mostrar un poco de aquí y allá para ser aceptados y levantar pasiones.

Al salir la mirada de sinclair me recorre toda rápidamente, toma mis manos y  las besa suavemente.

—Te ves preciosa.

—Gracias.

—Ahora vámonos.

Sinclair nos lleva en su auto a una cafetería que queda a unos 15 minutos en auto de nuestro edificio, el lugar tiene un aire chic decorado con fotografías a blanco y negro y un aspecto desenfadado. Varias de sus paredes están ocupadas por estantes que lucen clásicos de la literatura y betsellers de la literatura moderna, el ambiente es muy agradable y la cereza del pastel es el variopinto musical donde se escuchan piezas de Sinatra, adelle, Andrea Bocelli, Queen, Jazz que disfrutamos durante el tiempo que nos toma desayunar.

Y a pesar de lo terriblemente tenso o aburrido que pensé que podría resultar desayunar junto a Sinclair, la experiencia fue muy agradable, pude descubrir a un hombre sencillo y descomplicado, que no sentía el menor reparo en demostrar su amor por la comida y en llenarme de atenciones que iban desde la sutileza al tocarme a su atención puesta en mí.

Era realmente paciente, incluso con un par de niños que por accidente tropezaron con él.

—¿Cuál era la proposición que ibas a hacerme?

—La empresa de publicidad con la que trabajo organiza un evento benefico todos los años para ayudar a varias organizaciones e instituciones enfocadas en la mujer y en la niñez, este año la temática de la fiesta serán los años 30 y me gustaría que fueras mi acompañante.

–¿Yo?, estoy segura que conoces a un montón de mujeres que estarían encantadas de acompañarte.

—¿ Un montón?. Aprecio la alta estima en la que me tienes, pero estás exagerando, si bien es cierto que conozco a un par de mujeres que aceptarían con gusto mi invitación, no es el montón que tú insinuas. Y lo más importante es que la única mujer que deseo que me acompañe eres tú.

—Sin comentarios, ¿cuando es la reunión?

—Mañana en la noche.

—¿Mañana?, Joseph, aunque quisiera acompañarte es muy poco tiempo, no puedo conseguir un vestido de los años 30 en un par de horas.

—No te preocupes por eso, tengo todo solucionado.




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