El dragón se movió hacia el fondo de la cueva, seguido por Elanor. Los Cinco se quedaron atrás, sin saber qué hacer.
- ¿Qué está pasando? -preguntó Rolf, confundido.
- No lo sé, pero creo que Elanor se ha ganado la confianza del dragón -dijo Lila, impresionada.
- ¿Y eso es bueno o malo? -preguntó Pippin, preocupado.
- No lo sé, pero creo que deberíamos seguirla -dijo Gimli, decidido.
- Sí, vamos -dijo Grok, de acuerdo.
Los Cinco siguieron al dragón y a Elanor al fondo de la cueva, esperando no arrepentirse de su decisión.
El dragón y Elanor llegaron al fondo de la cueva, donde había una gran cámara que brillaba con una luz roja. Era el tesoro del dragón, pero también su santuario. Allí había una enorme pila de oro, joyas, armas, armaduras, libros, mapas y otros objetos de valor. Pero lo que más llamó la atención de Elanor fue una piedra roja que estaba en el centro de la cámara, sobre un pedestal de metal. Era la piedra del dragón, la piedra del fuego.
- Esta es mi piedra, la piedra roja -dijo el dragón, con orgullo-. La encontré hace mucho tiempo, en una antigua ciudad de los Antiguos. Estaba en un templo dedicado al fuego, el elemento más poderoso y sagrado. La tomé como mi trofeo y mi guía. Dentro de ella hay un espíritu llamado Ragnar, que me habla y me enseña.
- ¿Puedo verla? -preguntó Elanor, con interés.
- Sí, puedes -dijo el dragón, con generosidad-. Pero ten cuidado, es muy caliente y muy sensible. No le gusta que la toquen sin permiso.
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Editado: 28.02.2024