Los Liwon

Capítulo 1: Bienvenidos a Grillwood

Tarareo la canción que se reproduce en mi celular. El frío traspasa el vidrio y hace que se me sea imposible apoyar mi cabeza. El coche agarra un pozo y me río de como mi hermano se queja al golpearse contra la puerta.

El sol se filtra entre las ramas de los árboles que decoran el verde bosque dándole un parecido a los libros que fantasía que leía de chica. El estribillo de Live like legends de Ruelle me saca una sonrisa.


—¡Sofía! —escucho que exclama mi mamá.

Revoleo los ojos y me saco un auricular para escucharla.

—¿Qué? —respondí seca.

Se da vuelta y me habla con una sonrisa en su rostro.

—Cuando lleguemos tenemos que ir de compras. El baile de bienvenida será dentro de dos días y no tienes nada de ropa. —reprochó.

Al mudarnos en épocas de clases tuve la mala suerte de llegar para el baile de bienvenida, lo cual me recuerda que no tengo que pasar momentos embarazosos en las propuestas de los chicos. Aún así, es algo por lo que no estoy muy emocionada.

Me encojí de hombros. No me gustaba ir de compras pero lo menos que quiero ahora es empezar a discutir.

—Vale.

El camino se hizo pesado. Aunque sea un pueblo cerca y sólo tardemos cinco horas en coche, se me hizo interminable. No tenía ganas de escuchar a Matías y menos a mi padre dando órdenes de que nos teníamos que mantener todos unidos si de verdad queremos una nueva vida.

—¡Bienvenidos a Grillwood! Bienvenidos a casa. —exclamó mi padre, señalando un cartel al costado del camino.

Fruncí mi ceño al ver que, abajo del cartel había algo escrito con pintura en aerosol:

"Pueblo maldito"

Pestañee varias veces para asegurarme de que mis ojos vieran bien. Un escalofrío pasó por mi columna haciendo que me sacuda.

Al llegar, me esperaba una casucha abandonada y vieja, pero estaba bastante bien y por afuera se veía limpia. Apoyé mi mano en la manija y cerré mis ojos para no causar tanto ruido al abrir la puerta.

—Ni se les ocurra escapar sin ayudarme a bajar las valijas. —amenazaba mi padre.

Revoleé los ojos y salí cerrando la puerta de un portazo. Aun con mis auriculares, me acerqué a la entrada principal y escuché cómo mi hermano se quejaba al dejarlo solo con todo. Levanté mi dedo del medio y abrí la puerta para entrar a mi nuevo hogar.

Junté mis cejas, frunciendo mi ceño. El polvo estaba por todos lados y la madera crujía debajo de mis pies. Me adentré y, con pasos lentos, empecé a observar. Algunos muebles antiguos persistían y otros eran relativamente nuevos. El living es de tamaño medio, normal, adecuado para la casa. Seguí caminando hasta las escaleras, cuales suponía que llevaba a las habitaciones. Al igual que todo el suelo, las escaleras largan un sonido agudo y molesto al subir.

Mis comisuras se elevaron cuando noto que fui lista al subir aquí primero y agarrarme la habitación más grande. El esqueleto de la cama sin el colchón, un armario y un escritorio adornaban el desnudo ambiente. Me saqué los auriculares y los dejé en aquella mesita. El sol se adentra a través de la ventana y me acerco para abrirla.

—Mierda. —maldije al no lograrlo. Noté que tenía un candado y cadena siendo imposible abrirla.

Me di por vencida y seguí investigando. Pasé mi mano por las paredes hasta que llegué al armario. Tenía miedo a que lo abra y salga un murciélago o cucaracha voladora. Pero dejé mi temor a un lado ya que mi curiosidad ganaba. Como esperé, nada salió a atacarme. Gracias a Dios. Una chaqueta de hombre se encontraba colgada de una percha. Nada más. La saqué y metí mi mano en los bolsillos por si encontraba el nombre del dueño. Todo fue un fracaso. No encontré nada.

—¡Sofía Black! ¡Ven a ayudar, mocosa! —ordenó mi hermano desde la planta principal.

—¡Ya voy! —respondí mientras me dirijo a la salida.

Pum.

Un golpe seco se escuchó detrás de mí, deteniendo mi caminata. Me di vuelta, lentamente, y respasé la habitación con la mirada, en busca la causa de aquel sonido. Mi columna sufrió un escalofrío como si pequeñas arañas caminaban por ella. Lo encontré.

La ventana se había abierto. Sola.

El candado y cadena yacían en el suelo de una manera ordenada. Mi intención de acercarme fue interrumpida ya que Matías aparece detrás de mí.

—¿Todo bien? —preguntó con la respiración agitada por subir corriendo las escaleras.

Trago en seco.

No me doy vuelta para mirarlo a la cara ya que mi mirada no se despega del candado y cadenas.

—Sí. Todo bien. —traté de convencerme a mí misma.

(...)

Ser despertada por Matías con un balde de agua y hielo no es estar en el paraíso, ni mucho menos cuando estuviste pensando en como se abrió la maldita ventana. Muchas respuestas lógicas armaba mi cerebro pero siempre terminaba en una alocada.

Mi nuevo comienzo de vida está yendo para el culo.

Me estaba preparando para bajar a desayunar, terminanado de hacerme la trenza cocida. Bajé las escaleras y me encontré mis padres y a Matías desayunando en la cocina. Al pasar por el lado de mi hermano le propiné un buen golpe en la parte trasera de su cabeza. Sonreí con orgullo.

—Auch. —gimió mi hermano.

Lo ignoré.

—Hola ma, hola pa. —los saludé a ambos con un beso en la mejilla.

—Hola, hija —dijeron al mismo tiempo.

Me senté al lado de mi padre y bostezo del sueño. Froté mis ojos con la palma de mi mano mientras mi madre me sirve café.

—¿¡Ansiosa por su nuevo instituto!? —dice poniendo una sonrisa como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

Ah. Eso. Mis padres no perdieron el tiempo cuando me enteré que nos mudábamos aquí. Al ser un pueblo pequeño y desconocido, el único instituto que había vacantes, para entrar en el medio del año, era el Raven's Collage. Y para mi desgracia, hoy es el baile de bienvenida. Sí, no conozco a nadie y mi madre me obliga a asistir ya que haré nuevos amigos.




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