Cuando desperté, mi habitación estaba igual, no había rastros de magia.
—Mi nombre es Ciro, me molesta que me digan humano todo el tiempo.
Esas palabras y "esa" voz, llegaron a mi cabeza. Supongo que debe ser un simple sueño, o algún tipo de profecía o algo así. Entonces me destapé, y cerca de mis pies, había rastros de tierra. La misma tierra que habían tocado, una vez que pase aquel portal.
Me puse de pie, casi como si aquella prueba quemara mi piel. No era posible que ayer, estuve sentado ofreciendo mi vida a un humano cualqu... A Ciro
—No lo sé, tal vez quieres algo de mi familia.
¿Por qué querría algo con su familia? Pensé mientras buscaba un cambio de mi ropa. Y entonces, pude verme con el brillo de la luz del día.
—¿Acaso te ves en un espejo?
—... y tú pareces débil por decisión propia, sin ofender.
Esas palabras ahora tenían sentido. Mi cara y mi cuerpo no estaban en buenas condiciones, casi parecía un esqueleto. Seguro que eso es lo que vio Ciro, la primera vez que nos encontramos «¿Acaso sintió pena por mí?» Pensé, tocando mi pecho, en el cual se podía ver un poco mis costillas. Tal vez si estaba demasiado flaco.
«Él no se veía mal, parecía saludable en su momento» Pensé recordando cómo se veía en su abrigo marrón, mientras tenía las mejillas y la nariz roja por el frío. Su cabello castaño y corto, tenía unos ligeros mechones largos en la nuca, seguro que era resultado de un mal corte. Todo lo que él mostraba, se veía saludable y de cierta manera, tierno, con su ceño fruncido Negué con la cabeza, ese humano estaba rondando mucho en mi cabeza. Y eso más que molestarme me parecía raro.
Busqué una túnica negra, con líneas de cuero en v, Sabía que resaltaba su piel blanca, y que sería muy llamativo, pero no quería que se viera mis vendas. Cuando termine, me puse un pantalón gris, largo de tres sedas unidad por las lágrimas de los torturados. Me puse unas botas, y salí con mi cabello largo suelto.
Aún tenía las consecuencias de la baja de energía, aún latentes en mi cuerpo, no era algo imposible de disimular. Por los largos pasillos oscuros, los guardias estaban en cada arco de granito negro pulido, por si alguien se atreviera a entrar y caminar por uno de los pasillos principales. Me parecía absurdo, pero mi padre estaba seguro de que algo así podría pasar.
A pesar del largo tiempo de mi padre como rey, solo tenía una regla inquebrantable para la familia, y era desayunar, almorzar y cenar juntos, en un mismo espacio. Aunque mis hermanos se quejen, y las mujeres de mi padre se la pasan peleándose sin consideración alguna, esa regla era la más importante de todas.
Con mi rostro neutro, llegué al salón, donde todos me esperaban en silencio. Y mi padre, como siempre en la cabeza, con larga barba blanca, delatando sus años de vida. Cómo yo era el hijo del medio, debía colocarme en el sexto asiento, entre los hijos de la primera esposa, y los hijos de la tercera. Mi hermano mayor Val, de ojos rojos y piel oscura, llena de cicatrices por las batallas y los entrenamientos brutales, siendo conocido como el quinto hijo más poderoso del rey, estaba a mi izquierda, y mi hermana menor Laisa, la primera de los cinco hijos menores, con su cabello corto y gris oscuro, y la mirada rojiza que le deseaba la muerte a todos, estaba a mi derecha.
Los sirvientes, unos Zarias, de cabello negro, que tapaban su falta de ojos. Los Zarias fueron unos guerreros salvajes y nómadas, pero debido a la inminente separación de los reinos, los Zarias que se quedaron en nuestro reino debieron adaptarse a su nuevo ambiente, y por ello, su piel ahora era de un gris violáceo, lleno de líneas como si fueran grietas.
Cuando mi padre capturó a su dios, los obligó a convertirse en sus sirvientes. Y ahora, después de milenios, ellos perdieron todo lo que tenía que ver con sus costumbres, incluso su propio estilo de pelea se perdió para ellos, puesto que los guerreros que lo conocían, fueron enviados a entrenar a los soldados, y se cortó la línea sucesoria. Y ahora solo son extrañas criaturas sin nariz, con brazos largos y delgados de manos huesudas.
Cuando trajeron mi plato, junto con mi vaso de porcelana hecho de las cenizas de los cadáveres de los grandes guerreros, junto con los cubiertos hechos con las partes fundidas de sus armas cubiertas de sangre. Todos esperamos a que el rey empiece a comer. Pero no pasó. Mejor dicho, mi padre se levantó y empezó a caminar a nuestro alrededor.
—¿Qué fue lo que pasó en el baile? —preguntó con la voz de un anciano y tomó autoritario. Mi hermana mayor Evelyn, gemela de Chiara, seria y cruel, con la mirada igual de oscura que el negro en su cabello, se levantó y dijo que intentaron matarme, seguro que repitiendo los informes de los guardias—. Entonces, ¿Qué debe suceder ahora? —pregunto, esperando una respuesta de los mayores.
—Conocer a nuestros enemigos —dijo mi hermana mayor Olivia, con sus juguetones ojos marrón rojizo, mientras miraba a mi dirección—, y las razones de sus objetivos.
—Pero es ridículo —comentó mi hermano mayor Acisclo, con sus penetrantes ojos—. Por qué matar a Adrik, a menos que su plan sea matar al más débil, no tiene sentido. Su muerte no sería más que un evento social, no nos perjudica en nada —aclaró.
—Bien, ahora déjenme presentarles a quien intentó matar a Adrik —comento al fin, mientras colocaba un medallón en medio de nosotros.
Y frente a mí, de ese medallón, se formó la imagen de Ciro, él y su arma, ocultas en lo alto de una colina, detrás de una roca. Incluso en una imagen formada con magia, podía ver sus ojos marrones. El amuleto que mi padre mostraba, es un cráneo dorado. Se forma con las últimas gotas de sangre de la ruptura de un cráneo de un monstruo ya extinto llamado Celarus. Contiene una magia de retención de imágenes, que se asemejan a un ojo omnipotente, que es capaz de ver cosas que pasamos por alto.