Los Muertos No Lo Necesitan

LOS MUERTOS NO LO NECESITAN

María caminó dando codazos a la gente reunida para observar el accidente. Un atropellado, un asaltado, gente en shock… Nada que no fuera su ambiente natural de todos los días.

Mostrando la credencial colgada del cuello pudo tener acceso al área acordonada. Instalándose en el cubremotor de un auto, abrió su maletín y extrajo la cámara fotográfica con la lente especial. Luego de armarla, echó una mirada para definir qué era lo que debía retratarse primero.

Observó el cuerpo tirado en el asfalto, con las piernas en una posición anatómica anormal y el abdomen contraído de un lado e inflado del otro. Asimiló la luz y sombra de la escena y comenzó a realizar su trabajo.

Retratar muertos y escenas del crimen era algo que le apasionaba. No es que gozara con el sufrimiento de los demás, sino que más bien ella sentía que dignificaba una última vez a las personas fallecidas por medio de realizar un trabajo hasta cierto punto “artístico”.

Miró las imágenes en la pantalla de la cámara y quedó satisfecha. No se veía tan macabro del modo como lo hacía ella. Observó a uno de sus compañeros de trabajo hurgar entre las pertenencias del muerto y al disimulo echarse la cartera del fallecido en la bolsa interna de la chamarra.

Con parsimonia, el chico avanzó hasta una pequeña vagoneta que funcionaba como vehículo para guardar muestras y sin que en apariencia nadie lo observara, empezó a revisar la billetera del muerto.

  • ¿Robando de nuevo? – le dijo María sin disimular su disgusto por el acto.
  • Cállate. Mira, era repartidor y traía la cuenta del día yo creo. Aquí hay como 12 mil pesos. Ya la hice para irme con mi novia unos días a la playa.
  • Sí, espero que le digas que está disfrutando del sol y el mar por cortesía de un muerto.
  • Que tú no quieras participar es tu problema. Ahora me vas a salir con que eres moralista, ¿No?
  • Pues no estoy de acuerdo en varias cosas. El otro día le sacaste al muerto del Eje Vial como 3 mil pesos y le robaste pertenencias. ¿Recuerdas?
  • Ah, sí. Este relojito lo hace diario cuando lo veo. Tu reloj está bonito también. Le gustaría a mi novia. Véndemelo, ¿No?
  • Jiménez en la morgue me dijo que su familia pidió las pertenencias y entre ellas iba una receta. Preguntaron por el dinero y obvio les dijeron que no traía nada en la cartera. ¿Sabes para que era la receta?
  • ¿Y cómo fregados voy a saber?
  • Me dijo Jiménez que es una medicina para el cáncer y por la presentación era medicina para un niño. Investigué y resulta que vale como $2800 pesos. ¿Si ubicas para que era ese dinero?...
  • Te prometo que para la otra le pregunto al muerto si lo iba a usar para algo, ¿Sale?
  • Vete al carajo. No quiero verte robando de nuevo o te voy a reportar.
  • Ay, cálmate María. Todo mundo lo hace. Somos los primeros en llegar y los que tenemos oportunidad. Si no me quedo con el dinero, relojes, anillos y demás de los muertitos, el que sigue de mí se lo va a quitar de cualquier modo.

María no dijo nada y simplemente caminó hacia donde había dejado su maletín.

En la oficina, empezó a descargar las fotografías para clasificarlas y meterlas en su reporte, observando al chico muerto. Era atractivo aunque nunca sabría cómo fue como persona. Le dio una última mirada y pasó el archivo a una USB para entregarla.

Pasaron dos días en que todo fue normal en el trabajo, hasta que tuvo que ir a documentar una escena por la noche. Un muerto por arma de fuego.

Como siempre, los curiosos hacían bulto a pesar de ser casi las once de la noche. Ella se apresuró a tomar las imágenes y observó a su compañero manosear al muerto para quitarle sus cosas. Hizo una mueca de asco y sin saludarlo, tras verificar que todo estuviera en orden, levantó su equipo y se trasladó de nueva cuenta a la Agencia.

Le agradaba a veces tomar el turno de noche ya que era más tranquilo y podía leer inclusive sin tanta distracción por las voces de las gentes que acudían a resolver algún asunto jurídico.

Eso fue lo que le permitió observar con detenimiento una de las fotos recién tomadas… Una de las personas que observaban a unos metros de la multitud se parecía mucho al chico de la moto de hacía unos días. Agrandó la imagen y con la facilidad que le daba el formato en que estaba guardada, podía hacerlo sin que se distorsionara. Un escalofrío la recorrió sin poder contener el espasmo. Abrió su computadora en los archivos que guardara un par de días antes y revisó el rostro del muchacho…



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En el texto hay: suspenso

Editado: 16.03.2019

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