Los Ojos Del Mal

Máscara

 

TERCERA PARTE 

“Pon distancia y trata de mantener la sonrisa. Sintoniza un rock and roll en la radio y ve hacia toda la vida que existe con todo el valor que puedas reunir y toda la fé que logres invocar. Sé leal, sé valiente, aguanta. El resto es oscuridad”

Stephen King, «Las dos después de medianoche»







 


 

Me desprendí de mi abrigo, la cubrí con él. Pude notar como la amiga de Kaila se encontraba dispersa debido al impacto.

—¡Cálmate! Quédate con ella en la parte trasera yo manejaré el auto —dije colocando a Kai en el asiento trasero con delicadeza. La amiga de Kaila hizo justo lo que le pedí.

Conduje lo más rápido que pude, incluso ignore los semáforos, no había luces que me pudieran detener, solo podía pensar en llegar rápido al hospital. Notaba como las luces de los otros pasaban de nosotros rápidamente, o yo era quien iba a una alta velocidad.

Al llegar al hospital, la tomé en mis brazos y corrí dentro.

—Una camilla, es una emergencia —grité llamando la atención de todas las personas que se encontraban en ese lugar.

Dos enfermeros, junto con una doctora, llegaron hasta mí rápidamente con una camilla donde Kaila fue puesta. Un respirador artificial le fue colocado de inmediato.

—¿Qué sucedió ? —preguntó la doctora mientras corríamos por los pasillos del hospital junto con la camilla.

—Es una sobredosis —respondí.

—¿Acaso fue un intento de suicido? —preguntó la doctora.

—Eso creo, ha pasado bastante tiempo desde que consumió el medicamento, debemos apresurarnos.

La chica que me acompañó al apartamento de Kaila se encontraba detrás de nosotros con sus ojos húmedos.

—Debes quedarte fuera, no puedes entrar a la sala —dije mientras el resto se llevaban la camilla.

—No la quiero dejar sola —dijo la chica mientras su cuerpo temblaba.

—No te preocupes, todo estará bien —respondí mientras entraba a la sala junto con el resto.

Sentía como mis piernas temblaban ligeramente, durante toda mi vida había evitado llorar. Desde mi punto de vista hacerlo es solamente un símbolo pleno de debilidad, pero cuando vi a Kaila en ese estado, cuando vi el frasco derramado por el suelo, un dolor profundo invadió ó mi corazón… ya lo había sentido una vez.

Aquel momento donde a la fuerza me tuve que separar de ella, cada maldito día que pase lejos la extrañe como un desquiciado, pero por su bien y el mío no la busque, la ignore, me aparté por completo. Creí que irme de su vida sería la mejor opción para mantenerla segura. El día que decidí irme, ese día fue la primera vez que tuve tantos deseos de llorar, ese día sentía que una fuerte llama recorría mi cuerpo de inicio a fin, pero sabía que estaría bien, sabía que sería lo suficientemente fuerte para superarme, eso me hizo resistir el dolor de abandonarla.

Pero cuando la mire de nuevo, cuando logré ver su rostro una vez más, por mucho que intente no reaccionar me fue imposible, cada sentimiento que guarde… todo lo que había dentro de mi encerrado en un rincón profundo de mi alma salió a la luz. Estábamos destinados, no tenía duda de ello. Trate de combatir mis deseos una y otra vez, de alejarme, de no verla, pero era imposible resistirme cuando su mirada tan brillante y fuerte se clava en mi interior. ¿Cómo podía si quiera dejarla sola al verla sufrir? No lo resistí, me dejé llevar. Pero ahora la culpa me invade y los pensamientos de que yo fui quien la puso en peligro después de intentar mantenerla a salvo; me enloquecen.

Cuando la mire con sus ojos cerrados y percibí su piel helada, sentí miedo, sentí desesperación. Muchos pensamientos atravesaron mi mente. Lo que más calaba dentro de mi aparte de la culpa era el dolor de verla sufrir, no soportaba pensar que tan triste y sola se estaba sintiendo, que tan duro había sido todo lo que sucedió en su vida para que mi Kaila, mi fuerte e inquebrantable Kaila se dejará caer. Pensar solo un instante en el tipo de ideas que pasaron por su mente, detenerme a analizar lo que pudo llevarla a esa decisión hizo que por mi rostro se movieran tibias lágrimas. Tenía sujetada su mano, la acerqué a mi rostro y la bese.

—Kaila por Dios, quiero que me mires con odio o con amor, pero solo abre tus ojos y mírame —dije entre susurros.

Tal como lo indicó el doctor me quedé fuera de la sala, estaba realmente nerviosa. Pasaron las horas… hasta que el sonido de unas ruedas en el frío suelo de hospital, se escuchaban, casi de inmediato acompañado del chirrido de las puertas que se abrieron de par en par.

Me puse de pie de inmediato y lo primero que vi, fueron los ojos un poco enrojecidos del doctor que había ayudado a Kai, por un momento sentí un vacío estomacal, pero mis ojos bajaron a la camilla donde Kai se encontraba dormida, un poco blanquecina.

—Logramos estabilizar, pero aún no despertará, tal vez tarde unas horas —dijo el doctor mirándome.

—Entonces ¿Está bien? —pregunté aún con mis manos sudorosas y un poco temblorosas.

—Lo está, logramos atenderla a tiempo —replicó el médico de cabello oscuro—. Podrías intentar ponerte en contacto con sus tutores.

—La verdad no tengo sus contactos, sé quienes son, pero aparte de Kai, no tengo mucho contacto con ellos— respondí un poco decepcionada—. Supongo que debe haber algún registro médico para que tú lo puedas hacer.

—No creo que sea buena idea que yo los llamé —respondió el doctor con una expresión sombría—. Pero no te preocupes, buscaré a alguien más que lo haga.

—Está bien —respondí—. Me quedaré con ella hasta que despierte.

—No creo que sea necesario —respondió el doctor moviendo su cabeza de un lado al otro—. Creo que puedes venir luego, deberías descansar, ya que la impresión fue alta.

—No me gustaría que esté sola.




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