Aquella mañana el cielo estaba pintado de un intenso gris y las gotas que caían del cielo salpicaban contra los cristales de la iglesia mientras el sermón del sacerdote se escuchaba en los altavoces.
Mi familia estaba sentada casi al final del templo del lado izquierdo, habíamos demorado un poco más en salir porque Jazmín no encontraba unos zapatos que no se fueran a estropear por la lluvia, dicho con sus propias palabras. Emily Blaire; la novia de Felipe, mi abuelo, mi abuela y mis padres estaban sentados en el asiento que iba frente al mío, a mi lado derecho se encontraba Felipe con un esmoquin negro viéndose bastante formal, seguido de Jazmín con un vestido del mismo color y a mi izquierda estaba Lowly Annette, seguida de mi tía, que parecía bastante confundida de que a mi lado estuviera el muchacho, sin siquiera sospechar que compartía su sangre.
O tal vez si.
Tomé una larga respiración y dirigí mi vista hacia el lado derecho al frente de la iglesia, donde se encontraba la familia Lowell y Nicole.
—¿No te parece raro? —Cuestionó Felipe en mi oído y moví una de mis manos para que me indicara qué—. Que anoche te haya dicho que Josh ocultaba algo y misteriosamente hoy haya desaparecido.
—Alguna razón ha de tener, no creo que no esté aquí solo porque si. Tal vez se arrepintió, ellos me dijeron ayer que vendrían y hoy aquí solo está Axel.
—¡Exacto! —Chasqueó los dedos por lo bajo—. ¿No te parece raro?
—No, ¿Por qué habría de serlo? —Fruncí el ceño comenzando a tener mis dudas.
—En primer lugar, él va a todas partes con Alex, no creo que lo dejara voluntariamente venir solo a un lugar lleno de personas.
—Alejandro y Michelle Lowell están aquí —Elevé una de mis cejas—. No sé si también te parezca sospechoso, pero son sus padres —Comenté sarcástica—. Es normal que un hijo vaya con sus padres y su novia a la iglesia, deja la paranoia.
—No estoy paranoico.
—Como digas.
—¿Podrían hacer silencio? —Mi tía nos llamó la atención y ambos asentimos permaneciendo en silencio por unos segundos, que fueron suficientes para que las palabras del sacerdote captaran mi atención.
—¡En esta semana... Queridos hermanos hemos descubierto el problema que son las redes sociales para nuestros hijos! —Solo con eso mi corazón comenzó a latir con fuerza.
—Ay, que aburrido, ¿En serio haremos esto cada domingo? —Se quejó Felipe a mi lado, pero ni siquiera pude responder, solo le di un golpe en la pierna urgiéndolo a escuchar las palabras de aquel hombre.
—Sin ellas, tal vez... Nos hubiéramos evitado lo que sucedió entre algunos estudiantes de nuestra congregación, de quienes no diré nombres, pero que sin dudarlo están en esta sala —Sus ojos recorrieron el lugar y mi hermana y yo chocamos miradas encogiéndonos en nuestros asientos, sintiendo como varios de los ojos de los estudiantes que iban a esa iglesia se dirigían hacia nosotras. Creí morir mientras veía a mi madre poner una mano en su frente, e inmediatamente comencé a buscar a Eidan en el salón, solo para descubrir que en ese preciso instante se disponía a abandonar la iglesia.
—Genial, mi primer día en esta iglesia y se suelta una bomba de este tamaño —Dijo Felipe a mi lado conteniendo la risa—. Que escandalo.
—Idiota —Murmuré.
—Cállate —Apremió mi hermana mirándolo mal.
—¡Pero os digo que no os preocupéis! —El padre alzó sus manos frente al público y Felipe a mi lado parecía apunto de soltar una carcajada, mientras que yo me moría de la vergüenza—. ¡Dios conoce vuestros corazones, y sabe cuando en él hay maldad! Espero con toda mi alma que solo haya sido una confusión, o no sé que podéis esperar.
Fruncí el ceño y mis ojos se encontraron con los marrones de Paola Langford quien tenía una leve sonrisa que disimulaba en sus labios rosas, completamente maravillada.
—Tengo la ligera sospecha de que todos en esta iglesia saben que son ustedes dos —Siguió Felipe—. Y si no lo saben las van a descubrir por tu cara de espanto —Se dirigió a mi—. O por tu madre que parece a punto de desmayarse. —Rio.
Eso fue suficiente, me puse de pies también y comencé a salir de la sala, caminando con tranquilidad mientras sentía las miradas sobre mí, luego de cerrar la puerta corrí por el pasillo sintiendo mi corazón latiendo desbocado; como si quisiera huir, solo para detenerme a encontrar a Eidan sentado en las escaleras bajo el techo de cristal, en el que caían las frías gotas de lluvia. Su ojo izquierdo estaba hinchado y amoratado, con una herida que parecía reciente, quizás de dos días, entonces supe que aquella no había sido su semana.
—Siempre me han disgustado las iglesias —Comentó al verme y sonreí de costado, ya había escuchado eso—. Lastima que mi madre me traiga a rastras cada semana, hubiera disfrutado mucho quedarme hoy a dormir.
—Si, bueno... Yo hubiera elegido lo mismo —Me apoyé de la pared pintada de anaranjado, intentando normalizar mi respiración y tratando de conseguir disminuir el dolor en mi pecho. En tanto; me dispuse a mirar el techo circular con cristales azules y amarillos que parecía ser infinito sobre nosotros.
—Lamento, todo esto.
—Ya deja de disculparte, total ya todo está hecho —Me encogí de hombros mirándolo—. ¿Dónde estabas luego de la fiesta? —Fruncí el ceño cruzando mis brazos por el frío y él suspiró cogiendo sus manos.
—Me quedé a cuidar de tu hermana, estaba como loca borracha —Susurró—. Y ese chico, me prohibió seguirte cuando saliste corriendo.
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Editado: 09.10.2020