Entré, entré en aquel lugar
lleno de notas musicales
que inundaban los pasillos
de un mundo de melodías,
para los oídos amantes de la música
pura y viva.
Si la vida fuera una nota musical;
que bella sería, más la música
sólo forma parte de la vida,
sin embargo no la acapara totalmente.
Pero para mi corazón,
mi vida se transformó en música
al escuchar los sonidos de instrumentos
usados por aprendices y profesores,
enseñando el arte de la magia
en las teclas de un piano,
en las cuerdas de un violín
y en el sonido grave del chelo.
¡Magnífico! Logra gritar con
euforia mi mente, mi interior.
Camino pasando por cada puerta,
mi vista admirando.
Deleitándose con los sentimientos
tocados en cada instrumento
por sujetos concentrados
en no tener errores
ni contradicciones.
En aquella ola que se avecina,
al tocar con alegría aquel objeto
que llena de vida su ser.
Su talento es inmarcesible,
imborrable,
al igual que el mío.
Mi canto pide a gritos
ser el acompañante
de tan perfectas melodías.
Desea con desesperación saborearlos,
probar de esa ataraxia,
calmante de mi atormentada mente,
mi escape del calvario.
Música tú me has descubierto,
me has salvado de la falta
de atención hacia mí,
y ahora vuelves como luz renovadora
a sacarme una sonrisa,
llenándome de gloria.
El ardor de tu ritmo
consume mis ansias,
mis pulmones se
cargan de tu vibración,
mi conciencia cae a los
pies de tu sonido melifluo,
si los pasillos del instituto
están llenos de ti,
entonces jamás quiero
alejarme de tu presencia,
mi alma y pensamiento
ahora son presos
de tus alas cubiertas
de canciones.