los peores

Gabriel de Veladres

Alguna vez, tuve un amigo inseparable. Nos unían los juegos y risas, entre broma y sátira. Sólo lo perdí alistándome para el futuro, pues el tiempo transcurre, y la distancia nos dio vejez. Gabriel de Veladres, mi amigo único y dueño de mi soledad, dejó de hablarme después de aquel día en la llanura. Cuando nuestros alientos calmaron las risas, pecho en pecho hacía único el momento en el que él se atrevió a robarme una indirecta. Mi preocupación ya hacía en perdonar y pensar que nunca sucedió. Pero ocurrió y no era correcto ese deseo, ya desde hace mucho me lo guardaba, le constaba, ya que hizo mal. Silencioso se marchó.

No fueron más que meses de distancia. Hasta que el regresó a las puertas de la amarilla casa donde yo aún habito, la vez que volvió a hablar nuevamente frente a mí. Su presencia ya no era la misma, se sentía más. Yo le tome mayor importancia. Su sonrisa alargaba la seguridad, mi codicia exigía su nombre con el ritmo de los pálpitos agraciados del corazón. Y El no esperó lo mismo de su visita, ya hacía un saludado breve y una eterna despedida. Se alargaba cada segundo más con las rupturas de mi alma, tal caso que… no dije nada, sólo azoté la puerta frente su larga nariz sin soltar palabras.

Esa vez, me contó que se iría adonde nadie lo molestara, aquella visita hacía de su odio al mundo una lastimosa realidad de la que me siento culpable. Su dolor ya provenía de terribles maltratos, En fin.

Se marchó para nunca encontrarlo. Desde entonces sueño: Veladres subió la montaña Ferri, siempre valiente revierte el miedo incendiando aquellas cabañas de las afueras. Hace temblar la montaña, y aunque me extraña, me hace reverencia con sus nuevas presas, coyotes, zopilotes y algunos felinos. Por algo logro vivir. Me gustaría pensar, que en un fénix o un dragón, cabalga a lo lejos del horizonte. Desearía creer que fue mentira cuando Veladres me conto como su tío abuso de él. Pero eso fue su colmo, haciendo de su coraje una pequeña chispa de gran octanaje.

Pero usted no lo comprendería, inspector Andrade. Sólo busca porque mantenerlo encerrado, pero ese sentimiento aun lo siento erizando mi piel. No lo comprenderá Andrade, estando justos dejará es peligroso. Mi padre, su abuelo, no son razonables. Nuestra rarezas, es caso de burla y sus palabras hacen parecer de un mundo antiguo con objetos de futuro. Me gustaría estar de nuevo con mi amigo. Ojalá se impida que lo ejecuten. A él nunca le gustó la electricidad, y dudo que quiera estar en la silla eléctrica. No sé qué hizo de tal gravedad para ese final. Unas cuantas casas, un pueblo entero quemado. No hay forma de que eso sea posible. Veladres no es peligroso, ¿Acaso no dirá nada Detective Andrade?

–Yo te creo, eso no puede ser posible, pero un testigo afirmó como Veladres se comió a su gato antes de aquel incendio. Todos en aquel pueblo justifican la intensión de Veladres. Pero yo te cité, porque él desapareció de su celda, dejándote una nota con la oración; también me fue especial. Veinte años pasaron desde que lo viste, y diez segundos antes de que entraras lo tomamos como muerto, sólo se busca su cadáver, tómalo como su final–



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En el texto hay: romanse juveni, fantasia, cronologia

Editado: 21.02.2020

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