Los polos opuestos se atraen

Capitulo 6

- Soltame por favor.

Tiro de mi brazo pero me tenía bien aferrada, no entendía porque quería que me quedara. La última vez me dijo que me centrara en hacer mi trabajo y nada más, ahora no tenía derecho de retractarse.

- Rodrigo por favor, voy a llegar tarde a la universidad.

- No entras a estudiar hasta más tarde además tiene verte un médico, te caíste por las escaleras y…

Me di la vuelta furiosa.

- ¿Con qué derecho me decís nada?, rebobina y acordate que soy una simple empleada. Estoy bien y no necesito ningún médico así que me soltás antes de que te gire la cara de un cachetazo.

Eso lo sorprendió bastante porque aflojo la mano y pude quitar mi brazo.

- No quería decir lo que dije y…

- Ahórrame el cuento ¿querés?, nunca imaginé que una persona sería tan superficial como para decirme lo que me dijiste en tu oficina. Estamos en el siglo veintiuno tarado, lo que dijiste me dolió más de lo que te podes llegar a imaginar y por eso no quiero tener que ver nada contigo excepto en lo profesional. – Me di la vuelta y salí lo más rápido que pude de ahí.

Después de tratarme como lo hizo se venía a preocupar, un poco tarde amigo. Además, nunca me le insinué nada, fue él quien vino como un loco a arrinconarme en su maldito y enorme vestidor a besarme desesperado y que bien besa el tonto.

- Idiota. – Murmuré mientras me iba de ahí tan rápido que las pantorrillas me quemaban.

Volver a la parada del autobús fue una lucha, me dolía bastante el costado y solo quería volver a casa y acostarme pero tenía que ir a la universidad me gustara o no. El tiempo de viaje a casa y luego a la universidad era innecesario y un gasto de boletos que bien me podría ahorrar.

Sin embargo el viaje fue horrible, con cada rebote que daba el autobús sentía que me clavaban cuchillos y los retorcían pero ni loca gastaba en un taxi, iba a ahorrar todo lo que pudiera por lo que cuando llegué a la universidad estaba tan dolorida que solo quería tirarme al suelo, no moverme y llorar.

Después de todo sí que tenía que dejar que me revisara un médico

Las clases fueron eternas y todos se dieron cuenta que algo me pasaba porque desde que comenzaron las clases siempre trataba de participar ya que me sumaba puntos al promedio final y hoy con cada pregunta del profesor esperaban mi respuesta pero no podía hablar del dolor. Cuando sonó el timbre de salida apenas si pude pararme, me costó mucho levantar la mochila por lo que decidí avisar a mamá del golpe y que me iba directo al hospital.

Le estaba escribiendo el mensaje cuando me choqué con alguien.

- Disculpá. – Murmuré.

- Te ves horrible. – Levanté la cabeza y fulminé con la mirada a Rodrigo.

- Te dije que me dejaras en paz. – Lo rodee para irme pero me detuvo.

- Camila por favor. – El calor de sus manos me derrumbó y comencé a llorar de dolor.

Me acercó pasando sus manos bajos mis rodillas y brazos levantándome.

- Te duele mucho ¿no? – Asentí escondiendo la cara en su cuello y mojando su piel con mis lágrimas. – Shh tranquila.

Nos llevo hasta su auto y me sentó delicadamente acariciado mis manos antes de cerrar la puerta. Lo miré rodear el coche y por dentro me gritaba estúpida.

- Soy patética. – Murmuré cuando abría la puerta del conductor y se sentaba arrancando el coche y saliendo a la autopista.

- No eres muy dura ¿eh? – Dijo mientras doblada una esquina.

- ¿Qué? – Gruñí.

Él se dio cuenta de la idiotés que dijo haciendo una mueca.

- Lo siento, no quería…

- Dejalo. ¿A dónde vamos? – Volvió a girar y salió a la autopista que definitivamente no nos lleva al hospital.

- Vamos a mi casa.

Me enderecé en el asiento y lo miré confundida.

- ¿Y por qué vamos a tu casa si se puede saber?

- Hay un médico esperando verte. – Dice como si nada.

Me quedé en blanco unos segundo procesando lo que decía.

- No quiero volver a tu casa, llevame a cualquier hospital.

- No. – Gruño.

- Rodrigo…

El sonrió.

- Camila…

- No quiero ir a tu casa, me queda re a contramano de la mía y voy a llegar tardísimo. Mi madre…

- Tu madre ya está al tanto.

- ¡¿Qué?!

Me mira divertido y juro que en cualquier momento me quito el cinturón y le arranco la sonrisa con las uñas.

- Le pedí a Anna que le avisara.

Esa traidora.

- Estas muerta Anna. – Murmuré.

El resto del camino fuimos en silencio, yo imaginando las distintas maneras de matar a mi amiga y Rodrigo con una estúpida sonrisa en los labios.

Cuando llegamos me quité el cinturón y estaba por abrir la puerta cuando me detuvo.

- Espera. – Dijo.

Salió del coche y corrió a abrir mi puerta. Me levanto en brazos y me llevó a la casa.

- No era necesario, me siento mejor.

- Si claro.




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