Clarissa inspiraba profundo mientras intentaba controlar su respiración; se sentía especialmente nerviosa, nada parecía salirle bien esa noche.
Observó con desagrado el reflejo de su rostro a medio maquillar en el espejo; estaba retrasada… y no podía importarle menos. Más que nunca sentía el peso de la desesperanza, la incertidumbre, y del tiempo descontándose segundo a segundo sobre ellos.
Apretó con fuerza los ojos mientras intentaba ahuyentar las lágrimas; aun así sintió la humedad bajando por sus mejillas.
Carlos le había pedido que no se rindiera, que tuviera esperanzas, que todo aun podía cambiar; sin embargo algo dentro de ella le susurraba que esa noche era el comienzo del final.
—Entras dentro de cinco minutos —el aviso le llegó del otro lado de la puerta cerrada.
—Okey… —se esforzó en contestar sin poder disimular del todo la voz rasposa por el llanto contenido.
Con hombros hundidos y manos temblorosas buscó en la gaveta de su cómoda hasta encontrar el pequeño objeto y el frasco de pastillas.
El metal brilló tímidamente entre sus dedos.
—Esta noche el Ángel cae —susurró depositando las pequeñas pastillas en su mano— pero desatará el Infierno en su descenso… —auguró tragándoselas de golpe.
***
Los movimientos suaves y sensuales adquirían mayor firmeza mientras más se acentuaba la melodía. Las pequeñas perlas adheridas a los pechos femeninos se cerraban como una capa de nácar natural que resguardaba la frágil y divina inocencia del “Ángel del Purgatorio” mientras sus suaves destellos embriagaban y seducían. La blanca y fina tela caía en cascada desde las perlas más dispersadas que le rodeaban la cintura hasta tapar por completo las piernas, quienes, irónicamente, se asomaban con cada movimiento por las aberturas laterales que cedían desde la altura de las caderas.
Todo era oscuridad alrededor del escenario, sólo un cono de luz rasgaba las tinieblas iluminando el lugar donde “un ángel” “confiado” y “ajeno” a los demonios lascivos que la espiaban, realizaba su ritual de baño de “luz de Luna”
Cinco años realizando y perfeccionando el mismo espectáculo, proyectando una paz y una luz que no tenía; porque aunque había sido coaccionada para mantenerse físicamente virgen y pura, su alma estaba totalmente podrida.
Los ensayados movimientos de Clarissa titubearon sólo un segundo y sus planes cambiaron repentinamente. Sus ojos buscaron captar entre las sombras la presencia que la había intimidado; no era la primera vez que lo sentía, pero esa noche su proyección era más fuerte y decidida. Lo supo entonces, él era su depredador, su más fuerte enemigo…
La música terminó, y por primera vez en años el Ángel cambió su rutina, no tembló mientras salía del cono de luz en dirección contraria a donde se suponía. No se detuvo a pesar de los sorprendidos murmullos, algo dentro de ella la guiaba a adentrarse buscando enfrentar lo desconocido.
Entonces lo vio: la tenue y varonil figura al final de las mesas, aun sin distinguirlos podía sentir los abrasadores ojos oscuros quemando la suave capa de sus propias pupilas.
Su visión periférica captó la enorme mano que se interpuso entre ellos deteniéndola cuando le quedaba algo más de un metro; no retrocedió, no podía, la adrenalina que recorría su cuerpo se lo impedía.
Había algo oscuro y aterradoramente hermoso en él, un algo que la mantenía alerta impidiéndole apartar los ojos.
El reconocimiento pareció encenderse en ambos aun cuando nunca antes se habían enfrentado, el verdugo y la víctima por primera vez viéndose a los ojos en un primer encuentro de instintos medio dormidos. La última oportunidad quizá antes de sellar sus destinos
Un sutil movimiento de cabeza por parte del hombre fue suficiente para que se le liberara el paso, caminó vibrando hacia él mientras despertaban sus instintos.
El proceso de acomodación de sus pupilas junto a la ventajosa cercanía le permitió distinguir cada una de las facciones de aquel que se mantenía impasible como bestia dormida: mentón fuerte, labios más bien finos, nariz erecta, cejas naturalmente arqueadas, ojos y pelo oscuros, simetría perfecta… eran algunas de las características del hombre joven en cuyos ojos un fuego extraño ardía; pero nada de eso fue lo que puso su alma en vilo, sino el reflejo de una amargura igual o superior a la suya, la férrea determinación de aquel que está dispuesto a hacer cualquier cosa por obtener lo que desea, aquel que no le teme a los riesgos porque ya lo ha perdido todo…
¿Y ella? ¿Qué estaba dispuesta a hacer? ¿Sucumbiría a su destino, o lucharía?
Las piernas de Clarissa parecían moverse solas cuando se encaramó a horcajadas en su regazo: «hermoso» fue el único calificativo que logró cruzar su cabeza cuando lo tuvo así de cerca. Sus dedos se aventuraron a tocarlo, descubriendo las formas firmes que se escondían por debajo de la ropa: hombros anchos, torso firme, músculos marcados sin llegar a ser exagerados… se notaba que estaba en presencia de un hombre más bien de acción en vez de oficina.
El aire entre ellos se cargó de una mezcla de extrañas energías, las calientes respiraciones chocaron en el espacio minúsculo entre sus bocas, el blanco del vestido de ella en contraste con el traje negro del hombre que la dejaba tocarlo sin aparentar ninguna reacción física
¿Curiosidad maldita de un Ángel inocente que se atrevía a descubrir con sus labios lo desconocido? ¿o los suaves toques de aquella chiquilla eran demasiado calculados como para ser frutos de un arranque de atracción repentina?
Los ojos de Clarissa brillaron cuando sintió los fuertes dedos atrapar su cintura y los dientes masculinos mordisquear tentativamente su labio inferior
—Hola, demonio… —¿Él la había calado? No le preocupaba eso, cuando escuchó el ronco susurro marcado por un acento claramente extranjero lo supo, había caído:
“La arrogancia” el talón de Aquiles de los más fuertes —sonrió aun con los labios entre los dientes masculinos