La semi oscuridad que cubría el patio de la finca dejaba apreciar un increíble manto de estrellas bajo el que reían y bailaban de forma cómplice varias parejas.
— ¿Crees que es demasiado temprano como para escaparnos?
Rachel sonrió traviesa ante la evidente insinuación en la pregunta de Carlos. Se acercó aún más pegándose de forma descarada a él mientras le rozaba sutilmente el cuello con los labios hasta llegar a su oreja.
— ¿No prefieres seguir bailando…? —susurró meneando contra él las caderas.
Lo escuchó gruñir y sonrió aún más
—Creo que prefiero verla bailar de otro modo y en otro escenario, mi Señora… —el tono cálido y cargado la hizo estremecerse aunque no sabría decir si de excitación o miedo.
Ya no había vuelta atrás, había pasado de ser su secreto a ser su esposa… La libertad de dar y recibir sin esconderse entraba en contradicción con la continua alerta a la que la sometía justo eso.
El final feliz no parecía ser para ellos, sabía que la cortina de calma que los aislaba empezaría a romperse en cualquier momento, ¿y ellos? ¿Se romperían también en el proceso?
Sonrió triste recostando la frente en el hombro de Carlos al sentir como él se detenía para abrazarla de una forma protectora, lo escuchó suspirar y se abandonó al fuerte palpitar del corazón que latía a la par del suyo. Estaban vivos, por ahora, y juntos… no había nada más importante que eso...
—Sus deseos son órdenes, señor Villanueva…
***
Las sábanas suaves los recibieron anidándolos a ellos y a la materialización de sus sueños.
Los besos no pasaban de dulces caricias, la sonrisa que permanecía en el rostro de ambos les impedían hacer un poco más que eso.
Carlos río de forma audible contra su cuello.
—Me siento como la primera vez… aunque creo que ahora estoy muchísimo más nervios.
La sonrisa de Rachel se le borró al instante del rostro ¿Qué significaba eso? ¿A caso una estúpida excusa de Carlos? ¿Sería que ya no la deseaba? ¿Entonces por qué se había casado con ella?
— ¿Qué pasa? —preguntó atónito Carlos apartándose al sentir cómo Rachel se reincorporaba.
Rachel se sentó llevándose las rodillas al pecho y abrazándose a ellas. Sentía el impulso de esconderse a pesar de no estar completamente desnuda.
— No tenemos que hacer esto si no quieres…
Los ojos de Carlo se abrieron con sorpresa y en un segundo lo tuvo arrodillado frente a ella. Cerró los ojos cuando este le acunó el rostro con las manos, no quería que él le viera los ojos llorosos.
Se hundió un poco más al sentir cómo él le ponía una manta sobre los hombros y la envolvía con ella. Le parecía tan irreal lo que estaba pasando, al final no había sido más que un juego, Carlos no la quería, al menos no de ese modo…
No se atrevió a abrirlos aun cuando sintió como las manos de Carlos descendían por su cuello y por sus hombros hasta apretar su cintura.
—¡¿Qué!? —Chilló asustada cuando de un impuso él la subió sobre su hombro y se levantó de la cama cargándola a ella. —¡No me lo puedo creer! —gritó pataleando mientras sentía como toda su tristeza se convertía en rabia —¿Encima te atreves a sacarme de la cabaña de mi abuela? Eres un… —se le cortaron las palabras al sentir como Carlos se lanzaba al vacío cargándola a ella.
La masa de agua se los tragó por un momento y al instante emergió desprendiéndose de Carlos y de la sábana
—¡¡Te voy a matar!! —chilló yéndole encima cuando lo vio salir a la superficie, su rabia aumentó al sentirlo reírse a carcajadas a pesar de los continuos golpes que le propinaba ella.
Quiso volver a protestar pero Carlos la pegó a su cuerpo rodeándola con los brazos y calló todas sus protestas con sus labios.
El choque de emociones la bloqueó por un momento antes de rendirse a la fuerza del beso. Una de las manos de Carlos descendió por su espalda hasta empujarla por las nalgas obligándola enrollar las piernas en su cintura.
Reprimió un jadeo al sentir la dura erección contra ella a pesar de la ropa íntima de ambos y se arqueó moviéndose contra él mientras buscaba intensificar el estímulo.
—Espera, Gatita —lo escuchó susurrarle con voz grave mientras sentía que se movían— quiero ser solo yo quién te de placer esta noche
Reclamó sus labios esta vez ella atrayéndolo hacia sí con fuerza
—No vuelvas a jugar conmigo de ese modo, Carlos— le exigió mordiéndole con fuerza el labio— o juro que te castro…
Carlos rió
—No estaba jugando… estoy nervioso, Rachel— habló intercalando frases y besos— siempre nos hemos amado con rabia, frustración o miedo de por medio… Hacerlo así, simplemente porque nos amamos, es algo tan… nuevo que temo arruinarlo. Nunca acierto contigo… es que eres mi primera vez en todo.
—Y la última— replicó Rachel justo en el momento en el que Carlos la colocaba en uno de los peldaños de la escalera interior que bajaba desde la sala hasta el agua debajo de la cabaña— juro que te corto los huevos antes de que puedas tocar si quiera a otra, asi que deja los juegos ya, Carlos… —exigió tirándole del bóxer
—Sus deseos son órdenes, mi reina… —el susurro de la voz de Carlos se volvió a perder en el espiral de deseo en la que la sumían sus manos y besos.
Tembló al sentir como este la despejaba de las escasas prendas que aún permanecía entre ellos y se sintió inmensamente feliz al entregarse a él como su esposa.
Carlos tenía razón, el sentimiento de hacerlo sin prisas ni nada más de por medio llenaba su corazón de una forma totalmente nueva añadiéndole un plus a cada estímulo, a cada beso, a cada movimiento.
«Correcto» —ellos dos, por esa noche, eran lo correcto.
Alcanzaron juntos el clímax y por primera vez en sus vidas se sintieron completos. Un nuevo nivel se había desbloqueado entre ellos, uno que los podía volver más fuertes o vulnerables, depende lo que se diera.
***
Rachel sonrió sin abrir los ojos al sentir los suaves besos por su mejilla y por su cuello
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Editado: 13.05.2022