Los siete caballeros del espacio

Día de Spica de Virgo

CAPÍTULO 12

Mis ojos miraban con confusión a mi compañero que seguía sosteniendo lo que había quedado del diente de león; sus ojos me observaban llenos de anhelo y el silencio entre ambos permaneció por medio minuto.

—¿Qué dijiste? —Quise saber si había escuchado mal.

—Oh, lo siento —respondió, nervioso—. No debí decir eso, se podría malinterpretar. Me refería a ser tu favorito, nada más —esbozó una sonrisa.

—Ah... Te refieres a eso.

—¿Por qué? ¿Pensaste que me refería a otra cosa? —Levantó su ceja.

Mis mejillas ardieron y bajé la cabeza.

—No, ¿cómo crees? Es solo que no comprendía.

—Bueno, creo que ya debemos irnos, hay algo que quiero darte.

—¿De qué se trata? —Dije, emocionada.

—Es una sorpresa —contestó en tono divertido.

Nos dirigimos hacia una calle muy comercial y a la mitad del camino, Dabih decidió taparme los ojos con sus manos mientras me guiaba al lugar donde estaría la sorpresa.

Sentí que entramos a una tienda y oí algunos ladridos.

—¿Tiene lo que le pedí? —Lo oí decir.

—Sí, joven. Por aquí —era la voz de un señor.

Nos detuvimos y él retiró sus manos, exclamando:

—¡Sorpresa!

Delante de mí se hallaba un lindo cachorro de raza Pomerania, gran parte de su pelaje era de color negro. Miré a Dabih para confirmar si esa era la sorpresa.

—Ahora será tu cachorro —afirmó ladeando la cabeza—, a menos de que no lo quieras.

—¡¿Qué?! ¡Jamás rechazaría a este cachorrito! —Vi al perrito con ternura y lo acaricié llena de alegría.

No esperaba una sorpresa como esa, siempre había querido tener una mascota, desistía de la idea porque de seguro a mi madre le iba a causar molestia y era lo que menos quería; sin embargo, ya no me estaba importando lo que dijera o pensara mi madre, así que acepté con mucha alegría a Tata (nombre que decidí colocarle).

De regreso a casa, Dabih llevaba a Tata en sus brazos mientras le hablaba con dulzura como si se tratara de un bebé y en sus ojos había muestras de afecto.

—¿Tuviste mascotas antes de ser una estrella? —Le pregunté.

—Sí, tan lindo como este, su nombre es Yeontan —suspiró—. Espero que pronto pueda tenerlo nuevamente conmigo.

—¿Cómo podrías?

—Ahorita no está conmigo porque pertenezco a una constelación ajena, pero, cuando forme mi propia constelación podré incluir a mi Yeontan.

—Vaya, hay tantas cosas que no sé —musité.

—Los humanos son diminutos delante de la inmensidad del universo, es normal que desconozcan tantas cosas.

—Explícame cómo es que podrás tener tu propia constelación, ¿o no puedo saberlo?

Me miró con detenimiento, parecía estar analizando lo que iba a decirme.

—Oh, llegamos. Debemos apresurarnos para preparar el espacio de Tata —se adelantó y entró a la casa sin darme la oportunidad de responder.

En mi habitación había unas cajas con cosas para el cachorro, mi compañero hizo esas compras con anticipación y les pidió a los chicos que las llevaran cuando no estuviéramos, pues, era parte de la sorpresa.

Después de acomodar todo, jugamos con Tata hasta que el cansancio nos venció y nos quedamos dormidos en el suelo al lado de la cuna del cachorro.

A la mañana siguiente, Spica entró en mi dormitorio e intentó despertar a Dabih sin que me diera cuenta, sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano, me desperté al escuchar sus susurros y alcancé ver a Skat saliendo de la habitación con Tata en sus brazos.

—Le daré comida —informó antes de cerrar la puerta.

—Maia, siento mucho despertarte tan temprano —anunció Spica, apenado—. Ah, y te pido que disculpes también a Dabih, a veces se duerme rápido cuando está muy cansado.

—No te preocupes —bostecé y estiré mis brazos hacia arriba—. Deberíamos aplicar otra técnica para despertar a Dabih —sugerí, señalando con un gesto las almohadas.

Spica, sonrió con complicidad y fue en busca del par de almohadas, me dio una y luego de un conteo con los dedos, atacamos al dormilón. Dabih se cubrió con sus manos e intentó ponerse de pie, aunque no se le hizo fácil. Heze y Kaus vinieron a verificar lo que pasaba y al darse cuenta de nuestro enfrentamiento divertido, fueron por otras almohadas y guerrearon en defensa de Dabih. Mi cómplice usó la almohada con tanta fuerza que terminó rompiéndola y su contenido se regó por todos lados, causando un estallido de risa por parte de los otros.

—Perdón —me dijo en medio de risas.

Recuerdo que fue una mañana de mucha diversión y risas; jamás imaginaría que después de un comienzo como ese, podrían pasar cosas que dañarían nuestra alegría y que cambiarían el curso de mi vida.

Mi compañero de ese día fue Spica, con quien fui a trotar cerca del lago; no me costó mucho seguir su ritmo, debido a que antes solía salir a trotar cuando mi madre traía sus visitas a la casa, situación que podía llegar a darse hasta cuatro veces por semana. Luego de trotar, regresamos a casa para prepararnos e ir a comer en un restaurante.

—Veo que te encanta la carne —mencioné cuando lo vi disfrutando de un gran trozo de carne.

Asintió con su cabeza al mismo tiempo que masticaba con satisfacción.

Sonreí sin despegar mis labios.

—Tengo tantos recuerdos contigo...Me encantaría que tan solo pudieses recordar alguno —sus ojos se cristalizaron.

—¿A qué recuerdos te refieres? —Sentí confusión.

—Te prometo que esta misma noche, todos te contaremos la verdad —tomó mi mano sobre la mesa—. Por favor, solo aguarda un poco más y disfruta lo que queda de este día conmigo.

Decidí no indagar más al respecto, él estaba hablando con sinceridad, con el conocimiento de muchas cosas que yo no sabía, o que no podía recordar.

Pasar tiempo con Spica era muy agradable: tenía mucho conocimiento, quizás se debía a los muchos libros que leía. Su forma de enfrentar los desafíos con calma, con madurez, me hacía sentir protegida.



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En el texto hay: dioses, secretos, poderes

Editado: 02.10.2021

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